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ОглавлениеCapítulo uno
Jeremy
7 de marzo de 2013
Durante el tiempo que viví afuera cada día extrañé mucho a mamá ¡Demonios! Había días en los que quería llorar porque solo quería a mi bella madre consintiéndome. Pero ahora le gruño mientras camino detrás de ella intentando dejar las cosas como yo las tenía.
—¡Mamá! Está desordenado porque así me gusta.
—Mucho estudio y muy buen trabajo, pero esto no me gusta ¡¿Cómo encontrarás tus cosas?!
—Es mi forma de ordenar las cosas.
—¿Desordenándolas? —Se cruza de brazos y casi quiero reír porque se ve encantadora y siempre me ha divertido verla enojada por esta clase de tonterías.
—Solo quiero dormir.
—No es hora de dormir.
—Pero no he dormido nada.
—Porque pasaste toda la noche viendo una serie. ¿Quién va a cuidar de que duermas cuando estés solo en tu apartamento?
—Ya te he dicho que voy a estar bien. He vivido años solo fuera del país.
—¡Pero eres uno de mis bebés!
—Y puedes verme siempre que quieras, lo prometo.
—Está bien. ¿Estoy actuando como una loca?
—Solo estás siendo Emma McQueen.
—Hum, me lo tomaré como un cumplido por tu bien.
—Estaba destinado a ser un cumplido.
—Voy a hacer el almuerzo, será mejor que pronto vistas más que un bóxer. Tu hermano llamó diciendo que Hilary viene con una chica a verte.
—Lo sé, esta memoria mía es un tesoro. Nunca olvido nada.
Incluso las cosas que no me gustarían recordar. Sacudo mi cabeza.
—Siento que traje a este mundo solo niñitos locos.
—Rubios y atractivos.
—Eso también. —Ríe y sale de mi habitación temporal. Pronto estaré mudándome al apartamento que conseguí.
Bostezo y río viendo el pobre intento de mamá de ordenar lo que llama desorden, pero que de hecho es mi manera de organizar mis cosas. Supongo que es algo raro.
No estaba en mis planes quedarme dormido, pero soy algo obsesivo cuando descubro una serie o libros que me gusten mucho. Decido que debo darme un baño veloz y estar listo lo más pronto posible.
Seguro este no será el mejor baño que he tomado en mi vida, pero sirve para asearme y para estar al menos en una toalla cuando escucho el timbre de la casa sonar.
¡Mierda! Suelo ser puntual, incluso si el encuentro es en mi casa.
Me visto a toda prisa y paso la toalla por mi cabello que no deja de gotear. Veo las notificaciones en mi celular y río viendo el mensaje de Doug, mi hermano menor.
Doug: El hermano atractivo saluda al hermano feo.
Doug: No asustes a la chica, Jeremy.
Doug: Y no fastidies a mi princesa. Sé buen chico y te daré una galleta.
Jeremy: No soy tu jodido perro.
Jeremy: Suficiente fastidio tiene mitad Dilary contigo.
Jeremy: No pretendo asustar a la chica. Quiero ayudarla.
Guardo mi celular y salgo de la habitación, cuando estoy en la cima de las escaleras puedo escuchar la conversación con claridad.
—Siéntense. No estés asustada, Naomi. No vamos a comerte.
—Oh, no, no estoy pensando eso, señora McQueen.
—Llámame Emma.
—O la Reina —señalo bajando los últimos escalones y pasando la mano por mi cabello. ¿Cuándo se supone que dejará de gotear como un diluvio?
Le sonrío a Hilary. Soy un hombre de instintos y siempre supe que llegaría el día en el que Doug dejaría de luchar contra sus sentimientos y ella de ocultar lo que sentía. Ella es una mujer muy dulce, y enloquece de tal manera a mi pequeño estúpido hermano que, a veces más que divertido, resulta impresionante ver la manera en la que ella parece ser todo su mundo.
—¡Cuñada! ¡Mitad de Dilary! —La obligo a ponerse de pie para poder abrazarla.
—Mi querido Jeremy.
—Sé que por tu cabeza está pasando la pregunta de por qué elegiste al hermano equivocado pero, créeme, Doug es más para ti.
Ella ríe y me empuja, le guiño un ojo y mi atención vuela a la mujer que luce incómoda.
