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ОглавлениеCapítulo tres
Jeremy
8 de abril de 2013
Es muy cierto que hace poco tiempo que conozco a Naomi, pero creo que ya identifico ciertas cosas en ella y me temo que esas cosas comienzan a gustarme.
Cuando trato de explicarle algo, el ceño se frunce y ladea la cabeza hacia el lado izquierdo. Cuando está pensativa presiona un dedo sobre sus labios: lo cual noto mucho. Demasiado. Cuando algo no le gusta sacude la cabeza aun sin interrumpirme mientras hablo y cuando quiere que me calle rueda sus ojos. Pero lo que más me gusta es que cuando algo la divierte sus labios se curvan en una sonrisa algo ladeada y sus ojos se entrecierran. Y es la expresión que tiene justo ahora.
Y su piel, ¡Dios! Esa piel de chocolate me tienta de una manera que no debería suceder. Hay miles de mujeres con las que podría involucrarme y mis ojos están dirigiendo su atención a ella, no sé cómo evitarlo. No sé si quiero evitarlo.
—¡Basta!
—¿No te gusta reír?
—No cuando siento que si sigo me orinaré.
—Buen punto.
Observo al frente viendo a los niños jugar en el parque, Naomi también lo hace. En un principio se me hizo raro que las pocas veces que no la encontraba en su apartamento al buscarla, se encontrara aquí, pero supongo que ya no me extraña. Aunque nunca le pregunto sobre ello.
—Son lindos los niños, ¿verdad? —me pregunta viendo a un par de niños jugar con la arena—. Seguro que son unos diablillos y se llevan mucha energía, pero son tan puros e inocentes.
—Me gustan los niños. Mientras no lloran. Y son divertidos, también son pequeñas fuertes, cuando se caen siempre, a pesar del dolor y el miedo, se levantan.
—Son inocentes —agrega sonriendo—. Me hace feliz que Hilary vaya a tener un bebé, tengo la esperanza de disfrutar un poco de él.
—¿Un poco? Mejor ponte en la fila, ya hay un montón de personas codiciando a mi sobrino.
Ella ríe, pero luego hay una mueca triste en su rostro mientras ve hacia otra niña jugando. Sus ojos se ven llenos de tristeza y tanto anhelo que es algo doloroso solo de ver.
—Yo no tendré eso —dice en voz baja—. Cuando Ronald me atacó por última vez, estaba embarazada y no lo sabía. Lo perdí y hay tanto daño en mí que no tendré esa oportunidad de nuevo.
Lo sabía. Lo supe desde que vi su informe médico, pero ella nunca me lo dijo hasta ahora. Siento un malestar cuando voltea a verme y veo tristeza en su mirada.
»No sabré lo que es llevar a un ser vivo dentro de mí. No pataditas, no ecos y no toda la locura que conlleva estar embarazada. Solo queda sentarme a ver cómo le sucede a los demás, pero no a mí. Soy una idiota por haber esperado tanto tiempo para hablar, por haber esperado lo peor. Lo dejé ir destruyendo todo lo que soy. Callé demasiado tiempo.
—No es tu culpa. Ninguna mujer víctima de violencia doméstica es la culpable de que la maltraten.
—Pero no dije nada, estuve ahí tanto tiempo. No lo entenderías…
—Te equivocas. Lo entiendo muy bien.
Suspiro, así como ella nunca habló de sus problemas para ser madre, yo tampoco lo he hecho sobre la basura que un día vivió bajo el mismo techo que mi familia y yo.
—¿Cómo?
—No siempre mamá fue libre. No siempre fuimos libres. —Paso mis manos por mi pantalón—. A mi papá me siento más cómodo llamándolo Jean, porque somos más conocidos que familiares. Mis padres nunca se casaron, vivieron juntos y luego nací. Nunca tuve su apellido y tampoco me importó. —Me encojo de hombros—. Un día decidió irse y fue honesto, yo aún era un bebé, ellos lo llevaron bien y desde entonces quizás solo lo veo una vez al año o por casualidad. Démosle el crédito de que me felicita en mis cumpleaños y yo en los suyos.
