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El oficio de poeta

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DT. ¿Cómo ejerces tu oficio de poeta? Para los que somos lectores de poesía la creación de ésta tiene un halo de misterio. ¿Cómo inicias la creación de un poema, cómo se intuyen las temáticas, cuál es ese proceso?

JVA. Nunca abandoné mi formación poética, que de entrada es la lectura de buenos poetas. Decidí ser autodidacto. Cuando abandoné la carrera de letras, la cual empecé en 1970, nada más estudié un semestre. Fue una etapa muy valiosa, esto implicaba que yo mismo iba a brindarme mi propia formación teórica, literaria. Me dije: ¿qué me falta por conocer? Leí muchos libros de y sobre poética, desde Aristóteles hasta Sartre, por ejemplo. Sartre tiene un libro sobre Baudelaire que es excelente. Todo ello fue ayudándome e ir profundizando. Abandoné la carrera de letras decepcionado porque los maestros no me enseñaban lo que yo quería aprender. Ahí se trataba solamente de estudiar la literatura clásica, que yo ya había leído o la conocía en gran parte. En cuanto yo leía un poema no sólo se trataba de apreciar un estilo, esa forma de como escribía, sino que a la vez sentía que estaba escribiendo. Una etapa de aprendizaje muy importante fue cuando yo leía muchos epigramas, griegos y latinos principalmente. Esto coincide en el tiempo en que asistí al taller de Juan Bañuelos. Yo tenía una novia y ambos decidimos ir al taller de Bañuelos. Ella escribía bellísimo, con más metáfora. Cuando le tocó leer a ella en el taller todo mundo quedó maravillado de su poesía. En cambio el día que me tocó leer a mí casi me agarraron a patadas. Les leí unos cinco textos cortos que yo identificaba como epigramas. Me dijeron que esos no eran poesías porque “no tenían imágenes”. Llegué a mi casa deprimido, así como “trágame tierra”. Pensaba que era una bazofia de la humanidad.

DT. ¿Quisieras contarnos más sobre esa crítica que hicieron a tus poemas? ¿Qué fue lo que te dijeron?

JVA. Simplemente que no era poesía. La explicación que daban era que lo que yo escribía no tenía imágenes. Nunca había escuchado eso de que la poesía tenía que tener imágenes. Al regresar a casa me puse a re-leer a los epigramistas griegos y latinos y me dije: “No tienen imágenes”. Yo soy igual que ellos, pensé. Eso hizo que yo recobrara mi dignidad y me hizo pensar que Bañuelos y sus alumnos eran unos ignorantes, pues no sabían nada de poesía epigramal. Renuncié al taller en la siguiente reunión, y prácticamente acusé a Bañuelos de que él quería que sus alumnos escribieran como él. Pensé que el mundo de la poesía era mucho más extenso, que había muchas formas e ideas de la poesía, y que era lícito explorarlas y conocerlas. Me peleé radicalmente con Bañuelos.

DT. ¿Quién más estaba en ese taller?

JVA. No identifico a nadie de los conocidos. Éramos todos muy jóvenes, no identifico a nadie que después haya seguido en la poesía.

DT. ¿Cómo se escogen los temas de un poema?

JVA. Los temas vienen por sí solos. No pienso la poesía como una praxis racional, sino irracional, automática, autónoma, instantánea. Desde ese día en que escribí aquel primer poema a los diez años de edad, en mí sucedió una especie de asalto en mi cabeza. De lo que yo llamaría “mi otro yo”, como decía Rimbaud: “desde que yo es otro”. Literalmente sí he vivido esa experiencia de mi yo otro, el yo poético. No es racional sino emocional y literalmente viene de recordar momentos, o de revivir hechos, ideas. Por ejemplo, este asalto ocurre en cualquier hora del día, yendo a un sitio o estando en un lugar como esta cafetería, de pronto soy asaltado por un fuerte sentimiento amoroso por alguien que ya sé quién es, y esta es la manera en que el poema me jala. Igual que en otro momento en que estoy viviendo el coraje contra una injusticia. Y también esto es lo que me impulsa muchas veces un tema de crítica social. Cuando revivo algo del pasado y lo recuerdo con intensidad: la infancia, mi papá, mi madre, la mujer amada. Esos han sido momentos en los que yo no busco al poema, sino que el poema me encuentra a mí.

