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¿Hacia dónde estamos yendo?

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Sobre la base de la anterior revisión de la investigación, la teoría y la práctica, podemos tener una relativa certeza con respecto a algunas cosas. En primer lugar, parecería claro que la calidad de la relación entre el terapeuta y el cliente es un factor clave que determina la efectividad del trabajo terapéutico. En pocas palabras, cuanto mejor es la relación, mejores parecen ser los resultados. En segundo lugar, daría la impresión de que los seres humanos son menos individualistas de lo que la sociedad moderna occidental quiso hacernos creer; y muchos parecen tener una motivación y una capacidad para establecer relaciones con otras personas. Tercero, muchos abordajes terapéuticos parecerían estar volcándose en una dirección relacional, dialógica e intersubjetiva. Todo esto sugeriría que si queremos ayudar todo lo posible a nuestros consultantes, deberíamos prestar atención a la calidad de la relación terapéutica.

Pero ¿qué sucede en realidad entre terapeuta y consultante? A pesar de todas las investigaciones realizadas sobre las variables terapéuticas asociadas a resultados positivos, lo cierto es que todavía sabemos muy poco sobre los verdaderos procesos y dinámicas que acontecen entre terapeuta y consultante, y cómo estos pueden conducir a cambios terapéuticos significativos (Bachelor y Hovarth, 1999). De hecho, nuestra comprensión de las variables relacionales clave y el tipo de cambio que pueden producir se ha desarrollado muy poco desde las primeras afirmaciones de Rogers (1957) sobre las condiciones necesarias y suficientes para que se produzca un cambio terapéutico de la personalidad. Por eso es necesario desarrollar nuestras teorías sobre lo que ocurre en las relaciones terapéuticas y perfeccionar modelos acerca del modo como determinados procesos relacionales pueden producir distintos tipos particulares de beneficios psicológicos. Además, ya que gran parte de la investigación tiende a focalizarse en variables terapéuticas relativamente superficiales (como, por ejemplo, niveles de colaboración) se necesita investigar y teorizar sobre los sentimientos de conexión, intimidad y encuentro mucho más intensos y profundos que pueden surgir dentro de la relación terapéutica. Sobre esto no sabemos prácticamente nada; y sin embargo, como veremos, estas experiencias de conexión son absolutamente centrales en los informes de los terapeutas acerca de cómo funciona la terapia.

Antes de examinar en mayor detalle el fenómeno de la profundidad relacional, queremos exponer las razones por las cuales consideramos que este tipo de relación puede ser tan importante en la terapia. Por lo tanto, en el capítulo 2 analizaremos diversos problemas psicológicos y mostraremos cómo estos pueden estar íntimamente relacionados con las dificultades que tienen las personas para establecer conexiones profundas en su vida.

Trabajando en profundidad relacional

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