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ОглавлениеCapítulo seis
Naomi
8 de noviembre de 2013
—Hola, mamá.
Mamá deja de limpiar el estante lleno de sus libros de autoayuda y motivación, antes de alcanzarme en la puerta de la casa y abrazarme.
—Mi vida, no puedo creer que estés aquí.
Rio y la abrazo con fuerza. Es una de las cosas que más extraño al vivir lejos: sus abrazos. Ningún abrazo nunca se sentirá tan amoroso como el suyo. Es la única persona que puedo saber con certeza que nunca va a fallarme. Beso de manera sonora su mejilla tomando su rostro en mis manos.
Siempre me ha divertido que mamá sea muy baja de estatura, desde mis doce años yo era más alta que ella. Tengo mucho parecido físico con mamá, papá solo se encargó de darme la estatura y complexión, aunque no me hubiese quejado ni un poco de ser voluptuosa y rellenita como mi mamá. Para mí es la mejor mujer del mundo.
—Te eché de menos, mami.
—Y yo a ti mi chocolatico dulce.
—Recuerda no decir ese apodo frente a mis amigos.
Teniendo en cuenta que Claudia no me ha dado nunca vacaciones a menos que me enferme de gravedad o de algo contagioso, mi única opción consiste en venir un viernes para marcharme el domingo. No son todos los días que me gustaría estar en la casa en la que crecí, pero me conformo con ello.
Siempre ha sido un problema en mi vida: conformarme.
Me sigue mientras camino hasta mi antigua habitación para dejar mi mochila. Sonrío apenas pongo un pie adentro. Las paredes son blancas y tienen un montón de salpicaduras de pinturas en ella. Tuve dificultad para decidirme por algún color y Ronald me preguntó por qué no solo escogía un color, que no era tan difícil.
Recuerdo que solo rodé mis ojos y le dije que callado estaba mucho más lindo, se molestó de una forma divertida que luego me hizo reír y cuando fui a por pintura, solo decidí comprar una blanca, pensando que era una decisión diplomática. Entonces luego vi el resultado y era tan clínico que tomé mis pinturas y comencé a arrojarlas a las paredes, hasta el techo. Tuve que comprar muchas pinturas más. Cuando papá llegó del trabajo su rostro se puso muy carmesí y parecía estar luchando con su enojo. Salió de mi habitación y volvió cinco horas después para decirme que yo era una artista, que se veía bonito pero que nunca pintaría su sala. Luego me sonrío y dijo que nos amaba a mí y mi creatividad.
En esta casa siempre estuve protegida, segura y siempre fui feliz. Mis problemas empezaron cuando quise ser libre e independiente creyendo en la persona equivocada. Confiando más en el juicio de otro que en el mío.
—Estoy tan feliz de estar aquí, mamá.
—Lo sé, chocolatico. Yo estoy feliz de que estés aquí, en la que siempre será tu casa.
Aún no consigo un lugar en el que me sienta en casa del modo en el que me siento aquí.
Me habla sobre que papá seguro vuelve temprano del trabajo, menciona que quizá deba salir más tarde con Alan, mi hermano mayor por parte de papá. Mamá nunca lo ha rechazado. Es el hijo del primer matrimonio de papá y nos vemos muy poco; no hay un lazo fuerte de hermandad entre nosotros, pero no es desagradable e incómodo pasar tiempo con él, por lo que le escribo preguntándole si podríamos vernos después de la cena.
Ayudo a mamá a cocinar, sonrío y río mucho mientras escucho cada cosa que tiene para contarme, siempre le ha gustado ser algo chismosa y parece siempre tener algo para contar.
—¿Qué tal todo con tu abogado?
Es su manera no directa y para no alterarme, de preguntarme por el proceso de mí divorcio y la prohibición definitiva de que alguna vez Ronald pueda volverse acercar a mí.
Sin embargo, decido explicarle la parte alegre del proceso en respuesta a su pregunta:
—Mi abogado es caliente, atractivo y tiene una sonrisa que seguro enloquece a muchas chicas. Tiene unos ojos verdes que nunca parecen tristes, pero que a veces parecen ocultar algunas cosas. Cabello rubio y una risa encantadora.