LFR. ¿La memoria es importante?

JVA. El juego de la cabeza en recordar, yo diría que incluso en olvidar, en desear, en imaginar. Sí, es el juego de la mente, el que creo yo que provoca esa especie de sensibilidad especial. En el caso de los poemas largos (“de largo aliento”) de los que tengo cuatro, cada uno nació en un instante. Ya sabiendo yo desde ese momento que iba ser un poema largo. Ahora lo que hace falta es escribirlo (risas). Es el caso de Híkuri, de Peregrino y de Paria, estos tres poemas los terminé de escribir después de dos años. A lo largo de ese tiempo, de vez en cuando volvía aparecer el instante en que fue creado cada uno, y es el momento de retomarlo para seguirlo escribiendo. Esta explicación no la comparten la mayoría de los poetas. Hay una numerosa tendencia de poetas que tienen otro camino, que de manera racional pre-piensan el poema y lo van escribiendo así. Incluso piensan en su medida. Yo nunca he pensado en la medida, esta nace por sí sola en cuanto el poema me jala, o este “otro” que soy yo me va dictando el poema. No digo que mi forma de escribir poesía sea mejor que las otras. Los poetas del pasado lo han llamado musa, inspiración; los poetas del siglo XIX le llamaban spleen.

DT. ¡El spleen!

JVA. Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Lautreamont, Mallarmé, Apolinaire. Estamos hablando de lo mismo, aunque ellos le hayan dado otro nombre. Otros poetas, y hay una gran cantidad de éstos, los que yo llamo poetas racionales, son los que no creen en la inspiración, que incluso la atacan, y dicen que son falsedades o inventos, mitos de algunos poetas locos. Casi todos los poetas que han sido clasificados dentro de la locura han sido mis poetas favoritos, también a propósito de Friedrich Hölderlin, Antonin Artaud o Juan Martínez. Mientras muchos literatos, críticos, estudiosos, catedráticos de los centros académicos han dicho que Artaud era un simple loco, yo creo que Artaud fue un poeta iluminado, un poeta vidente. Que la vida de un vidente se parezca a la locura es una cosa, pero no es locura, es la capacidad de ver lo que los demás no ven. Hay muchas realidades: ésta, en la que estamos es la que los psicólogos racionalistas llaman principio de realidad. La otra está en los sueños, las imaginaciones, las locuras o las videncias, no son cosas superfluas, son experiencias con la vida que realmente existen. El que no las podamos palpar, como si palpamos esta realidad como esta mesa, es la diferencia. Pero es un territorio que existe y contra el que choca el principio de realidad en que ahora estamos. O se contraponen. Esto han escrito y experimentado los místicos de todas las religiones: hinduistas, budistas, católicos, musulmanes. Todas las religiones tienen su carga mística que experimentan los videntes. Da la casualidad que muchos místicos son poetas, o viceversa, muchos poetas son místicos. Un ejemplo es el poeta Juan Martínez, verdadero y auténtico poeta místico. También fue acusado de loco, incluso por sus hermanas y algunos amigos. Conocí a Juan y sostuvimos varias conversaciones a lo largo de la amistad, fue un vidente. Thomas Merton este monje cisterciense poeta místico-católico es otro. Por cierto, encontré un poema de él, de 1940, lo traduje y lo publiqué en el suplemento cultural de La Jornada, en la época que lo editaba Roger Bartra. Es un poema donde habla de que va caminando por las calles de Nueva York y, de pronto, ve que los grandes edificio se derrumban; es una premonición del derrumbe de las Torres Gemelas cuarenta años antes. Eso es videncia, precisamente.

DT. Desde la concepción del poema, lo vas trabajando, hasta que dices ¡ya está listo! En tu caso ¿cuánto tiempo te lleva este proceso?

JVA. El tiempo para terminar un poema es difícil de medir. Los tres poemas que te mencioné fueron creciendo simultáneamente y los terminé en un promedio de dos años. Fueron creciendo por trechos en que permito que fluya mi yo poético. Los fragmentos de Híkuri (y de cada uno de los otros poemarios) los fui juntando en un folder. Sin que tuvieran el orden que ahora tiene. Así, se fue configurando por fragmentos largos hasta que lo consideré terminado, y entonces se fue armando naturalmente.