»La cosa es que sí, no sirvió para la paternidad, pero lo intentó y durante el tiempo que estuvo con mamá la hizo feliz y fue honesto cuando decidió irse. Entonces, un día como cualquier otro, en un supermercado mientras hacíamos la compra y apenas yo tenía un año, mamá conoció a Paul. —De inmediato mi mano se cierra en un puño—. Él dijo las cosas correctas, pareció un caballero e incluso fue a verme a algunas presentaciones de la guardería. A simple vista parecía el hombre correcto e idóneo. Un caballero enamorado de Emma McQueen y de su pequeño hijo.
—Suena como una historia conocida.
—Se te hará cada vez más conocida —aseguro—. Se enamoraron y se fueron a vivir juntos. Todo estaba bien, solo notamos que se molestaba muy rápido y que de repente no quería pasar tanto tiempo con el niño de su mujer y le molestaba que él llorara. Entonces, un año y medio después mamá quedó en cinta. Y todo se fue al carajo.
»Paul perdió su trabajo y venía otra vida que alimentar. Su mujer se puso gorda, sus palabras. Y de repente, Emma era una mujer embarazada que no podía complacerlo en todo. Cuando Doug nació, yo tenía tres años y él me pareció la cosa más interesante. Al principio lloraba mucho y eso estresaba a Paul que no dejaba de gritarle a mamá.
Era muy pequeño para mantener esos recuerdos, pero creo que mi mente los recrea muy bien. Y con exactitud puedo recordar gritos, no imágenes, pero si muchos ruidos.
—Luego empezó su negocio. —Su maldito negocio—. No sabíamos de qué era, pero le iba bien y eso lo hacía feliz. Así que Doug y yo crecimos sin que nada nos faltara y con una infancia tranquila, notábamos que mamá era más nerviosa, intentaba ser perfecta y cuando se equivocaba en algo parecía frenética intentando arreglarlo. Pero solo éramos dos niños que no podíamos sacar conclusiones de ello.
Me giro hacia ella, sus ojos están muy abiertos y está pálida. Ella puede intuir lo que se avecina.
»Cuando yo tenía once años fue la primera vez que lo vi golpear a mi mamá. En mi interior sé que sucedía desde antes, solo que esa vez fue cuando lo vi y fue horrible. Estuve asustado durante dos minutos y luego intenté quitárselo de encima. Estuve después de eso en un hospital con las costillas magulladas y mamá nos dijo a Doug y a mí que no intentáramos detenerlo. Nos intentaba proteger siendo nuestro escudo.
—Oh, Dios…
—Fueron años, Naomi. Tenía veinte años cuando conseguimos sacarlo de nuestras vidas. Mi mamá soportó más de diez años de maltrato con miedo a hablar. Hubo más que golpes, y eso no la hace culpable de haber confiado en que él la amaría, que nos amaría.
»No es culpable de cada lágrima que la hizo derramar, ni de cada herida que en ocasiones Doug o yo debimos curar. Ella estaba asustada, tenía una pesadilla de carne y hueso que la aterraba. No se trata de verte como el culpable, eres una víctima. Somos víctimas de monstruos que se sienten gigantes cuando dañan a otros.
»Lo importante es que decidiste hablar. No callaste más y luchaste por ti. Eso es de valientes, luchar contra el miedo y querer avanzar. No eres tu propia enemiga, eres tú salvadora. —Mis palabras son crudas y llenas de honestidad.
Su labio inferior tiembla antes de que un par de lágrimas caigan, no puedo evitar estirar mi mano y limpiarlas. Cuando alejo mi mano ella la toma y le da un suave apretón.
—Gracias por ayudarme, Jeremy.
—No tienes qué agradecerme.
—Sí, me ayudas a tener esperanzas. Y gracias por confiar en mí para contarme tu historia.
Es un buen resumen de la historia. No es la historia completa real, esa… Esa prefiero no contarla ni pensarla.
—Gracias a ti por también confiar en mí.
Una niña se acerca a nosotros y ve de Naomi a mí. Ha de tener unos siete u ocho años. Ella nos sonríe con complicidad.
—Hola, señor.
—Hola.
Se acerca a mí y pone una mano alrededor de su boca intentando que sea un secreto.
—Tengo algo que podría darle a su novia.
—¿Qué sería eso? —pregunto siguiéndole el juego.
—Esto. —Me extiende su mano mostrándome un par de flores. Escucho risas risueñas y tres niñas están riendo, viéndonos expectantes. Supongo que son un equipo.