»Creo que le dieron el don de ser todo un encanto. Coqueto sin remedio, me hace reír un montón y dice siempre cumplir sus promesas. —Río—. Curioso, fisgón, amable y cordial ¿Y sabes qué es lo mejor?
—No.
—Que cuando me ve a los ojos y me dice que seré libre, le creo. Porque todo lo que veo es verdad.
Mamá no dice nada mientras lava sus manos y las seca en un viejo pañuelo. Sus ojos parecen húmedos mientras me observa.
»¿Qué?
—Nada. Solo estoy feliz de que consiguieras a un abogado como él.
Sé que es otra cosa, y quizá puedo intuir lo que en realidad quiere decir, solo que finjo que le creo y luego grito de alegría cuando papá llega y ambos me abrazan. Los amo tanto y me hacen sentir tan amada que a veces desearía que nunca terminara el abrazo.
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9 de noviembre de 2013
Observo como Malia, la cachorra de mi hermano Alan, corre por delante de nosotros en el parque llena de entusiasmo y sin dejar de mover esa esplendida cola.
—Papá me habló sobre Ronald saliendo de la cárcel. A veces el sistema judicial puede ser un desastre.
Suspiro. Papá siempre mantiene al tanto a Alan, como he dicho, no somos hermanos muy cercanos, pero él ha estado brindándome su apoyo desde un principio con todo lo referido a Ronald. Cuando lo supo no dejaba de decir que iba a matarlo, nunca sentí a Alan más cerca de mí que cuando me abrazó y repitió una y otra vez que todo estaría bien.
—Sí, me gustaría no tener que lidiar con él nunca más, pero ante la ley se supone que todavía es mi esposo.
—Y eso me molesta demasiado.
—Mi abogado está trabajando en ello. —Le sonrío—. Y no, no es el que tenía antes que hacía un trabajo poco entusiasta. Mi actual abogado se preocupa por mí.
Alan enarca una ceja hacia mí cómo si captara algo en mi voz, aclaro mi garganta.
»Es un abogado excelente y sé que logrará sacarlo de mi vida, entonces, yo seré libre.
—Eres libre, Naomi, solo que hay un estorbo en el camino, por suerte ya van a quitarlo.
Rio y él también lo hace, me da un pequeño empujón con su hombro antes de llamar a Malia, quien no duda en venir corriendo hacia él. Ambos nos agachamos y acariciamos en suave pelaje de la cachorra.
—Voy a casarme —dice de la nada y yo abro mis ojos con sorpresa, él ríe—. Así que Eleonor me dijo que sí y vamos a casarnos.
—Eso es… ¡Vaya! Felicidades. —Le doy un abrazo que hace que caigamos de culo sobre el suelo. Ambos reímos.
—Gracias, Naomi. Nos gustaría que fueras una de las damas de honor.
Viniendo de Alan eso significa mucho para mí, lo abrazo de nuevo enternecida por la petición.
—Eso me encantaría.
—Genial, tal vez para entonces tengas alguna cita que llevar.
Rio, pero por alguna razón a mi cabeza viene la idea de que ese alguien sea Jeremy. ¡Qué locura!
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2 de diciembre de 2013
Cuando termino de hacer yoga, sonrío y me encargo de tomar profundas respiraciones. Mi cuerpo y mi mente se sienten relajados. No siento ningún peso sobre mí y hay una tranquilidad que me recuerda por qué encuentro tan significativo e importante el yoga en mi rutina de vida.
—¿Un café?
Alzo la vista y me encuentro con la mirada y sonrisa de Danny. Parece no desistir, es inofensivo, pero es un poco fastidioso repetir siempre la misma respuesta: no.
—Lo siento, pero tengo un almuerzo con Jeremy.
Voltea a ver hacia la puerta y Jeremy alza la mano saludándolos como si supiera que hablamos de él, tiene una sonrisa muy complacida. Danny rueda sus ojos.
—En serio, ¿no viene siempre a verte?
—Tenemos cosas de las que hablar. —Tras responder me doy cuenta de que yo ni siquiera tendría por qué darle explicaciones.
Supongo que es una mala costumbre que Ronald dejó en mí. Sin embargo, dejo por fuera el hecho de que es mi abogado, mi vida privada es algo que no comparto con todos.
—Ya, claro. Bueno, nos vemos en la próxima clase, Naomi. —Besa mi mejilla y comienza a alejarse no luciendo muy feliz.
