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CAPÍTULO SEIS

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20:35 Hora del Este

El Cielo sobre el Océano Atlántico


—Rock and roll, —dijo Mark Swann.

—Hip-hop, hijo, —dijo Ed Newsam. —Hip-hop.

Extendió su gran mano a través del estrecho pasillo del pequeño jet y Swann le dio un golpe suave y lento. Entonces Swann giró su propia mano y Ed le puso unas monedas en la palma. Acababan de hacer los gestos de “choca esos cinco, quédate con el cambio”, saludo de hermanos.

Desde la última misión, Newsam y Swann se habían convertido en amigos inverosímiles.

Luke los miró. Ed recostado en su asiento, de mirada penetrante, enorme, bien vestido con unos pantalones de color caqui y una ceñida camiseta del Equipo de Respuesta Especial. El campo de Ed eran las armas y las estrategias. Tanto su cabello como su barba estaban muy cortos y los bordes perfectamente parejos. Parecía exactamente lo que quería parecer: alguien con quien no debes meterte.

Mientras tanto, Swann parecía algo más que un agente federal. Llevaba gafas con montura negra y el pelo recogido en una larga cola de caballo. Llevaba puesta una camiseta que decía BANDERA NEGRA, con la foto de un hombre saltando desde un escenario hacia una multitud llena de gente. Estiró sus largas piernas en el pasillo, tenía puesto un viejo par de pantalones vaqueros rasgados en sus piernas flacas, con un par de Converse de color amarillo brillante, como un obstáculo para cualquier transeúnte. Sus pies eran enormes.

Los dos hombres se habían juntado originalmente por su mutuo gusto por el grupo de rap llamado Public Enemy, de los años 80, y por un sentido del humor sarcástico similar. Ahora estaban unidos por Dios sabe qué. ¿Energía masculina juvenil? ¿Posibilidad ilimitada?

Los chicos se estaban divirtiendo, de camino a otro viaje al quinto pino. Eso era bueno. Estos tipos necesitaban ser expertos y muy agudos.

Luke no sentía ni la mitad de su entusiasmo. Se sentía agotado, más emocionalmente que físicamente. Por supuesto, él era el único de aquí que tenía un bebé recién nacido, una esposa enfadada y una suegra manipuladora. También era el único que había hecho un viaje de ida y vuelta de tres horas a la costa este.

Newsam y Swann habían ido a Red Lobster mientras tanto. Parecía que habían bebido un poco, con su cena de marisco.

—Chicos, ¿estáis listos para trabajar? —dijo Luke.

Ed se encogió de hombros. —Nací preparado.

—Rock and roll, —dijo Swann de nuevo.

El jet Lear de seis asientos rugió a través del cielo hacia el noreste. El jet era azul oscuro, sin marcas de ningún tipo. Habían despegado de un pequeño aeropuerto privado, al oeste de la ciudad, hacía veinte minutos. Este podría ser un avión corporativo en un viaje de negocios, o un grupo de niños ricos hacia un vuelo europeo.

Detrás de ellos, a su izquierda, se veían los últimos rayos de sol del atardecer. Delante y a su derecha, la acelerada noche.

Luke sentía que a menudo experimentaba momentos como este: como si se estuviera sumergiendo en algo más allá de su comprensión. Las misiones no le molestaban. Estaba nervioso, pero no realmente asustado. Había visto tanto combate que muy pocas cosas quebrantaban su confianza. Lo que él no entendía era el contexto.

¿Por qué? ¿Por qué estaban haciendo esto? ¿Por qué los mandamases hacían lo que hacían? ¿Por qué había terroristas y grupos terroristas? ¿Por qué Rusia y Estados Unidos, y muchos otros países, siempre se enredaban bajo cuerda, moviendo hilos y manipulando la acción como si fueran titiriteros?

Cuando era más joven, estas preguntas nunca le habían perturbado. Comprender la geopolítica no era parte de la descripción de su trabajo. Buenos por aquí, malos por allá.

Él, deliberadamente, citaba de forma incorrecta la línea del famoso poema “La Carga de la Brigada Ligera”: “Lo suyo no es razonar por qué, lo suyo es hacerlo o morir.” En lugar de “lo suyo”, él decía “lo nuestro”. Durante años, lo había utilizado como lema.

Pero ahora quería saber más. Ya no era suficiente matar y morir por razones que nunca le explicaban. Era posible que el suicidio de Martínez finalmente le hubiera sacudido.