—Gracias. —Tomo las flores y me giro hacia Naomi quien me observa divertida—. Estas flores han viajado desde muy, muy, muy lejos.
Escucho las risas de las niñas que se acercan un poco más, aclaro mi garganta e imito la pose de alguien elegante. Sus risas aumentan.
»Y son especialmente para ti. Mis ángeles mensajeros las enviaron para que ellas se opacaran ante tu propia belleza.
Volteo para ver a las ahora cuatro niñas y les guiño un ojo, ellas ríen y juegan con su cabello. Naomi toma las flores con su mano libre y solo entonces noto que su otra mano se mantiene sobre la mía. Y me gusta.
—Gracias.
La niña vuelve a acercarse, pero está vez parece dispuesta a contarnos el secreto a ambos. Por lo que Naomi y yo nos inclinamos hacia ella.
—Él es un príncipe, tú eres una princesa. Él te da las flores y ahora…
—¿Ahora? —preguntamos al unísono.
—Un beso de amor.
Vale, ya veo las enseñanzas de las princesas. Muchas gracias, Blancanieves, Bella durmiente y todas ellas. Escucho a Naomi reír.
—¿Un beso de amor? Bueno, un beso será de amor siempre que se dé con amor —declara. Suelta mi mano, toma mi mejilla y deja un beso en mi otra mejilla—. Ahí, un beso.
—Gracias por mi beso de amor, Naomi.
La niña nos da una gran sonrisa antes de irse corriendo con sus amigas, ríen y nos señalan. Parecen felices.
—¿Sabes, Naomi? Quizá no puedas llevar a un bebé en tu vientre, pero eso no quita que un día puedas ser madre. Hay muchos niños esperando por alguien que les dé un hogar, incluso mujeres dispuestas a ayudar a personas que quieren ser padres dando su vientre en alquiler. Te aseguro que el que no pase nueve meses en tu vientre no te hará sentir menos madre o amor por ese niño o niña.
»Incluso lo has visto de primera mano. Dexter nunca ha sido infeliz, nunca ha recibido menos amor que sus hermanos y no creo que con otra familia él haya sido así de feliz.
—Supongo que es una buena idea para ser madre soltera.
—¿Por qué soltera?
—No creo que vuelva a estar dispuesta a estar con alguien más.
—¿Nunca?
—Siempre dicen nunca digas nunca, sé que podría retractarme, pero no me veo en ninguna relación, con alguien más. Creo que no me sentiré nunca dispuesta a abrirle mi corazón a alguien más.
Esa declaración me da una especie de malestar, de manera distraída froto mi pecho, porque siendo un dolor sordo en esa área específica de mi cuerpo. No sé qué decir.
»¿Y tú? ¿Te planteas ser papá alguna vez?
—No lo descarto, creo que me gustaría, ya sean propios o no. —Me encojo de hombros—. No quiero una vida de hombre soltero para siempre. Quiero tener una compañera, alguien que me complemente. Alguien que vea al despertar y que me conozca como ninguna otra persona.
»Supongo que soy de la vieja escuela y un poco romántico. Soy terrible en relaciones de una noche. —Rio recordando todos mis intentos—. Así que voy a casarme un día y me dedicaré a ser feliz. Me he tropezado con muchas piedras en el camino, pero un día será la indicada.
Todo lo que hace es observarme con fijeza, rasco mi cabello un poco incómodo porque parece que intenta descifrarme.
—¿Eres real?
—De carne y hueso —respondo.
—¿Muchas piedras?
—Demasiadas. La última piedra decidió dormir con su amigo durante un tiempo a mis espaldas.
—Qué tonta.
—Gracias por sobar mis sentimientos.
—Y bien, a todas estas, ¿qué ibas a decirme al llegar?
Era algo referente a unas movidas del abogado de Ronald, pero ella está tan relajada en este momento que sé que no hay necesidad de decírselo porque es algo que como abogado debo encargarme por mi cuenta. Quizá solo vine a decírselo porque tenía ganas de verla.
Y no es correcto. Puedo ser un eterno coqueto porque me gusta halagar a las mujeres, pero involucrarme con alguien a quien estoy asistiendo legalmente nunca ha sido una opción. Hasta ahora.
—Nada, solo quería ver qué hacía mi favorita.
—No sería una visita de Jeremy McQueen sin coqueteo.
—Me sentiré halagado ante esa declaración.