DT. ¿No tenía el orden que tiene?

JVA. No tenía el orden que tiene, es más, era un desorden. Fueron muchos fragmentos hasta que terminé de escribir lo que consideré necesario. Si recuerdan, Híkuri tiene varias partes insinuadas que de pronto terminan y sigue una página en blanco, o un espacio largo en blanco. Fue hasta donde llegó el dictado, y luego la siguiente parte es hasta donde llega el otro dictado. Los largos espacios en blanco son tiempo transcurrido.

LFR. ¿También aplicas tu formación de editor?

JVA. En parte también es eso. Sí, que tenga una particular armonía desde el punto de vista de un editor, no se le puede llamar coherente a Híkuri. Es más bien parecido a una sinfonía, a una sinfonía musical, y precisamente esos fragmentos largos y cortos que se van alternando, son lo que los músicos le llaman allegro ma non troppo y cosas por el estilo, que casi todas las sinfonías tienen como estos pasajes. Para mí Híkuri es una sinfonía aunque con escritura de poesía. Por otro lado, Híkuri tiene música, yo no concibo la poesía sin música, nada más que es una combinación de músicas, tiene jazz, rock, blues, música ruido, minimalismo, etnomúsica. Cuando digo música ruido me refiero a los músicos futuristas italianos o a John Cage. Los músicos modernos que incluyen en la musicalización el ruido, los sonidos ambientales, las voces humanas, los rumores. No es una música típica, recoge las formas radicales de la música moderna. En Híkuri, si se pone atención se pueden descubrir todas esas influencias. ¿Por qué tiene importancia que yo declare y reconozca que en el fondo de mi poesía hay música? Tiene importancia enorme, porque creo que las poéticas modernas han olvidado que el poema es música o que la poesía nace con la música, que es su verdadera medida. Lo que sucede es que la música cambia a lo largo del tiempo. A veces digo a mis alumnos que pongan atención, ¿no les parece sospechoso que sonata suene parecido a soneto?, pues esos fueron otros tiempos de otra música, diferente a la contemporánea. En estos tiempos muchos poetas han olvidado que el poema lleva implícita la música, y por eso se equivocan al decir que la poesía de ahora no tiene música ni medida, que es “poesía libre”, ¿“libre” de qué?, libre de compromiso con lo esencial en la poesía. Eso hace que se escriba muy mala poesía, aunque tenga palabras e imágenes bonitas. El soneto, con su típica medida rimada, tiene una música vieja, que sólo es aceptable en el trabajo de los músicos clásicos.

LFR. ¿Cuando escribes, te viene a la mente una serie de ritmos, como un juego de palabras?

JVA. Ciertamente, los ritmos están en los sonidos de las palabras, y en los juegos que sean posibles para enriquecer el lenguaje. Esta es otra clave de la buena poesía: enriquecer los significados.

LFR. ¿Y cuando escribes también escuchas música? ¿O prefieres el silencio?

JVA. Me encanta oír música casi siempre. Tengo mucha música en casa, todo tipo de músicas. Por largos periodos me dedico a escuchar música, y especialmente cuando estoy escribiendo, o haciendo cualquier cosa. Pero los silencios también son importantes.

DT. ¿Y esas visiones que te llegan cuando eres asaltado por la poesía, como dices, las escribes al momento en tu libreta, o esperas a llegar a un espacio específico para escribir?

JVA. Me ha sucedido de todo. Desde que me invade, esa especie de entrada rápida y que si no tengo donde escribir al paso de dos horas se me olvida. Me ha pasado eso. Son poemas que se pierden, que se me van. Me ha sucedido muchísimas veces que el poema aparece en el sueño. En ocasiones cuando despierto ya no lo recuerdo, pero en otras ocasiones sí. Entonces también la etapa del sueño me ha servido para encontrar momentos poéticos y también de escribirlos. A veces sucede que he olvidado un sueño y después de un tiempo lo vuelvo a recordar, o mejor dicho vuelvo a vivir ese poema. Y claro, cuando tengo a la mano mi libreta o cualquier papel y pluma, lo voy pasando en una especie de dictado. Mi yo poético me lo está dictando. En esto identifico dos etapas: la primera de cuando el poema nace de manera intensa, muy resumido, sintético, como en un flashazo muy complejo; luego viene la segunda etapa en la que hay que descomponer la luz en todos sus detalles, es cuando se presenta la escritura de ese fragmento.