Por el momento, la fuente de la mayor parte de su conocimiento era una mujer casi diez años más joven que él. Volvió a mirar a Trudy Wellington, la agente de ciencia e inteligencia, sentada una fila detrás de ellos.

Estaba vestida de forma casual con vaqueros, una camiseta azul y calcetines rosas. La camiseta tenía dos palabras cortas en el centro, con letras blancas pequeñas: “Sé Amable”. Se quitó las zapatillas cuando se subieron al avión. Estaba acurrucada con un portapapeles, una carpeta grande de archivos y un montón de papeleo. Ella estaba examinándolo todo detenidamente, marcando las cosas con un bolígrafo. Apenas había hablado desde que el avión despegó.

Sintiendo que Luke la miraba, levantó la vista, con sus grandes ojos detrás de sus redondas gafas rojas. Era hermosa.

Trudy... ¿qué pasaba dentro de esa cabeza suya?

—¿Sí? —dijo ella.

Luke sonrió. —Pensé que quizá querrías ponernos al corriente sobre lo que estamos haciendo aquí. No nos han dicho casi nada en la sesión informativa, la mayor parte eran archivos clasificados. Una vez que Don asumió la misión, dijo que tú sabrías de qué se trata cuando estuviéramos en el aire.

Ed y Swann ahora les estaban mirando.

—Y oficialmente estamos en el aire, —dijo Swann.

Luke volvió a mirar por la ventana. El sol estaba ahora detrás de ellos, el día se desvanecía hacia la nada. Dentro de unas horas, a medida que avanzaran más hacia el este, el cielo comenzaría a iluminarse. Miró su reloj. Casi las nueve en punto.

—¿Qué dices, Trudy? ¿Lista para enseñarnos, como en el colegio?

Trudy hizo un extraño saludo militar con su mano derecha. Fue horrible. Luke no miró a Ed por miedo a reírse.

—Lista, capitán.

Se puso de pie y se movió hacia el asiento delantero, para que los cuatro estuvieran juntos.

—Voy a asumir que ninguno de vosotros tiene ningún conocimiento previo de esta misión, las personas involucradas, el estado actual de nuestra relación con Rusia, o la tarea que se nos presenta, —dijo ella. —Eso puede hacer que esta conversación sea un poco más larga de lo necesario, o puede que no. Pero va a garantizar que estamos todos en la misma línea. ¿Suena bien?

Luke asintió con la cabeza. —Bien.

—Suena bien, —dijo Ed.

—Es un largo vuelo, —dijo Swann.

Trudy asintió con la cabeza. —Entonces, vamos a empezar.

Hizo una pausa, respiró hondo y miró la página que tenía delante. Luego se lanzó a su historia.

* * *

—Esta mañana temprano en nuestro horario, ayer en su horario, los rusos tomaron el sumergible de investigación estadounidense Nereus en aguas internacionales del Mar Negro. El enfrentamiento tuvo lugar a unos ciento cuarenta y cinco kilómetros al sureste del complejo de Crimea de Yalta. Sí, donde tuvo lugar la famosa reunión durante Segunda Guerra Mundial entre Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Joseph Stalin.

Ed Newsam sonrió. —Un poco de historia profunda.

—¿Franklin D. Roosevelt? —dijo Swann. —El tipo que fue asesinado en, eh... ¿Denver?

Trudy sonrió. Casi pareció que se sonrojaba. Luke sacudió la cabeza y casi se rió a carcajadas. Un público exigente para una lección de historia.

—El Nereus era una presa fácil. Un destructor ruso rastreó su ubicación desde el momento en que se desvinculó de su nave nodriza. El destructor y dos barcos más pequeños de la Guardia Costera rusa convergieron sobre el Nereus. Una vez que lo tuvieron cercado, lanzaron tres batiscafos, que rodearon al Nereus y lo acompañaron a la superficie. También detuvieron a la tripulación.

—¿Quiénes son? —dijo Luke.

Trudy revisó sus archivos y puso un papel diferente en la parte superior.

—Una tripulación de tres personas. El piloto del submarino tiene cuarenta y cuatro años, se llama Peter Bolger, residencia oficial en Falmouth, Massachusetts. Graduado en la Academia Marítima de Maine, promoción de 1983. Cuatro años en la Guardia Costera, baja honorable en 1987, rango de teniente. Pasó casi una década pilotando barcos para la Institución Oceanográfica Wood’s Hole en Cabo Cod, en cooperación con numerosas facultades, universidades y acuarios. Contratado por la Investigación Internacional Poseidón en noviembre de 1996. A simple vista, es un civil que ha pasado toda su vida adulta en el agua, gran parte de ella realizando investigación. La presencia de alguien como Bolger probablemente esté destinada a darle a la IIP (Investigación Internacional Poseidón) una apariencia de realidad.