Se ríe de nuevo y observa de nuevo a los niños. Suspira.
—Apuesto a que serás una madre estupenda.
—¿Eso crees, eh?
—Estoy muy seguro.
No me responde pero sonríe y espero que alguna vez tenga la oportunidad de tener esa experiencia, de vivirla y ser feliz.
◌◌◌◌
10 de abril de 2013
—Entonces…
—¿Qué? —pregunto dejando de leer unos papeles para ver a Doug.
—¿Cómo van las cosas con Naomi?
—Bien. El abogado del imbécil no hace más que poner excusas para alargar el proceso, pero se ha metido con el abogado equivocado.
—Eso está bien, pero yo hablaba de cómo va todo entre ustedes.
—¿A qué te estás refiriendo?
—Ah, claro, Jeremy con su mente inocente no sabe de lo que hablo. —Deja su celular y se sienta en el mesón de mi apartamento—. Ya, en serio. Siempre te dedicas a tus casos, pero justo ahora estás muy enfocado.
—¿Qué? Ahora que vas a ser papá y tienes a la chica de tus sueños. ¿Te crees listo para ser Cupido?
—Es obvio que el hermano divertido soy yo.
—El hermano con una tuerca perdida.
—Ya, en serio, ¿hay algo sucediendo?
—Nada sucede.
—Pero te gusta y te excita. Se te levanta.
—¿Hablaremos de mi pene?
—Si tú quieres. —Se ríe cuando golpeo la parte baja de su nuca.
—Siendo serio. Ella es una mujer asombrosa a la que le ha tocado pasar por malas cosas. A cualquier hombre le gustaría, es hermosa, ingeniosa y…
—Hace yoga.
—Ignoraré que dijiste eso.
—¿Por qué? Ya sabes, hace yoga. Yoga.
—Lo capto, rubia.
—Creo que te gusta.
—Claro que me gusta. ¿Por qué no iba a hacerlo? Pero ella no está lista y yo no voy a incomodarla. Solo se trata de algo platónico de mi parte. No es algo serio.
—Ya… pero, Jeremy.
—¿Sí?
—¿Me permites darte un consejo?
—Me asustan tus consejos.
—Cabrón, no olvides que gracias a mí conseguiste salir de la casa de una chica cuando entraste en pánico por amanecer en su casa.
—Y eso te hace sabio —digo con ironía.
—Total y absolutamente. Pero en serio, pasé años pensando que la chica de mis sueños solo me había visto como un enamoramiento adolescente y perdí mucho tiempo que pude pasar con ella.
»Con honestidad te digo que si alguna vez es más que atracción no dudes en ir por ello. Incluso si eso amerita conquistar a la chica. Porque en serio, es genial. Serás feliz, tus erecciones tendrán una dueña y el sexo será asombroso.
—Gracias, me alegra saber que estás teniendo sexo asombroso.
—No te sientas gruñón sobre solo estar teniendo acción con tu mano.
No puedo evitar reír, Doug puede resultar ser raro, un idiota y demasiado inventor para su propio bien, pero es un hermano genial con el cual admito yo no podría vivir.
—Tomaré en consideración tu consejo cuando eso me suceda con alguna mujer.
—Bueno, entonces me siento complacido de que me hayas escuchado.
—Ahora dime tú, ¿Cómo está mitad Dilary con su faceta de mujer embarazada?
—Hermosa. Caliente. Deslumbrante y jodidamente siendo mi novia.
—Te tiene como perro en celo babeando.
—Ella me puede tener como quiera siempre y cuando siga siendo mi chica y así tan ella.
—Es como si escupieras flores. Es raro, perturbador y divertido.
—Solo estás envidioso de que ahora yo sea el romántico mientras estás en el banquillo de espera.
—Puedo imaginar tu estilo de romanticismo. Pero en serio me alegra que seas tan feliz Doug.
—Gracias, antes nuestra vida no fue fácil. —Mira hacia sus manos frunciendo el ceño—, pero creo que por fin tenemos la vida que merecemos, ¿verdad?
—Verdad, hermano.
Lo veo asentir, a Doug aun lo aterra la idea de Paul, lo sé. Y lo aterra aún más ser como él, me lo dijo una vez y lo noto en su mirada. Yo espero que Paul nunca decida volver, porque pude parar en un pasado, pero ahora, siendo sincero, no sé si lo dejaría vivir.