Recojo mi alfombra y camino hasta Jeremy que ya tiene en su mano mi bolso. Trato de no fijarme en que trae un pantalón deportivo y una camisa ajustada, porque parece que viene de correr.
Trato de ignorar la manera en la que la vista me atrae, el modo en el que su presencia parece llamarme. Su dulce sonrisa, genera reacciones en mí.
—No tienes que plantarte a esperarme, podríamos haber acordado una hora más tarde.
—No me molesta. —Se encoge de hombros y baja su rostro para besar mi mejilla—. Hola, Naomi.
—Jeremy —me reprendo porque eso ha sonado un poco sin aliento y él enarca una ceja porque también lo notó. Aclaro mi garganta—. ¿Almuerzo en mi casa mientras me pones al día?
—Solo si me prestas tu ducha, yo también apesto.
La idea me alarma, no solo porque un hombre se meta desnudo a mi ducha en donde solo me baño yo. Es que ese hombre será Jeremy.
Jeremy desnudo.
Y lo peor, yo no lo veo solo… Me veo a mí. La idea es tan aterradora, ansiosa y emocionante a la vez.
—¿Entonces? ¿Me prestarás tu ducha?
—Supongo que no hay problema en ello.
—Bien. —Me sonríe, no me entrega mi bolso mientras caminamos hasta la salida.
Él habla sobre algo, pero solo me concentro en la idea de que estará en mi ducha desnudo, con agua deslizándose por lo que debe ser un cuerpo magnífico. Parpadeo y trato de prepararme para ello.
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Nada me prepara para la ansiedad que siento mientras escucho el agua de la ducha correr. No quiero imaginarlo, pero no puedo evitarlo.
Yo ya he tomado mi ducha, mi cabello está húmedo y visto un pantalón de algodón y una camisa sencilla. Estoy de pie, frente a la puerta del baño y escucho el agua caer y casi se me escapa una sonrisa al oír a Jeremy cantando.
—Debes moverte de aquí, Naomi —me ordeno.
Se supone que esta clase de situaciones me asustan, pero aquí estoy, como una especie de adolescente, atenta a que Jeremy me deje ver algo, es vergonzoso. Una parte de mí quiere ocultarse para evitar cualquier posible escenario y otra, solo quiere entrar y enjabonarle la espalda.
Mis pensamientos han subido de tono. La falta de sexo nunca me ha afectado, el principal motivo es porque le tengo miedo y la idea me causa un profundo recelo. Todo empezó en el momento en el que inventar excusas me salvaba de tener cualquier parte de Ronald en mí, aunque no siempre funcionó. Pero ahora, por alguna razón, una parte de mí parece muy creativa sobre posibles escenarios con mi abogado y eso no está bien. Nada bien. Veo hacia al suelo en donde dejé la mochila de Jeremy que contiene su ropa porque la olvidó en el sofá.
—Naomi, ve y empieza a cocinar —me ordeno una vez más y estoy a instantes de moverme cuando la puerta se abre.
El vapor golpea mi rostro y luego todo lo que puedo ver es una de mis toallas envolviendo las caderas de Jeremy mientras gotas de agua, provenientes de su cabello, se deslizan por su cuerpo.
Estoy sin palabras y soy incapaz de moverme.
Jeremy parece sorprendido. Por un momento tampoco se mueve, luego poco a poco comienza a desplegar una de sus sonrisas que desprende picardía.
Parpadeo mucho y me encargo de cerrar mi boca mientras una gota viaja por el centro de su pecho pasando por su abdomen no muy musculoso pero agradable a la vista con algo bueno para apreciar, la gota se pierde en sus caderas, debajo de la toalla. Trago.
—Vine a recoger mi mochila. —No respondo—. ¿Vigilabas que no me cayera en la ducha?
—Solo… pasaba por aquí.
—Bien, pasabas por aquí, súper casual.
—Ajá… pasaba.
Sacudo mi cabeza saliendo de mi ensoñación pero me otorgo unos segundos para observar su cabello húmedo.
»Iré… a encargarme del almuerzo, tú solo vístete.
—O no me visto.