DT. ¿Tienes una rutina de trabajo para escribir?

JVA. En el caso de la poesía nunca me digo a priori que me voy a “ponerme a escribir”, pues prefiero que el poema me acucie, me asalte, me jale, como había dicho. Cuando sí me digo que voy a escribir es cuando escribo ensayo, que voy a tener a la manos a varios autores y notas que voy a considerar de acuerdo a la idea del tema que voy a abordar. Por ejemplo, un texto que escribí sobre Jack Kerouac, hice hincapié en algo que generalmente no se le reconoce, que es su poesía. La mayoría de la gente que ha apreciado a Kerouac sólo lo ven como novelista. Pero Kerouac es un gran poeta también. Suele olvidarse la afirmación de Ginsberg de que Kerouac le enseñó poesía. Este es un reconocimiento enorme por parte de Ginsberg. Se ignora que Kerouac escribió muchos libros de poesía, como 10 o 12, que yo tengo, conozco y he traducido. Con este conocimiento y material decidí entonces escribir un ensayo sobre el Kerouac poeta.

DT. ¿Qué puedes decir sobre la manera en que hoy se lee y se recibe la poesía, consideras que Internet ayuda?

JVA. Para mí la poesía no es nada más la que está sobre el papel o en los libros, sino que está en la vida misma. Hay mucha poesía en las canciones populares del medioevo y en las canciones populares mexicanas desde tiempos lejanos. Canciones con letras poéticas. En México lo heredamos de España a través de la colonia, de manera completamente obvia y se siguió practicando de manera mexicanizada, hasta el corrido. Y los corridos, los mejores de ellos, tienen fragmentos muy específicos de una periferia poética. Hay una canción norteña que tal vez tú la conoces (a Daniel) por ser norteño. Es de principios de siglo xx. Pero se cantó y se grabó todavía en 1930. La canción dice: “Tiene los ojos tan zarcos / la norteña de mis amores / que miro dentro de ellos / como si fueran destellos / de la piedras de colores”. Pablo Neruda hubiera querido escribir eso, es bellísimo. Cualquier ranchero, burócrata, obrero, alguna vez escuchó poemas implícitos en canciones, sin darse cuenta. Muchas de las canciones modernas han perdido el género, es el caso de casi todas las canciones que ahora se componen y que están en boga. Es una conversación sin estilo. Una especie de musicalización a huevo. Los mexicanos en general sí apreciamos la poesía en las formas populares. A veces nos olvidamos de que eso es poesía y que sólo son canciones. En los últimos veinte años en México se publica mucha poesía. Hay muchas editoriales que distribuyen poesía, y son muchísimos los casos en que los libros no son caros, y ha sido una lucha de los poetas contra los editores comerciales y académicos que son los que tienen el cliché de que “la poesía no se vende”. En contraposición a ese cliché, en el país hay más de 1000 editoriales, que aunque sean pequeñas y de tiros cortos, contribuyen a la divulgación de la poesía. Y ya con este dato podemos dar el salto al YouTube y al Facebook. Donde también la información sobre poesía es muy numerosa.

DT. En lo que respecta a la red, hoy en día, ahí podemos encontrar en pdf infinidad de libros que para algunos de nosotros eran inaccesibles, y en Youtube podemos ver a personas leyendo su poesía. ¿Cómo ves tú?

JVA. Pues creo que está muy bien. El tiempo ha permitido que la poesía tome diferentes vehículos y es muy favorable. Es posible que mucha gente antes de atreverse a leer un libro de poesía la encuentre en la red. A los beats, por ejemplo, con jazz. También hay músicos que les gusta acompañar a los poetas leyendo. Yo lo he hecho varias veces. Nos sólo con jazz sino también con etnomúsica. Es muy bueno que el público viva la poesía acompañada con música.

DT. ¿Qué es ser poeta en el mundo contemporáneo? Ja,ja,ja, creo que esa pregunta ya la has contestado...

JVA. Con esta entrevista ustedes van hacer lo que yo hago cuando estructuro un libro de poesía, darle forma a partir de los trechos de la conversación.

Conversaciones con José Vicente Anaya

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