—Probablemente él sea el eslabón más débil cuando se trate de sacarlos, —dijo Luke.

Trudy asintió con la cabeza. —Según su expediente, mide un metro setenta y pesa unos ciento cuatro o ciento ocho kilos.

—¿Cómo cabe en el submarino? —dijo Swann.

Ed se encogió de hombros. —Podría ser todo músculo.

Ahora Trudy sacudió la cabeza. —No lo es. —ella levantó una foto de Peter Bolger. No tenía obesidad mórbida, pero no iba va a correr los cien metros lisos tampoco.

—Siguiente, —dijo Luke.

Trudy llevó la siguiente hoja a la cima de la pila.

—Eric Davis, estudiante de posgrado de veintiséis años en la Universidad de Hawái, con una beca de investigación para Wood’s Hole. ¿De dónde sacan estas cosas? Es un soldado de las Fuerzas Especiales de la Marina, de veintiocho años, llamado Thomas Franks. Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva Naval en la Universidad de Michigan, se graduó cum laude. Se alistó en la Marina al graduarse e inmediatamente solicitó ingresar en las Fuerzas Especiales de Demolición Submarina Básica. Viajes de servicio en Afganistán e Irak, uno cada vez, así como misiones clasificadas bajo el Mando Conjunto de Operaciones Especiales. Su misión aquí era proteger a los otros dos hombres y hundir el Nereus en caso de accidente u otro contratiempo. Claramente, no hizo nada de eso.

—Claramente, —dijo Swann.

—Él es nuestro vínculo más fuerte, —dijo Luke. —Si llegamos hasta estos chicos y están vivos, estaría bien poner un arma, o varias, en sus manos. El mayor peligro con Franks es que puede diseñar prematuramente algún tipo de intento de escape por su cuenta, u obtener un arma y abrirse paso disparando. De acuerdo, el siguiente.

Trudy sacó la última hoja de papel. —Reed Smith, comandante de la misión, de treinta y seis años, —dijo. —Un fantasma, un comodín total. Su verdadera identidad y edad son Alto Secreto. No tengo, en absoluto, nada de él, aparte de que le contrataron como investigador asociado en la IIP durante los últimos seis meses. De donde vino, y sobre lo que está al corriente, nadie lo sabe. Es el hombre que más preocupa a la CIA y al Pentágono. Aparentemente hay muchos secretos dentro de esa pequeña cabeza suya.

Swann miró a Luke. —Operaciones clandestinas. Me sorprende que él y Franks no hayan derribado el gobierno ruso aún.

Luke sonrió. —Me encanta tu sentido del humor, Swann. Por eso te dejo vivir.

Miró a Trudy. —Me gustaría tener un poco de contexto, si lo tienes. A dónde llevaron el Nereus y el estado de preparación de Rusia cuando... si... entramos allí.

Trudy asintió con la cabeza. —Algo tengo. El Nereus fue introducido en las bodegas de un antiguo buque de carga, y conducido al Puerto de Adler, justo al sur de la ciudad turística del Mar Negro, Sochi, justo al norte de la frontera rusa con Georgia. Están tratando de ocultar el Nereus y fingir que no lo tienen. Están actuando como si el carguero hubiera hecho una escala normal en el puerto. Y al menos, en el momento en que dejamos Washington, no había pruebas de que hayan movido el equipo del Nereus a otra ubicación. Ha habido muy poco movimiento en esos muelles.

—Saben que les estamos vigilando, —dijo Swann.

—Eso parece, —dijo Trudy.

—¿Y el resto? —dijo Luke. —¿Cómo están de preparados?

Trudy frunció los labios. —Puedo darte mi propia teoría.

—Dime, —dijo Luke.

—Están poco involucrados.

Luke agitó una mano. —Todavía no es mi hora de dormir.

Trudy asintió con la cabeza. —Vladimir Putin está jugando al “Guacamole”, con fiascos de varios tipos. El desastre del Kursk. La masacre del colegio de Beslan. ¿Quién sabe cuándo se detendrá? Pero mientras tanto, está progresando en numerosos frentes. Ha cimentado su férreo control sobre el gobierno. La economía rusa, aunque sigue siendo un desastre, comparada con nuestros niveles, está disfrutando de más prosperidad de la que se ha visto en quince años, principalmente debido a los altos precios mundiales del petróleo y el gas natural. Las evaluaciones de amenaza del Pentágono sugieren que el ejército está mejor financiado, algo mejor entrenados, y los soldados están recibiendo una mejor remuneración de lo que se ha visto en mucho tiempo. Están modernizando algunos sistemas de armamento, especialmente los sistemas de misiles balísticos.