No hay que ser un hombre inteligente para identificar a las mujeres atractivas, pero teniendo noción de algunos puntos de su caso y con experiencia en ello, sé que lo último que desea es la atención excesiva y exhaustiva de un hombre que apenas está conociendo y que va a conocer su historia. Por lo que me conformo con identificar las cosas más fáciles: piel achocolatada, ojos color avellana, alta y cuerpo tonificado y tentador. Anotado.
—Usted, bella dama, ha de ser quien requiere mis servicios… Me refiero a servicios laborales, no pienses mal —bromeo con la intención de hacerla sentir más a gusto con la atención; extiendo mi mano y ella la toma. Noto un pequeño temblor en su apretón—. Soy Jeremy McQueen, su actual abogado para patear el culo de lo que tacharemos como su garrafal error.
—Naomi Kanet.
—Eso suena más como un nombre. Fuiste bendecida con un buen apellido.
—¿Realmente eres abogado? —Luce desconfiada mientras entrecierra sus ojos—. Pareces más como un modelo encantador.
—Oh, gracias, eso hace sentir genial a mi ego. —Rasco mi barbilla. Esta es la parte que a veces me pone un poco de mal humor, cuando con vistazo solo me quitan los logros que tanto me esforcé en conseguir—. Pero soy abogado, graduado hace seis años, con un posgrado y unos cuantos estudios más. Créeme, cuando quiero ayudar a alguien no me detengo.
—No quería ofenderte.
—No, no lo has hecho. —Palmeo su hombro—. Solo quiero asegurarte de que puedes confiarme este caso. Vamos a patear el culo de quien va a ser tu exesposo. Confía en mí.
—De acuerdo, confiaré en ti.
Me gustan esas palabras. Me gusta que confíen en mí porque sé que no defraudo a las personas a las que les doy mi palabra. Me gusta cumplir con lo que digo, y Naomi Kanet va a ser una mujer libre de cualquier rastro de su exesposo.
—Doug me ha dado una breve explicación, pero necesito que me expliques todo desde el comienzo. Tengo entendido que has traído unos documentos contigo. ¿Dónde discutimos esto? ¿Prefieres aquí o quieres ir al pequeño despacho?
—Donde prefieras.
—¿Eso quiere decir que incluso puede ser en mi habitación? —Enarco mis cejas y al fin ella ríe. ¡Aleluya! Pensé que se iría corriendo en cualquier momento. Supongo que esta es la táctica para hacerla sentir cómoda: no tratarla como una víctima, hacerle saber que es como cualquier otra mujer que tiene derecho a vivir su vida. Porque lo tiene, tiene derecho a tener una vida plena.
—No, no a tu habitación.
—Buena respuesta, puedo sentir esta pequeña tensión entre nosotros, pero vamos a ignorarla y pongamos atención en este caso. Cuando terminemos con el dolor de culo que te da problemas, entonces, si lo logramos, que lo haremos, te llevo a cenar ¿Te parece?
—¿Siempre hablas tanto?
—Solo cuando estoy intimidado por la belleza de una mujer. —Guiño de nuevo un ojo antes de girarme hacia mamá. Ella me observa divertida—. Mamá, voy a estar en el despacho, quédate con Hilary, esto tiene que ser entre nosotros dos, para poder obtener cada detalle.
—De acuerdo, cariño, estaré haciendo el almuerzo.
—Eres hermosa, madre. —Beso su mejilla, no hay mujer que amé más que a Emma McQueen—. Andando, Kanet.
—¿Vas a llamarme de ese modo?
—Eso creo…
Muy bien yo podría estar llevándola a una tortura por la manera en la que arrastra los pies y camina a mucha distancia de mí, no me lo tomo como algo personal. He vivido y visto de cerca las secuelas del tipo de maltrato que ella vivió, más que verlo en cualquier cliente, lo vi en mamá cada vez que Paul, el papá genético de Doug, perdía su mierda, lo cual solía suceder a menudo.
Le indico que tome asiento y para no hacerla sentir más incómoda de lo que está, arrastro una de las sillas y me siento frente a ella, que se encuentra sentada en el sofá. Le sonrío.
—Sé que estás cohibida, pero necesito que me digas todo. Estoy dispuesto a ayudarte, pero para ello debes confiar en mí.
—¿Por qué yo haría eso? No te conozco.
