Читать книгу Tokio Redux - David Peace - Страница 10

1967-1974-1999

Оглавление

David Peace nació en Osset, West Riding de Yorkshire, Reino Unido. Estudió en Mánchester, se fugó en un primer momento a Estambul como profesor de inglés para recalar en Japón en 1994 donde aún reside en la actualidad con su mujer y sus dos hijos. De hecho, vivió en Japón hasta 2009, lo intentó con Inglaterra durante dos años pero acabó regresando en cuanto acabaron tsunamis y terremotos. Llegó a Japón escapando de ser escritor, una vocación que tenía desde la infancia.

Un primer manuscrito fue rechazado por todas las editoriales las cuales, según David Peace, no tenían la deferencia de poner un colofón educado cuando no desmoralizador del tipo «no deje de enviarnos futuros manuscritos» o «valorando su calidad literaria no encuentra acomodo en nuestro catálogo». En Japón empezó a escribir casi a modo de terapia de sus obsesiones, sin pretender —al menos en un primer momento— publicarlo y más aún, cuando se encontraba tan alejado del mundillo literario al que pertenecía, de su tradición y sus mecanismos de autores, agentes, medios y editoriales.

Una de las obsesiones que cubrieron de un modo enfermizo su infancia y adolescencia fue Peter Sutcliffe, un asesino en serie que fue acumulando víctimas —13 es la cifra oficial, probablemente sean más— desde 1975 hasta 1981. Acercarse a Sutcliffe ya lo había intentado nuestro hombre en 1988, cuando residía en Mánchester, perdido, deprimido y en paro, pero solo consiguió hundirse más y convencerse en aprovechar la primera oportunidad de fuga que tuviera. Esta llegó como profesor de inglés en Estambul. Puesto para el que no se exigía ningún tipo de cualificación, solo ser angloparlante y querer vivir en Turquía. Pero para escribir no solo basta un tema sino una voz. Prueba, copia y error. Copia y error hasta que tú eres tan mala copia de alguien y perseveras tanto en un determinado error que acabas siendo tú y solo tú. A David Peace le llegó, ya en Japón, el soplo de que había una librería de segunda mano donde vendían libros de género negro en inglés. La epifanía le llegó en forma del White Jazz del Mad Dog de las letras negras, James Ellroy. Esa era la manera, esa la forma de hacer saltar la banca. Novela negra escrita a dentelladas, como en medio de un tiroteo, utilizando todo, absolutamente todo lo que tuvieras a tu alcance que pudiera transformarse en palabras, sonidos, onomatopeyas e informes burocráticos. Y además enredando el crime fiction con el policial y la novela histórica, para explicarla e inventarla al mismo tiempo y siempre el crimen, desde los más notorios a las víctimas más humildes, como resultado de un momento concreto en un lugar concreto. Usted se muere aquí, por estar ahora y aquí. Más tics de Ellroy: su querencia por los cuartetos y por escribir a mano. Así que Peace se embarcó en sus recuerdos de aquella Inglaterra asfixiante, lluviosa, desesperada y desesperante y en el destripador de Yorkshire, en lo que acabaría siendo 1974. Su padre le hizo una visita, leyó la novela y le dijo: «Deberías enviar esto a una editorial». Así que envió un par de capítulos a una pequeña editorial, Serpent’s Tale, y no habían transcurrido ni dos semanas cuando la editorial le estaba ya pidiendo el resto.

1974, publicada en 1999, puso a Peace en primera fila de los autores ingleses del momento y a nivel internacional, en especial cuando el prestigioso editor y mentor del género, François Guérif, publicó la versión francesa de esta novela y del resto del cuarteto: 1977 (2000), 1980 (2001) y 1983 (2002). Si Ellroy tenía su Cuarteto de Los Ángeles, Peace ya tenía su Cuarteto de Red Riding. Pero no solo Ellroy estaba detrás de lo que hacía sino Ted Lewis, John Harvey y Dereck Raymond. El ciclo fue adaptado para la televisión en tres partes —se omitió el guion de 1977— de Channel 4 emitiéndose en 2009. En su día, Ridley Scott compró los derechos para llevarlo al cine pero no fructificó esa aventura.

1974 y el resto del ciclo llegaron en el momento justo. El género negro estaba lleno de buenas noticias de calidad tanto a nivel de autores y libros, propuestas televisivas y cinematográficas, y además con la patada en el trasero que le dio Larsson llevándolo al siglo XXI y haciéndolo mainstream. Existía un público para esa historia que nos cuenta Peace, pero, especialmente, existía un radar y un público también por cómo la explicaba. Lo de Ellroy era evidente y reivindicado por el propio Peace, pero su brebaje era lo suficientemente personal y de alta calidad para disfrutar las diferencias (y poder hacerlo de uno y otro): intrigas retorcidas y, a ratos, confusas, apuesta por el escenario, la sensación, la experiencia lectora por encima de un guía argumental que te llevara de la mano. Pesimismo insoportable, extraños artefactos, crímenes sexuales, policías brutales, corrupción y marginalidad de arriba abajo de la escalera social en un entorno que es, al mismo tiempo, tu identidad y tu cárcel. Y, por supuesto, un retrato inmisericorde de una Inglaterra pre y thatcheriana, opresiva, cruel y desesperanzadora. David Peace nos metía en una pesadilla obsesiva, perturbadora, que no nos permitía olvidar el drama y el destino inexorable de unas víctimas y una sociedad implacable. Pura novela negra, por cierto.

Los cuatro libros del cuarteto también mostraban que el éxito y los halagos no movían la voluntad artística de búsqueda de su autor. Cambiaban los músicos, vamos, y si 1974 era autoconclusiva, 1977 se movía en el otro lado, la investigación era un caos, tramposa y, al final, todo quedaba a criterio del lector que ya había decidido que eso era lo de menos. En 1980 nos hablan las víctimas que divagan, señalan y nos gritan, en un formato radical, de música metida en una caja metálica mientras que en 1983 tres narradores se turnan en un viaje del pasado al presente. Todo en (des)orden en el planeta Peace.

Tokio Redux

Подняться наверх