—Rusia está en el largo y duro camino de regreso a su antiguo lugar en el mundo. No se sabe si lo lograrán, pero tampoco hay duda de que, desde que Putin asumió el control, están, efectivamente, recorriendo ese camino. Anteriormente, estaban boca abajo en una zanja al lado de la carretera.

—¿Qué significa esto para nosotros? —dijo Luke.

—Significa que interceptaron ese submarino para avisarnos, —dijo Trudy. —El Mar Negro ha sido suyo de forma indiscutible durante generaciones. Excepto por la costa turca, era una bañera rusa. Apenas hemos puesto barcos allí durante años. Nos están diciendo que han vuelto y que no nos van a dejar que pongamos barcos espía allí cuando nosotros queramos.

—Sí, pero ¿es realmente cierto? —dijo Luke. —¿Han vuelto? Si entramos allí e intentamos rescatar a esos hombres, ¿vamos a caer sobre una sierra circular?

Trudy sacudió la cabeza, ofreciendo el rastro de una sonrisa. —No. No han vuelto, aún no. La moral sigue baja, el mando y el control siguen siendo pobres. La corrupción es rampante. Montones de infraestructura y equipos están degradados o no funcionan. Con un plan lo suficientemente inteligente y un ataque rápido, creo que podréis atarlos de pies y manos. No digo esto a la ligera, pero creo que podemos llegar hasta eso hombres.

Luke la miró fijamente. Recordó su plan para eliminar al renegado contratista militar estadounidense Edwin Lee Parr y su milicia en Iraq, y su evaluación optimista de las probabilidades de hacerlo. En aquel momento, Luke la había desdeñado, a ella, a su plan y a su evaluación.

Después, todo resultó muy similar a cómo ella lo había descrito. Luke y Ed todavía tenían que ir allí y hacerlo, pero esa parte era un hecho.

—Bueno, espero que tengas razón, —dijo.

* * *

Luke había caído en un sueño inquieto. Sus sueños eran extraños, aterradores y cambiaban rápidamente. Una noche de paracaidismo. Al caer, su paracaídas no se abría. Debajo de él había una amplia extensión de río oscuro. Los caimanes, decenas de ellos, lo veían caer del cielo y convergían hacia él. Pero su pierna estaba atada a un cordón elástico, por lo que rebotaba en un largo y lento salto, justo por encima del agua, con los brazos colgando hacia abajo, los caimanes arremetiendo e intentando capturarlo.

Entonces era de día. Un Halcón Negro había sido lanzado al cielo. Su rotor de cola había desaparecido, el helicóptero giraba fuera de control y caía con fuerza. Luke corría por un campo, un viejo y vacío estadio de fútbol, ​​hacia el helicóptero. Si pudiera llegar allí antes de que chocara, podría atraparlo y salvar a esos hombres a bordo. Pero la hierba crecía a su alrededor, extendiéndose, retorciéndose, tirando de sus piernas, haciéndolo más pequeño. Tenía los brazos extendidos, casi alcanzando... Era demasiado tarde. Había llegado demasiado tarde.

Dios, el helicóptero estaba cayendo de lado. Aquí... venía...

Se despertó en medio de una turbulencia: el avión se estremeció y luego cabalgó por el aire inestable, como si estuvieran en una montaña rusa. Luke miró a su alrededor, las luces estaban apagadas. Por un momento, no estaba seguro de si estaba dormido o despierto. Entonces percibió al resto de su equipo, extendido inconsciente en varias partes de la oscura cabina.

Miró por la ventana, pero no podía ver nada más que una luz parpadeante en el ala. Muy por debajo, el océano era vasto, interminable y negro. El sol estaba muy lejos detrás de ellos, el día había pasado.

Habían estado volando durante horas y tenían más por delante.

Dentro de unas horas, a medida que avanzaran más hacia el este, el cielo comenzaría a iluminarse. Miró su reloj. Justo después de la medianoche en DC, lo que significaba que en Sochi ya eran algo más de las ocho de la mañana.

Mirar el reloj le provocó la sensación de que los acontecimientos se les anticipaban. Los rusos podían llevarse a esos hombres en cualquier momento. Podrían habérselos llevado ya, durante la noche.