—Porque he visto tu historia de cerca, la he vivido y me prometí que haría hasta lo imposible para recoger tanta basura como pudiera de la sociedad. No estoy dispuesto a que más mujeres pasen por esto.
—¿Es algo personal?
—Alguien a quien amo con mi vida pasó por una historia muy similar. Naomi, quiero ayudarte.
Permanece en silencio observándome, ladea la cabeza hacia un lado antes de asentir con lentitud.
—Quiero que me ayudes. Yo solo… Lo quiero fuera de mi vida.
—Vamos a lograrlo, lo prometo. Tienes mi palabra, pero para ello debes decirme mucho más de lo que pudo decirme mi hermano.
De nuevo permanece en silencio por breves segundos, luego observa a un punto indefinido a mi lado.
—Un 26 de marzo fue la primera vez que me puso una mano encima. Fui ingenua y creí que no lo haría de nuevo, mi error. —Hace una mueca de dolor—. Nada volvió a ser lo mismo. Donde antes solo era hostilidad, ahora eran gritos y cuando menos lo esperaba, llegó la segunda vez y podrás imaginar que hubo una tercera.
»Quizá algunos dirían que debería sentirme afortunada de que mi conteo de golpizas nunca llegó al número ocho, pero me temo que la séptima valió por muchas. Cinco días en un coma inducido, seis costillas rotas, órganos internos inflamados y un vaso que no soportó los golpes. —Voltea a verme—. Yo lo sabía, si yo no hablaba y dejaba mi miedo, él iba a matarme.
Aprieto mi mano en mi muslo para controlar mi rabia, es algo en lo que he ido trabajando durante los años cuando escucho de estos casos. Me hace viajar en el tiempo y verme sosteniendo un bate con un único objetivo: matar al hijo de puta que no hacía más que destruirnos. De lastimar a una mujer que debía ser tratada como una reina.
—Naomi…
—¿Es eso suficiente? —susurra y casi parece que está implorándome.
Sé que necesito una declaración más precisa, pero justo ahora ha dado suficiente de sí misma cuando apenas acaba de conocerme. La confianza es algo que se gana e iré ganándola poco a poco, no voy a presionarla.
—Es suficiente por ahora, tengo los documentos y estudio del caso realizado por tu anterior abogado. Mi hermano me dijo que insististe en pagar.
—Es lo justo.
—Algo me dice que perdería mi tiempo si te contradigo, por lo que veremos la manera de llegar a un acuerdo que nos convenga a ambos.
—No vas a hacer esto gratis.
—Eso lo sé Naomi, pero no todo es siempre el dinero.
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11 de marzo de 2013
Mi estómago se revuelve y por un largo momento no puedo ver las fotos junto al informe médico. Es como revivir una vieja etapa. Quiero ayudar, pero hacerlo ayuda a reabrir los malos recuerdos. Ese mal momento para mi familia.
Tomo una lenta respiración y bajo la vista de nuevo al informe médico donde se explica con todo detalle cada daño que sufrió Naomi con el ataque de su esposo. Antes de eso ella era una mujer saludable, solo visitas ocasionales al hospital por chequeos anuales o consultas, pero ese día fue diferente.
Extiendo las fotos y de nuevo siento náuseas. Sus ojos están más cerrados que abiertos, tiene el rostro lleno de moratones, los labios partidos y una pequeña franja de cabello en su lado derecho no está porque hay puntos que cierran un corte.
Me ordeno tomar profundas respiraciones por la boca, es como si alimentara toda esa ira y dolor que suprimo. Me ha tomado años controlar esas emociones.
—Maldita bestia. —Eso es lo más sano que puedo decir cuando veo el expediente policial de Ronald Hoult.
Observo muy bien su rostro porque si alguna vez yo me tropezara con él en la calle… me quitaría el papel de abogado para tener unas fuertes palabras con él. Unas que incluyan puñetazos y un montón de daño físico.
Cuando termino de leer todo lo que me ha entregado quien fue el ineficiente abogado de Naomi, cierro la carpeta. Si bien ella me dio pocos detalles, pero importantes, nunca mencionó su aborto involuntario a raíz de los golpes recibidos. Lo cual entiendo, fue una consecuencia que tuvo que ser dura de asimilar.
Recuesto mi espalda de la silla y suspiro.
—Las reinas no deben rodearse de ese tipo de bestias. Vamos a desaparecer esa bestia de tu vida, Naomi.
