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ОглавлениеCapítulo dos
Naomi
19 de marzo de 2013
—Dime, la verdad, ¿cómo está todo?
Me contengo las ganas de pasar la mano por mi cabello porque eso ocasionaría dejar pintura en él.
—Mamá, no miento, estoy muy bien.
—¿Seguro? No debes mentirme.
Mamá nunca supo a tiempo qué monstruo era Ronald, no la culpo, él me escondió del mundo y las personas no notaban lo que pasaba, y todo los que podrían saberlo estaban muy lejos de mí. Eso no impide que ella no deje de culparse por no escuchar a tiempo mi grito de auxilio, supongo que resulta difícil saber que quien maltrataba a tu hija era a quien recibías en tu casa con una sonrisa y como a un hijo.
Mamá no me obligó a casarme con Ronald, no me obligó a creer que después del primer golpe no vendrían los siguientes, ni mucho menos me obligó a cegarme ante los cambios que se iban dando en su personalidad. Pero supongo que de alguna manera hay culpas que aunque no nos pertenecen es difícil no asumirlas.
—Mamá, no estoy mintiendo —suspiro—, tengo un nuevo abogado.
Cambio de tema porque no me gusta que ella todavía maneje esa culpa y arrepentimiento que no le corresponde. Ellos han sido excelentes padres, no son culpables de mi error de juicio de aquel tiempo.
—Dime que es mejor que el holgazán que cobraba como un rey y trabajaba como un vago.
—Es diferente, solo me he reunido con él un par de veces y es agradable, está determinado a conseguir que Ronald me dé el divorcio.
—Ya verás que si lo logra, mi amor. ¿Cuándo vienes a visitarnos?
—Tendría que ir un fin de semana, quizá la próxima semana.
—Deberían darte vacaciones, desde que trabajas en ese lugar nunca has tenido unas vacaciones.
Sí, primero tendría que encontrar a Claudia Renette de buen humor y para ello tendría que ofrecerle a todos los hombres de la galería, aunque supongo que por ahora con Robert, el jefe de recursos humanos, le basta.
—Veré qué puedo hacer. Te mantendré al tanto, saludos a todos. Dile a papá que lo amo y que pronto iré a visitarlos.
—Si él hace algo, promete que vas a decirnos. No podría perdonarme que algo te pasara y no saberlo.
—Lo prometo, mamá, nunca más voy a quedarme callada.
—Te amo, Naomi. Y sé que un día todo lo que tendrás será felicidad. No todos los hombres son bestias y no siempre el amor duele.
Hay un nudo en mi garganta ante sus palabras. Detesto admitirlo, pero le perdí la fe al amor de pareja, ahora solo puedo asociarlo con dolor y sufrimiento.
—También te amo, mamá.
Finalizo la llamada con una sensación de nostalgia en mi pecho. Veo muy poco a mis padres y hablar con ellos siempre me hace sentir sensible. Es difícil no recordarme despertando en el hospital, ver el dolor en sus rostros cuando lo supieron, y sentir el alivio cuando lo alejaron de mí.
Suspiro y observo el cuadro que estaba recuperando tras haber perdido muchos de sus colores. Representa vida y me hace recordar que yo nunca podré darle la vida a alguien. No tendré esa experiencia, me fue arrebatada.
No me gustan los momentos en los que mis pensamientos son así de depresivos, pero no es fácil hacerlos a un lado. Me cuesta olvidar, pero me gusta vivir y sé que estancarse en el dolor no va a ayudarme a recuperarme.
Debo ser optimista.
Y me gusta decir que siempre debo ver hacia adelante y no volver la mirada hacia atrás. Estoy dispuesta a los aciertos, no más errores.
—Será mejor darme prisa con este cuadro si no quiero que jefa perra enloquezca —susurro dejando mi celular a un lado.
◌◌◌◌
25 de marzo de 2013
El yoga me ayuda a relajarme. En un principio cuando mi terapeuta me lo recomendó, pensé que no iba a funcionar, pero pronto aprendí que, de hecho, me relajaba y dejaba mi mente libre de pensamientos tormentosos. Por lo que hacer yoga cada lunes y viernes se convirtió en una costumbre, una rutina que me ayuda a relajarme.