No respondo, me doy media vuelta y cuando, por fin, soy capaz de marcharme, lo escucho reír. Llego a la cocina y me cubro el rostro con las manos ordenándome obtener calma y detener todo pensamiento no decoroso que estoy teniendo.
Eso ha sido… inesperado, pero ha ocasionado tantas cosas en mí. Me ha hecho tener un leve reencuentro con la lujuria y deseo, algo que hace mucho no experimentaba.
Es como un viejo conocido con el que me he reencontrado, uno que no sabía que extrañaba tanto.
Cuando Jeremy aparece en la sala ya vestido, ya tengo preparada una tortilla española junto a unas tostadas porque la cabeza no me daba para cocinar algo más. La cabeza solo me daba para pensar en Jeremy con una toalla y cuerpo húmedo.
Su cabello sigue húmedo, lleva un pantalón negro y una camisa de manga larga de color verde, que resalta sus ojos. Se inclina en el mesón observándome con una sonrisa.
—No me advertiste que tu ducha fuese tan deliciosa. Y que olería tan delicioso usando tu jabón. —Finge olerse—. Coco y chocolate, delicioso.
Rio y le paso su plato de comida junto a una gaseosa. Me sigue hasta la pequeña mesa de cuatro sillas y se sienta justo a mi lado. Adula mi comida y mantiene la conversación ligera, eso solo significa que lo que venga después no va a gustarme.
—¿Te bañas en las casas de todos tus clientes?
—Solo si luego saldré oliendo a coco y chocolate. ¿Tú dejas a todos tus abogados bañarse en tu ducha?
—Solo mis padres y Hilary se habían bañado en mi ducha.
—En ese caso me sentiré muy especial.
—Tú eres especial —digo antes de darme cuenta y su sonrisa crece.
—Gracias, tú también lo eres.
Todo lo que hago es devolverle la sonrisa mientras comemos, la conversación se mantiene suave y como siempre me hace reír, parece que es algo natural en él. Cuando terminamos de comer el ambiente no está tan liviano como al inicio, suspiro y veo hacia mi plato vacío.
—No temas decirme lo que tienes que decir. Estoy trabajando en ser una mujer fuerte.
—Tú eres una mujer fuerte.
—Solo dime, Jeremy.
Esta vez él es quien toma una profunda respiración. Su mano cubre la mía mientras me da un suave apretón.
—El abogado de Ronald no ha dejado de insistir y movilizarse.
—Lo entiendo.
Por dentro estoy temblando, de hecho, mi mano envuelta en la de Jeremy también tiembla. Le tengo mucho miedo a lo que pueda decir.
—Ha alegado que sus «diferencias» pueden arreglarse.
—No tenemos diferencias, él iba a matarme —dejo en claro, porque ¿cómo pueden minimizar el hecho de que iba a acabar con mi vida?
Jeremy aprieta sus labios, no puede contradecirme. Si siguiera con él quizá ni siquiera estaría respirando. No. Si siguiera con él, hace mucho tiempo hubiese muerto.
—Tenemos dos sesiones con él y su abogado.
—¿Por qué? —Mi voz suena seca incluso para mis propios oídos.
—Para demostrar que lo que ese animal llama «diferencias» no pueden solucionarse en reuniones.
—Quiero el divorcio.
—Lo sé y vamos a lograrlo. ¿Vamos a detenernos en este obstáculo?
No levanto la vista de mi plato, siento acidez en mi estómago, mi corazón late desesperado porque me pregunto si esta es una prueba de mi última supervivencia a Ronald.
Confieso una verdad que me avergüenza:
—Me da miedo. Estoy aterrada de verlo.
—Siempre estaré a tu lado, no lo dejaré acercarse. Lo prometo.
—Si hago esto y se demuestra que nuestras «diferencias» no tienen solución, ¿podré obtener sin duda alguna mi sentencia de divorcio?
—Así es.
Mis ojos se humedecen y alzo mi rostro para poder fijar mi mirada en él, no le gusta ser el portado de esa noticia y no me gusta ser quien la reciba.
—¿No vas a dejarme? —susurro.
—Nunca. —Aprieta mi mano.
—¿Estarás a mi lado?
—Siempre.
Todo lo que veo en sus ojos es sinceridad, con mi mano libre limpio la lágrima que escapa y tomo un profundo respiro ordenándome calmar a mi corazón que late aterrado ante la idea de respirar el mismo aire que Ronald.