—¿Debo preocuparme de que mi bebé esté hablando solo?
Sonrío sin voltear y cuando la mano de mamá despeina mi cabello, la tomo y la beso.
—Tu bebé trata de hacer lo correcto para alejar a los tipos malos.
—Como debe ser.
Me regala una de sus dulces sonrisas y la observo. Hubo un tiempo en la que esas sonrisas solo estaban cuando Doug y yo éramos los únicos que estaban para verla, la mayor parte del tiempo, solo era una mueca triste.
O quizá estaba lo suficiente adolorida como para no sonreír.
Aún no sé si me arrepiento de no haber golpeado con ese bate a Paul las suficientes veces para que dejara de respirar. No sé si me arrepiento de que aún pueda vivir.
—¿Quieres que salgamos a comer? Hoy tengo ganas de salir con mi hermosa madre y enviarle fotos al hijo bastardo para que sienta envidia y dolor.
—¡Jeremy Nathaniel! No vas a molestar a Doug.
—¡Mamá! ¡Déjame divertirme! Si no puedo hacerlo de manera sana molestando a mi hermano entonces será mejor que contrate a una prostituta.
—No caeré en tu juego.
—Te amo. —Le arrojo un beso y ella ríe.
—También te amo y acepto tu invitación a comer, pero sin fastidiar a tu hermano.
—Aburrida.
—Soy tu madre. No me llames aburrida.
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15 de marzo de 2013
—Lamento llegar tarde.
Alzo la vista de mi café encontrándome con una muy agitada Naomi. Pasa las manos por su cabello color chocolate. Tomo otro sobre de azúcar para endulzar mi café mientras ella toma asiento frente a mí.
»Mi jefa me retuvo por más tiempo en el trabajo y… ¿por qué tomas café a las seis de la tarde?
—Costumbre —respondo con simpleza, nunca nadie había preguntado por lo que ya se volvió tan rutinario en mí.
—¿Y le has puesto todo ese azúcar?
—Me gusta lo dulce, Naomi.
Por un momento no dice nada y solo me observa, enarco una de mis cejas y ella toma un lento respiro, me pregunto qué pasa por su cabeza. Al menos no luce incómoda como cuando nos conocimos, no es que se vea en confianza y del todo cómoda, pero con pasos pequeños sé que podemos llegar muy lejos. Su confianza es un regalo por el que voy a trabajar, quiero que esta mujer, pierda el miedo y desesperanza en sus ojos.
Así que tras analizarlo mucho, no quiero pensar por qué me dediqué tanto a ello, llegué a una conclusión con respecto a Naomi Kanet. Me relajo en mi silla y la observo esperando no ponerla en alerta o asustarla. Con Naomi no funciona ser el tipo estricto y profesional que soy con muchos clientes, con ella debo tratarla como si nos conociéramos de otra vida y ser yo mismo. De esa manera se siente en confianza y no está tensa a mi alrededor.
Lucho con una sonrisa cuando vislumbro rastros de pintura en su barbilla, supongo que no lo nota. El arte es una cualidad que comparte con Hilary Jefferson, la novia de mi hermano.
—Tienes—señalo su barbilla—, algo de pintura.
—Típico. Soy restauradora de algunas obras por lo que esto suele suceder.
Le entrego una servilleta y la observo limpiarse, espero no lucir espeluznante, pero resulta que no puedo dejar de mirar.
Una camarera se acerca y ella pide un batido junto a un dulce. Me encargo de pedir un trozo de pastel. Cuando la camarera se aleja se instala un silencio.
—Entonces…—comienza ella pareciendo impaciente y asustada.
—¿Amas mucho el arte?
—¿Qué?
—Creo que me escuchaste. —Sonrío, la tensión de su rostro desaparece un poco y observo con atención como un brillo aparece en su mirada mientras la expresión de su rostro se suaviza.
Baja un poco la guardia relajando su cuerpo. No puedo culparla por siempre estar alerta, por esperar lo peor de las personas, en particular de los hombres, cuando es la sobreviviente de una experiencia tan violenta y traumática.
—Siempre he amado el arte, me hace sentir… en casa. Seguro suena muy loco, pero me ayuda a relajarme, es como tener mi mundo feliz.
—No es nada loco amar y apasionarse por algo.
—¿Amas ser abogado?
—Esa es una pregunta muy interesante. Siempre me preguntan si me gusta ser abogado o asumen que es mi vida. Pero no se trata solo de eso.