Era frustrante estar atrapado en este avión con el reloj corriendo.

Luke no había pegado ojo, pero sabía que no se iba a dormir de nuevo. Estaba agobiado por los fantasmas del pasado, por Becca y Gunner, por el futuro incierto de un bebé nacido en un mundo terrible y por esta peligrosa misión.

Se levantó, fue a la pequeña cocina en la parte trasera del avión. Pasó junto a Ed Newsam y Mark Swann, que dormitaban en lados opuestos del pasillo. Sin encender la luz, vertió media taza de agua caliente de la espita y mezcló un poco de café instantáneo negro con un poco de azúcar. Lo probó. Eh, no estaba mal. Agarró una manzana danesa envuelta en plástico y volvió a su asiento.

Encendió el foco del techo.

Echó un vistazo al otro lado del pasillo. Trudy estaba dormida, hecha un ovillo. Era joven para este trabajo. Debe ser bueno saber tanto a tan tierna edad. Pensó en sí mismo cuando tenía poco más de veinte años. Había sido ese tipo de superhéroe fuera de serie, hecho de granito, cuya respuesta a cualquier problema era poner la cabeza hacia abajo y correr a través de las paredes. No tenía muchas cosas en la azotea.

Sacudió la cabeza y miró el papeleo en su regazo. Ella le había dado una tonelada de datos útiles. Tenía imágenes de satélite del carguero, incluidos primeros planos de las pasarelas de arriba y las habitaciones donde se pensaba que estaban retenidos los hombres, y las bodegas de abajo, donde probablemente se escondía el submarino.

Luke tenía que admitir que el submarino no era una prioridad para él personalmente, pero sabía que los demás no estaban de acuerdo. Querían que esa cosa fuera destruida. Vale. Si era posible y no ponía en peligro a los hombres, lo haría.

Hmmm ¿Qué más tenía? Un montón de cosas: esquemas del carguero, mapas e imágenes satelitales de las calles de la ciudad, los muelles y el largo malecón que protegía el puerto del Mar Negro, mapas de amplia visión e imágenes de toda la zona, con el complejo turístico de Sochi en expansión al norte, la extensión de agua y la frontera con Georgia al sur, tentadoramente cerca.

Tan cerca y, a la vez, tan lejos.

¿Qué más? Evaluaciones de la fuerza de las tropas en el puerto y cerca de las instalaciones, las mejores conjeturas, en realidad. Evaluaciones de las capacidades de primeros auxilios en el Sochi metropolitano: buenas en algún momento, pero ahora no contaban con fondos suficientes y estaban muy degradadas. Evaluaciones de la moral: baja en todos los ámbitos. Las dos guerras chechenas apocalípticas y los ataques terroristas resultantes contra objetivos civiles inofensivos, combinados con el desastre del Kursk, tenían las cabezas dando vueltas entre el ejército militar ruso y las tropas de primera línea en desorden.

Luke no lo dudaba. La conmoción del 11 de septiembre, junto con los repetidos reveses en Irak y Afganistán, la mala prensa en casa... había dejado a mucha gente de este lado de la cerca sintiendo lo mismo. El equipamiento estadounidense, la formación y el personal eran generalmente excelentes, pero las personas eran personas y cuando las cosas se torcían, dolía.

Dejó que la información lo invadiera.

Don le había prometido más efectivos a su llegada a Turquía: operarios encubiertos con conocimiento local, fluidez en ruso y experiencia en operaciones encubiertas de movimientos rápidos y contundentes. Don no le había dicho de dónde venían, solamente que serían los mejores disponibles. Le había prometido a Luke métodos para él y para Ed, moviéndose por separado, para entrar en Rusia sin ser detectados. Le había prometido a Luke cualquier material que quisiera, dentro de lo razonable: pistolas, bombas, coches, aviones, lo que fuera.

Una imagen comenzó a surgir...

Sí. Comenzaba a imaginar los contornos generales de la operación. En un mundo ideal... si obtuviera todo lo que quisiera... con el elemento sorpresa... total compromiso... y moviéndose a gran velocidad...

Podía ver cómo esto podría funcionar.

* * *

—Solían llamarme Monstruo.

Luke miró a Ed. Eran los únicos despiertos, sentados en los asientos traseros del avión. Pero ahora Luke se estaba adormeciendo. Más arriba, Trudy seguía acurrucada y Swann estaba tendido, sus largas piernas cruzando el pasillo.