Sigo la indicación de la instructora y cada vez me siento mucho mejor. No tengo que pensar en un esposo acechando, jefa perra o abogado cautivador. Solo concentrarme en mi cuerpo, en relajarme. Sentirme liviana.
Cuando la clase termina estoy sonriendo y muy dispuesta a empezar una buena semana. Tomo agua y sonrío cuando Danny, quien desde hace al menos cinco meses viene a la clase, se acerca a mí.
—¿Es ahora agradable para ti hacer yoga? —No puedo evitar preguntar recordando su queja en la primera clase.
—Creo que por fin me gusta y no lo hago solo por mi desastrosa postura.
—Sabía que caerías.
—Bueno, tengo mucha motivación para venir a estas clases. —Me guiña un ojo, rio de manera incómoda.
No recuerdo cómo coquetear y tampoco recuerdo cómo no sentirme incómoda cuando un hombre me coquetea. He aprendido a no sentir miedo de las palabras y cercanía de los hombres, me tomo un año lograrlo, pero no me siento cómoda con el coqueteo o insinuaciones. También cuido mucho de mi espacio personal, no me siento a gusto cuando un hombre lo invade y Danny a veces sin darse cuenta lo hace.
En secreto espero que los hombres que lucen amigables en algún momento se transformen en potenciales atacantes.
—Qué bueno… —Eso es todo lo que puedo responder.
—Así que me preguntaba, ¿qué tal un café?
Observo mi reloj, en tres horas y media debo estar en la galería. No me incomoda Danny, pero tampoco quiero darle las señales equivocadas debido a que desde que lo conocí ha estado coqueteándome y no creo sentirme lista para las citas o si alguna vez lo volveré a estar.
Con honestidad, no estoy interesada en él o lo que quiera ofrecerme.
Mi celular suena y cuando lo saco del bolso, en el identificador se lee: Jeremy.
—¿Hola? —contesto tras llevar el celular contra mi oreja.
—Hola, tranquila, no soy un ladrón tomando el teléfono de tu abogado, soy Jeremy, no tienes que estar asustada por saludar. —Se ríe—. ¡Hola, Naomi!
No puedo evitar sonreír ante su entusiasmo, de alguna manera, en los pocos intercambios que hemos tenido, me hace sentir cómoda.
—Tienes un buen inicio de semana, me parece.
—Sí, porque he conseguido unas evidencias de que alguna estúpida empresa estaba cometiendo fraude.
—Y te sientes poderoso.
—Podría decirse.
Jeremy es un abogado particular, diferente… Es todo lo que mi antiguo abogado no era:
Amigable.
Divertido.
Joven.
Empático.
Y quiero obviar su físico, porque llevo más de dos años, incluso estando casada, sin interesarme en el físico de un hombre y no quiero empezar ahora. Pero supongo que no se puede evitar notar sus cualidades.
Pero, sobre todo, me hace sentir confianza sobre ser una mujer libre de ataduras, no me hace sentir pérdida y asustada. Es como si alguien al que conocieras de hace mucho tiempo te ayudara a resolver tus problemas porque te aprecia. Como si recientemente no hubiésemos sido un par de desconocidos. Y trato de que eso no me asuste, porque estoy tan agotada de temer de tantas cosas.
Porque no quiero temer a Jeremy.
—¿Naomi?
—¿Sí?
—Te preguntaba si estás desocupada ahora. Me gustaría mostrarte ciertos documentos.
—Tengo dos horas y media antes de tener que ir a casa y cambiarme para el trabajo.
—Tomo esas dos horas, resérvamelas.
—Eres muy enérgico, ¿te lo han dicho?
—No se puede decir que las personas vayan a aburrirse conmigo, ¿paso por ti?
—Eres mi abogado.