—Está bien, puedo hacerlo. No estaré sola.
—¿Confías en mí?
—Tal parece que siempre confiaré en ti, Jeremy.
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20 de diciembre de 2013
Después de asimilar las palabras de Hilary, lo que hago es abrazarla con mucha fuerza mientras ella ríe y me devuelve el abrazo. Luego tomo su mano y observo el hermoso anillo.
Escucho a Jeremy y Doug reír, pero no me importa. Estoy demasiado feliz por ella. Me gusta ver que alguien está consiguiendo su camino feliz en el amor.
—Felicidades, amiga.
—Gracias y por supuesto que tú serás una de mis damas de honor.
—Lo hago encantada. —Me giro hacia Doug y le doy un breve abrazo—. Felicidades para ti también.
—Gracias, Naomi.
Tomamos asiento de nuevo, debí imaginar que Hilary o Doug se encargarían de invitar a Jeremy al almuerzo. Hacemos nuestros pedidos y observo a Jeff McQueen dormir, estoy ansiosa de que despierte para sacarlo de su coche y darle muchos mimos.
—Mamá seguro pensó que el primero en casarse iba a ser yo —asegura Jeremy. Doug ríe como si fuese la mejor broma que jamás haya escuchado.
—Para ello primero tendrías que conseguir una novia —Doug me observa antes de sonreír—, y hasta ahora solo te he visto pasar tiempo con Naomi, ninguna otra mujer.
Estoy muy segura de que Hilary golpea su pierna debajo de la mesa porque Doug se queja. Veo a Jeremy, él está con una pequeña sonrisa.
—No quiero quitarte más de tu tiempo, de hecho, pensé que no lo hacía. Lamento si es así, no te sientas atrapado, sal y busca… mujeres —digo con bastante torpeza.
Lucho contra las ganas de fruncir el ceño porque no me he puesto a pensar en si Jeremy tiene alguna chica o chicas, solo asumí que su vida se limitaba a su trabajo y familia, tal vez eso ha sido un error de mi parte. ¿Por qué alguien como Jeremy no tendría a mujeres interesadas? Es imposible pasar de largo tal encanto y además se encuentra todo ese atractivo físico.
»Además, tal vez tu amiga, la de aquella vez… —continúo.
—¿Amanda?
—¿Te gusta Amanda? —pregunta Doug a su hermano. Él niega con su cabeza en respuesta—. ¿Entonces por qué Naomi te está enviando a salir con ella?
—La verdad, no lo sé. ¿Por qué, Naomi? —Me cuestiona enarcando una de sus cejas.
—¿Por qué intenta impulsar tu vida amorosa? —bromea Hilary.
—Solo fue algo que dije. No quiero acaparar tu tiempo.
Aunque me gusta pasar tiempo con él. Lo disfruto.
—¿Qué pasa si me gusta que acapares mi tiempo? —pregunta y suena como si tal pregunta escondiera mucho significado.
Me ve tan fijamente que es imposible huir de su mirada, hay un quejido y volteo para ver a Jeff haciendo pucheros mientras observa alrededor. Soy salvada por Jeff.
—¿Quieres cargarlo? —pregunta Hilary notando lo que quiero.
—¡Sí!
—Adelante. Hazlo.
Tomo a Jeff quien solo me observa haciendo un puchero. Lo sostengo contra mi pecho de manera en que esté acostado y observo sus ojos. Es una criatura tan inocente que espero que durante toda su vida consiga mucha felicidad, sé que sus padres se encargarán de que sea así.
—Hola, hermoso. Tienes que ser el hombre McQueen más hermoso —le digo antes de besar su frente.
Alzo la vista y el celular de Doug me apunta, él se encoge de hombros ante mi mirada interrogativa.
—Y así es como te vuelves el McQueen favorito de otra mujer, querido hijo. —Baja su celular—. Estaba grabando un vídeo de ti, en un futuro se lo mostraremos a Rayito. Tengo una alta colección de buenos vídeos, si alguna vez quieres ver uno de Jeremy, solo haz tu oferta y lo tendrás.
—Por favor, no —implora Jeremy con sus manos unidas en suplica—. Doug es muy capaz de tener vídeos muy vergonzosos.