»Ser abogado es un arma de doble filo, tú decides si lo haces por vocación o solo por mucho dinero. Seguro me llamaran idiota, pero para mí sería muy incómodo y fatal representar a los tipos malos. Yo no podría defender a un violador.
—Claro.
—Ser abogado no es mi vida, me gusta, entretiene y disfruto de ello, pero no amo la idea de ser abogado. Lo que yo amo es la idea de ayudar. Me siento afortunado y feliz cuando logro ayudar a las personas que me necesitan.
»Estoy especializado en varias ramas del derecho, hago el trabajo legal de un par de empresas y eso me gusta, incluso me encanta, pero siento amor cuando un cliente sonríe sabiendo que su pesadilla queda atrás. No sé si tiene sentido, pero es lo que es.
—¡Vaya! Eso es… —Por primera vez sonríe y es como si el mundo dejara de pesar sobre su espalda. Es hermosa—. Es impresionante, Jeremy… ¿Puedo tutearte?
—Asumía que ibas a hacerlo. —Rio y bebo de mi café.
Hay una sensación de satisfacción al saber que poco a poco sus palabras se liberan mientras habla conmigo, que incluso, está dándome una leve sonrisa. Se siente como un gran logro y no solo como su abogado, si no como algo personal, cosa que no debería sentir.
Traen nuestros pedidos y ella de nuevo fija su atención en mí.
—Jeremy, haces esto por vocación, no es el concepto de ser abogado lo que te apasiona, es la idea de ayudar, de hacer el bien.
—No muchas veces lo logro, pero al menos puedo decir que lo intenté.
—Eres joven.
—Veintiocho años, me gusta sentir que estoy en la flor de mi juventud. —Eso la hace reír—. Tu anterior abogado estaba gordo y feo, ¿no?
—¡Oye! Seguro le resultaba muy atractivo a su secretaria.
—Lo típico.
—No me interesaba tener un abogado atractivo.
—Suerte que ahora tienes uno que sí lo es.
—Claro…
—Entonces, ¿en la escuela también amabas el arte?
—Siempre. Aunque en la escuela me dedicaba más al equipo de baile, pensaba que el arte solo podía ser un pasatiempo y que en la universidad sería contadora o algo como eso.
—Oh, así que mi clienta es una bailarina.
—Exbailarina y no la clase de baile lento.
—¿Quizá de la clase que lleva faldas cortas, tops y pompones? Porque yo soñaba con chicas así en la escuela. Pero mamá nos dejó en una escuela cristiana donde las chicas eran remilgadas y no animaban.
—Tú hablas de animadoras. —Esta vez ríe más, sonrío en respuesta—. En mi escuela había un equipo de baile. Como batonistas.
—¿Del tipo de Beyoncé? Eso es caliente.
—Bueno, quizás… no lo sé. Supongo que éramos explosivas.
—¿Hay vídeos?
—¿Por qué crees que te los mostraría?
—¿Porqué soy encantador?
—Para ser un abogado ese no ha sido el mejor argumento. —Me sorprende que bromee. Da un sorbo a su batido y come de a poco su dulce—. ¿Siempre quisiste ser abogado?
—No. Ahora soy un niño bueno, pero solía ser malo.
—¿Chico malo?
—No del malo drogadicto acosador de niños indefensos. —Rio—. Solo no tenía tiempo de ser el mejor estudiante y peleaba cuando oía que fastidiaban a Doug. O si me molestaban a mí.
»Mis notas no eran las mejores porque a veces faltaba si me ofrecían algún trabajo y también me pillaron algunas veces con las manos bajo las faldas muy largas de mis compañeras. —Me inclino hacia adelante como si le fuera a contar un secreto—. Dormí con la profesora de matemáticas cuando tenía quince años.
Pretendo que suene relajado y como una experiencia enriquecedora, cuando la realidad es que fue una experiencia amarga, humillante y denigrante, una que hasta el día de hoy no olvido. Trato de decirme que si bromeo sobre ello, el peso de aquello disminuirá y no dolerá tanto, pero tal racionamiento no funciona. Aun me atormenta.
—¿Qué?
—No te espantes, no fue algo regular y trato de olvidarlo. Ahora soy bueno.
—Eso debe alegrarme, supongo.
—Pero nunca puedes quitarle a un chico del todo su lado malo.