—¿Y? Seamos honestos, soy tu abogado, pero eres amiga de mi cuñada lo cual nos va a unir por toda la vida. Solo piensa en todas las veces que vamos a encontrarnos, incluso cuando el caso haya terminado. ¿Lo visualizas? Fiestas de cumpleaños, celebraciones, almuerzos ocasionales y quién sabe qué más.
»Que pase a por ti no va a lastimar a nadie. De hecho, mi auto me lo entregan en unos días, este es alquilado.
—¿Llevas a todos tus clientes en tu auto?
—Solo a las que son lindas.
Y ahí está de nuevo el coqueteo. Es algo que parece muy natural para él, como si no pudiera evitarlo. Y quizá el que sea algo que le sale natural y automático sea lo que no hace que me incomode e intente correr muy lejos de él.
—Está bien. Voy a pasarte la dirección.
—Me gusta cuando gano mis batallas.
—No estábamos en una batalla. —Rio.
—¿Segura?
Dicho eso cuelga, sacudo mi cabeza sonriendo antes de escribirle la dirección. Guardo mi celular y entonces recuerdo a Danny que sigue frente a mí.
—Supongo que hoy no será el café.
—Lo siento, pero tengo una reunión importante.
—Algún día tomaremos ese café, Naomi, he esperado cinco meses, un tiempo más no va a hacerme daño.
—No te sugiero esperar. —Soy sincera—. Nos vemos en la próxima clase.
◌◌◌◌
Me dejo caer sobre la acera esperando a Jeremy. Saco una goma de mascar de mi bolso mientras observo a las personas transitar. Cuando era pequeña me gustaba inventarles una historia a todas las personas que no conocía, era divertido y es algo que aún hago.
Cuando veo a la chica con uniforme escolar escuchando a lo que parece un alterado veinteañero, invento y asumo que la discusión es porque el condón se rompió y ella ahora está embarazada. Trágico, pero se adapta a lo que mis ojos captan.
La chica que compra una revista no sabe que el que será el amor de su vida la está observando a su lado maravillado por su presencia. Claro, también está la opción de que él solo esté embobado por la revista, pero me gusta más mi historia.
Rio y hago esa cosa tan infantil de inflar un globo de chicle como siempre he hecho. Observo las uñas de mis manos y sonrío debido a todos los colores de esmalte que hay en ellas. Además, el toque de pintura agregado por mi trabajo hace contraste con ellas. Me gusta lo colorido, me parece que transmite alegría y mejora mi ánimo. Creo que esta será una buena semana. Me siento optimista y lo que empezó como un lunes opaco, desde que hice yoga, se ha vuelto mucho mejor.
—¿Necesitas un paseo?
Alzo la vista encontrándome con un bonito auto y la sonrisa de Jeremy. Él luce muy bien, demasiado, y por unos pocos segundos, no sé qué decir. Masco mi chicle.
—Escuché esa línea en una película donde el chico se la dice a la fácil de la escuela —informo antes de tomar mi bolsa junto a mi alfombra.
—¿Haces yoga?
—Solo salgo a la calle con una alfombra acolchada por si me provoca acostarme.
No sé de dónde viene mi buen humor, pero se siente bien y cuando él sonríe, se siente todavía mejor.
—Parece que alguien está teniendo un buen lunes. Ni siquiera estás temblando como un chihuahua.
—¿Disculpa?
—Estoy bromeando. —Ríe—. Ahora si me das el privilegio de subir al auto. Dijiste que solo podías darme dos horas y el tiempo corre.
Abro la puerta y subo. En silencio me encargo del cinturón de seguridad y luego hago otra bomba de chicle que no tarda en estallar rodeando todo el contorno de mi boca. Parpadeo sorprendida hacia Jeremy.
—¡Lo siento! La costumbre nunca muere. Cuando éramos pequeños Doug y yo nos hacíamos eso. Hace mucho no veía a alguien hacer una bomba de chicle y no pude evitar explotarla.
—¿Tienes alguna idea de lo fastidioso que es quitarse todo el chicle?
—Lo sé, eso era lo divertido de explotarle primero la bomba de chicle a Doug. Cuando él tenía cinco años lloraba molesto, luego aprendió a ser igual de rápido y hacérmelo a mí.