—Un día te haré una oferta, Doug —bromeo. Doug parece encantado con la posibilidad de que eso ocurra.
—Esperaré por ello, Naomi.
Continuamos hablando y Hilary me deja sostener a Jeff durante todo el almuerzo, incluso me encargo de darle su biberón. Cuando nos despedimos les doy un abrazo a cada miembro de esa pequeña familia que va rumbo al matrimonio. Subo al auto de Jeremy porque se ofreció a llevarme de regreso a mi trabajo.
Jeremy no me trata solo como alguien a quien ayuda. Me trata como alguien que le importa. Aparte de su acostumbrado coqueteo nunca ha insinuado ningún interés romántico, no al menos de una forma que no fuera de broma. No sé si se trata de que le interese mi amistad o si solo siente tristeza por la chica de pasado triste.
Yo solo sé que Jeremy se ha convertido de alguna forma en parte constante de mí día a día, no pasan muchos días sin saber de él, ni semanas sin verlo. De alguna manera siempre está ahí.
Incluso ha sido el primero en saber que me inscribí en las clases de baile tal como lo planeé y ha prometido que si alguna vez hago una presentación irá a verme.
Se detiene frente a mi lugar de trabajo, me giro a observarlo.
—Gracias por traerme. Pareces ser un abogado con muchos servicios incluidos.
—No encontrarás a otro como yo, soy edición especial.
—Ya lo creo.
Me acerco y parece sorprendido, por largos segundos solo nos observamos a una corta distancia que resulta confusa. Me hace sentir nerviosa, deseosa y confundida. Al fin, beso su mejilla.
—Ten una bonita tarde, Jeremy.
—Igual tú.
Bajo del auto y camino hacia la entrada de la galería, me volteo y aun me observa desde el auto, se despide con la mano y una gran sonrisa mientras retomo mi camino.
Apenas pongo un pie adentro, Claudia, que parece estar dándole órdenes a Robert, camina hasta mí y me entrega un sobre blanco.
—Este no es tu casillero de envíos, quien quiera dejarte recaditos que consiga la dirección del lugar que llames hogar. —Se voltea hacia Robert—. Apúrate, no tengo tiempo, Robert.
La veo irse mientras Robert la sigue. Camino en silencio a mi lugar de trabajo. Veo la escultura que debe ser retocada en colores, es un trabajo difícil y delicado, pero no imposible.
Abro el sobre blanco en mis manos y noto las letras en recorte de periódico.
No me gustan tus nuevos amigos.
No me gusta que tengas amigos.
Soy todo lo que necesitas.
Debo ser tu mundo.
Nivel de molestia: volví a un sólido 5.
No temas.
Mis manos tiemblan cuando termino de leer, apenas llego a tiempo a la papelera cuando comienzo a expulsar todo lo que almorcé mientras caigo de rodillas. Mis manos tiemblan al sostener la papelera y vomito sin control alguno. Logro ensuciar mi cabello en el proceso y parte de mi ropa.
—Naomi, necesito que… —Robert se calla. Alzo la vista y me observa desconcertado, luego frunce el ceño—. ¡Jesús! Luces horrible y este lugar apesta a vómito. Ve a tu casa y toma algo.
—Estoy bien.
—Vete. Así solo eres un mal para el lugar.
No quiero irme. Tengo miedo de salir y de que esté esperándome.
»Llamaré a un taxi para ti, no necesitamos más de este desastre. Solo espero que no sea un embarazo, a Claudia no le gustan los bebés.
Qué bueno porque no es como si alguien deseara dejarle su bebé. Robert llama al taxi frente a mí, no me ayuda a ponerme de pie y está asqueado cuando nota los lugares en los que me ensucié. Me acompaña hasta la salida manteniendo una distancia muy grande y me ordena conseguir curar cuál sea mi mierda. Aun así cuando luego de temblar y aterrada llego a mi apartamento, agradezco la poca bondad que tuvo de dejarme ir a casa, porque me encierro, pongo todos los seguros por haber, me ducho y me encierro en mi habitación abrazando la almohada y convenciéndome de que él no vendrá por mí.
Seré libre.
Seré feliz.
Y un día no tendré miedo.
Me repito eso una y otra vez, espero un día creerlo. Que un día suceda.