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Qué paradoja; la idea de unos niños creativos que viven en un lugar donde está prohibida la diversión se me ocurrió un día excepcionalmente entretenido. De hecho, resulta curioso –por no decir contradictorio– lo mucho que hemos disfrutado construyendo el grisáceo universo de Tediópolis. ¿Quién iba a pensar que es tan estimulante escribir sobre una sociedad que rinde culto al aburrimiento? Buena parte de ese mérito se lo debo a mi amigo Diego Chozas, que no dudó en aceptar mi invitación de incorporarse a un proyecto que necesitaba de su humor absurdo, de su ironía. Diego es capaz de mirar como lo hace un niño que sueña, como mira un niño feliz. (Algo imperdonable en Tediópolis, claro).

También hemos contado con la habitual complicidad de mis expertos insustituibles: Alberto Baeyens, Pepe Trívez, Esther Rodrigo, Susana Berdejo y Begoña Oro. De nuevo nos han obsequiado con sus valiosas aportaciones. La conspiración se completa con dos apoyos de lujo: David Guirao, que tuvo la generosidad de ofrecer unos primeros bocetos del mundo que estábamos diseñando, y Nerea González, que también de forma desinteresada nos propuso diversos experimentos reales que incorporar al proyecto. A todos ellos quiero manifestar mi más cariñoso agradecimiento. Con vosotros da gusto imaginar, embarcarse en desafíos fantásticos. Como recompensa, contad con una parcela en Tediópolis, a la altura de la plaza del Hastío.

DAVID LOZANO

El Fantasmatrón

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