—Haces que tener un hermano suene como algo genial.
—Es genial. Seguro que cuando éramos pequeños, mamá algunas veces pensó que íbamos a matarnos y nos juramos no volvernos a hablar, pero Doug es el mejor hermano que pude tener, incluso si a veces es solo un rubio raro.
Pienso en mi hermano mayor, Alan, hijo del primer matrimonio de papá, tiene treinta y un años. No somos cercanos y no solemos pasar mucho tiempo juntos, pero de alguna forma se preocupa por mí y tratamos de hablar de vez en cuando. No es la relación tradicional de hermanos, pero no somos unos desconocidos al menos.
La conversación es escasa durante el camino a nuestro destino, pero no me siento fuera de lugar o atrapada al estar en el auto con él. Se detiene en una pintoresca cafetería y tras ordenar y recibir nuestras órdenes procede a hablarme de unos documentos que ha solicitado.
No entiendo mucho sobre asuntos legales, pero logro seguir el hilo de sus ideas y noto cuán optimista está sobre esto. No deja de asegurarme que seré una mujer divorciada y eso me da tanta esperanza y alegría. Me hace sentir como si las cadenas poco a poco estuvieran siendo aflojadas.
—Solo tomará unos meses, Kanet, pero cuando menos lo esperes, serás una mujer de vuelta al mundo de la soltería.
—Una mujer libre.
—Eres una mujer libre. Él no tiene por qué hacerte sentir que no tienes libertad. ¿Le pides permiso para salir?
Su pregunta me desconcierta y eso debe notarse en mi rostro.
—Ahora no.
—¿Paga tu apartamento y comida?
—No.
—¿Dependes de él económicamente?
—Para nada.
—¿Compartes cama?
—¡Claro que no!
—¿Entonces por qué sientes que tu libertad está en sus manos?
—Porque le tengo miedo. ¿Es tan difícil creer que me da miedo un día abrir la puerta de mi apartamento y encontrarlo? ¿Que siento miedo cada vez que entro a mi hogar y espero encontrarlo? No puedo salir sin ver a los lados porque... ¡Demonios! Me aterra que salga de cualquier lugar y me lastime.
»¿Sabes qué descubrí la última vez que me golpeó? —Niega con su cabeza, mi voz suena firme. Segura —. Que no quiero morir. Que quiero hacer muchas cosas en mi vida y que merezco mucho más que ser el saco de boxeo de un poco hombre que se sintió con el poder de ponerme un dedo encima cuando me prometió tratarme como una princesa.
—Mereces mucho más.
—Lo merezco —repito con convicción y alzo mi barbilla.
Él sonríe mucho. La sonrisa más grande que le he visto esbozar.
—Y eso es hermoso —anuncia captando toda mi atención—. Que una mujer reconozca su valor y se atreva a enfrentar, y aceptar que ser maltratada no es su culpa ni que nada está mal en ella, es hermoso.
»Detrás de los maltratos siempre hay un alma herida, una criatura lastimada que lleva un proceso de cura que no llega de la noche a la mañana. Te ha tomado casi dos años, eso si mis cálculos no están fallando. Pero hoy, desde que te conocí, por fin, veo determinación de acabar con esto. Veo a una mujer dándose su valor y reconociendo que merece mucho más de lo que ha obtenido. ¡Y, joder! Eso es tan hermoso.
No sé qué hacer con las palabras. No quiero verlo con distintos ojos. Pero ni siquiera Ronald alguna vez dijo algo como eso. Algo que reconociera cómo me ve por dentro, algo que destacara mi valor, mi importancia, mi fuerza.
No sé si dos años es mucho o poco tiempo, pero no me siento cómoda ante la idea de ver diferente a Jeremy. Sin embargo, sonrío, el que me asuste no quiere decir que no reconozca que eso ha sido más que lindo de escuchar.
—Eso ha sido muy bonito de escuchar, Jeremy.