—Claro, significa entonces que debajo de este sonriente chico dorado hay aún un descarriado chico malo.
—Bueno, no puedo asegurar eso. Y no me llames chico dorado.
—¿Qué hay de malo en ser llamado chico dorado?
—Solo no me llames así, por favor.
Rasco mi barbilla, espero nunca más ser llamado así. Que ella use ese apodo solo lo hace peor. Naomi nota que estoy afectado de manera negativa por ello y todo el avance que habíamos hecho desaparece, de nuevo vuelve a estar incómoda y como si quisiera irse corriendo. Maldigo internamente por eso, no es lo que pretendía.
—Lo siento, no pensé que…
—No es nada malo sobre ti, son cosas de cuando estaba más joven. Ya sabes, algunas cosas no son agradables de recordar.
—De acuerdo, solo Jeremy.
—También puedes llamarme hombre ardiente.
—Mejor lo dejamos como Jeremy.
—Al menos lo intenté.
Se encoge de hombros y como de mi pastel, no está tan relajada como antes, pero al menos no parece asustada así que decido que es el momento para hablar del motivo de nuestra reunión.
—Tengo el número de teléfono del abogado de Ronald. —Da un respingo y palidece un poco, sé que de igual forma debo seguir hablando—. Concreté a través de su asistente una cita con él.
—¿Es un buen abogado?
Hago una mueca, tengo una política de nunca mentir a mis clientes y este abogado es bueno. Muy bueno y no se toca el corazón para dejar a los monstruos libres.
—Lo es, pero…
—Tú también lo eres —agrega ella haciéndome reír.
—De hecho, yo iba a decir que no siempre gana los casos, pero me gusta más esa continuación de mi oración.
—No voy a ver a Ronald.
—Solo es una cita con su abogado. Tranquila, no tienes que ir. Esto es algo entre abogados.
—Bien.
—Pero alguna vez, tú…
—Tendré que verlo. —Se estremece y ve su batido—. Solo espero que esa vez sea para firmar el divorcio.
—Haré lo posible para que solo se trate de esa vez.
—Verlo es mi peor pesadilla. Me ordeno no tener miedo, pero no puedo evitarlo.
Sus palabras tocan una fibra sensible en mí. Desde afuera sería fácil juzgar sus reacciones, pero yo que viví con mi familia ese tipo de violencia, sé que no es fácil. Son monstruos que te dañan física y mentalmente, se convierten en pesadillas que se alimentan de tu miedo, uno que no puedes controlar.
—Dame tu mano.
—¿Qué?
—Que me des tu mano.
Dudosa me la entrega. Es una mano suave y delicada. Y no tengo que ser raro evaluando o haciendo frases románticas y cursis sobre su mano, aun cuando me encuentro pensando que me gustaría tomarla por mucho más tiempo.
»Cuando Doug y yo estábamos pequeños estrechábamos nuestras manos y apretábamos para hacer una promesa. Así que ahora voy a hacer una contigo.
—¿Una promesa?
—Así es, yo Jeremy Nathaniel McQueen te prometo que vas a divorciarte de Ronald y conseguiremos una orden de restricción que no pueda ser renovaba. Una que lo mantenga siempre lejos de ti. Vas a ser libre, tener una vida maravillosa y no volverás a tener miedo de vivir y ser feliz. Lo prometo.
Le doy un apretón a su mano y cuando la libero, ella solo me observa. Me remuevo sin saber qué significa esa mirada y por qué hace que algo leve y agradable se instale en mi pecho.
—No esperaba eso.
—¿No tomaba tu antiguo abogado tu mano para hacer promesas? —bromeo intentando aligerar el hecho de que me hizo sentir de una forma extraña con una mirada.
—Nadie nunca me ha prometido que seré libre de él… Hasta ahora.
—Hasta mí.
—Yo… gracias, no tengo palabras.
—No tienes que agradecerme.
—Sí que tengo que hacerlo. Todos siempre dicen que entienden lo que sucedió… Pero no creo que las personas sepan lo que es estar asustada de continuar mi vida. Es como si ya no supiera cómo avanzar y dejarlo atrás. Pero tú…
—¿Qué?
—Tú pareces saberlo, no dices solo palabras al azar. Lo dices con convicción.
—¿Y sabes que es lo mejor? Que yo cumplo mis promesas, Naomi.