—Soy sincero, Naomi. No sabes lo increíble que ha sido escucharte hablar así. —Lleva las manos a su rostro fingiendo asombro, eso me hace reír—. ¡Y mírate! Estabas con una bella sonrisa amplia y ahora estás riendo ¡Riendo conmigo! ¡Este es un momento tan histórico!
—No seas payaso. —Pero no puedo dejar de reír.
—Me siento como un niño que obtiene un regalo.
—¡Basta!
—Y no dejas de reír eso es tan lindo. —Alarga la o y no puedo dejar de reír.
—¡Ya!
—Vale, solo porque no quiero que te hagas pis y me hagas pasar vergüenza.
—Gracias por tu consideración.
—Soy tu abogado, para eso estoy. —Recuesta su espalda de la silla—. Cuando estés divorciada, ¿Qué es lo primero que harás?
—Si llego a estar…
—Empezaste mal. No es un caso hipotético, va a ser un hecho. Entonces, debes decir «cuando esté divorciada».
—De acuerdo. —Sonrío—. Cuando esté divorciada, venderé mi anillo de bodas…
—¿Aún lo tienes? —Parece desconcertado.
Nunca he hablado sobre mi anillo con alguien, ni siquiera con mi mamá, es algo muy simbólico para mí, él representa años de maltrato y dolor.
—Es su propiedad y dijo que si algo le ocurría yo pagaría, supongo que esa amenaza se quedó muy profunda en mi sistema. —Me encojo de hombros—. No lo uso, de hecho, está en donde no puedo verlo. No lo vendería por querer dinero, lo haría solo porque sé que él odiaría tanto eso.
»Suena infantil, lo sé. Pero ponerme ante él con algo tan pequeño como eso, para mí se sentiría como un gran logro.
—Si para ti significa tanto, entonces no es algo infantil. ¿Qué más harías?
—Me iría a tomar una copa y le diría a quien se siente a mi lado: «hola, soy Naomi Kanet y estoy divorciada».
—¿Podrías agregar «y mi atractivo abogado Jeremy McQueen me ayudó»?
—Le quitaré la palabra «atractivo».
—No estoy de acuerdo, pero está bien. Me conformaré.
—Bien.
—¿Qué sería lo siguiente?
—Tengo ahorros y nunca he tomado vacaciones en el trabajo, las he acumulado, por lo que quizá viajaría.
—¿A dónde?
—No lo sé. Quizá algo exótico. Un paisaje que se grabe en mi memoria y que al cerrar los ojos solo quiera pintarlo sabiendo que nunca será tan perfecto como en la realidad. —Cierro mis ojos imaginándolo y no puedo evitar sonreír.
Era uno de mis planes de adolescente, antes de Ronald. Otro plan que se fue al carajo.
—Esas son cosas muy geniales para hacer cuando estés divorciada.
—Sí. Solo espero hacerlas. —Rio—. Una cosa es decirlo, otra es hacerlo.
—No te veo como una cobarde.
—Pero muchas cosas me asustan.
—¿Y? Todos tenemos algo a qué temerle. Eso no hace a una persona un cobarde. ¿Conoces a alguna persona que no tenga algún temor?
—¿Le temes a algo, Jeremy?
—Le temo a muchas cosas, Naomi, pero lo importante es que aún con mis miedos, me levanto y enfrento cada día, no me doblego por ellos y busco ir por más. Tú puedes ir por más.
—Gracias.
Él no lo sabe, para mí sus palabras son muy valiosas y significativas. Desde Ronald me aislé del mundo, no tengo amigos con los cuales hablar sobre mis sentimientos, temores o experiencia, hasta hace poco que conocí a Hilary y para mí, todo esto significa tanto.
—Te diré algo.
—¿Qué? —No puedo evitar sonreír.
—Tú haces esos tres puntos cuando te divorcies o…
—¿O? —pregunto con genuina curiosidad.
—O te daré el empujón que necesites para que lo hagas. Pero debes hacerlo. Lo harás.
—Sí, quisiera verte dándome ese empujón. —Ruedo mis ojos.
—Ya te dije, yo siempre cumplo mi palabra y acabo de hacerte otra promesa.