Las persianas de las ventanas estaban bajadas, pero Luke podía ver fragmentos de luz solar asomándose a lo largo de los bordes inferiores. Dondequiera que estuvieran del mundo, ya era por la mañana.

Luke acababa de exponerle la misión a Ed, mientras ya se estaba empezando a imaginar cómo sería. Pensaba en obtener otro punto de vista. ¿Parecía posible esta parte? ¿Había un agujero enorme que estaba pasando por alto? ¿Qué tipo de armas deberían llevar? ¿Qué tipo de equipamiento necesitaban?

En cambio, recibió esto: —Solían llamarme Monstruo.

Era toda la respuesta que necesitaba, suponía. El hombre era un monstruo. Llegados a ese punto, se enfrentaría al problema con un plan a medias y un puñado de clavos oxidados.

—De alguna manera, no me sorprende, —dijo Luke.

Ed sacudió la cabeza. Él mismo estaba medio dormido. —No por mi tamaño, sino porque era muy malvado. Crecí en Crenshaw, en Los Ángeles. Cuatro niños, yo era el mayor. Lo más parecido a una tienda de comestibles en el vecindario era un lugar que vendía licores, décimos de lotería y latas de sopa y atún. Mi madre a veces no podía mantener las luces encendidas.

—Dije, no-no. Esto no va a quedar así. No está bien que tengamos que vivir de esta manera y lo voy a arreglar. Estaba trabajando en la esquina a las doce, tratando de conseguir dinero. Me estaba dejando llevar por lo peor de lo peor a los quince años y era peor que ellos. Dentro y fuera del reformatorio. No estaba arreglando nada.

Ed suspiró profundamente. —En diez de aquellas noches, podría haber muerto fácilmente, como otros. Me habían disparado muchas veces antes de ver Irak, Afganistán o cualquiera de estos otros lugares clasificados, a los que supuestamente nunca he ido.

Entrecerró los ojos y sacudió la cabeza. —Llegué ante una jueza cuando tenía diecisiete años. Ella me dijo que ahora podría ser juzgado como un adulto. Podía ver en tiempo real la cárcel de los mayores o podía conseguir que me suspendieran la condena si me unía al ejército de los Estados Unidos. Dependía de mí.

Él sonrió. —¿Qué más iba a hacer? Me uní. Me encontré con un sargento de instrucción, de nombre Brooks, inmediatamente me cogió manía. Sargento Mayor Nathan Brooks. Yo no le gustaba y decidió que me iba a hacer la vida imposible.

—¿Lo hizo? —dijo Luke. Tenía problemas para imaginarse tal cosa, pero esta no era la primera vez que había oído algo por el estilo. —¿Te hizo la vida imposible?

Ed se rio. —Oh, sí, lo hizo. La tomaba conmigo una y otra vez. Nunca lo he pasado tan mal en mi vida. Me veía venir a un kilómetro de distancia. Me convirtió en su proyecto personal, dijo: “¿Te crees duro, negrata? Tú no eres duro. Ni siquiera has visto nada duro todavía, pero yo te lo voy a enseñar.”

— ¿Era un hombre blanco? —dijo Luke.

Ed sacudió la cabeza. —Nah. En esos días, si un hombre blanco me hubiera llamado negro, simplemente le habría matado. Era un hermano de mi tierra, de algún lugar de Carolina del Sur, no lo sé. Me partió por la mitad. Y cuando terminó, me volvió a unir, un poco mejor que antes. Ahora yo era algo con lo que otras personas podrían al menos trabajar, hacer algo.

Estuvo en silencio por un momento. El avión se estremeció a través de una zona de turbulencias.

—Nunca encontré la forma de agradecérselo a ese tipo.

Luke se encogió de hombros. —Bueno, no es tarde. Envíale algunas flores. Una tarjeta, no sé.

Ed sonrió, pero ahora estaba melancólico. —Está muerto. Hace más o menos un año. Cuarenta y tres años, veinticinco de servicio. Podría haberse retirado en cualquier momento. En lugar de eso, se ofreció como voluntario para Iraq, y se lo concedieron. Estaba en un convoy al que le tendieron una emboscada cerca de Mosul. No sé todos los detalles, lo vi en Stars and Stripes. Resulta que era un tipo muy condecorado. Yo no sabía eso de él cuando me arrastraba por el suelo. Nunca lo mencionó.

Hizo una pausa. —Y nunca le dije lo que significaba para mí.

—Probablemente lo sabía, —dijo Luke.

—Sí, probablemente, pero debería habérselo dicho de todos modos.

Luke no le contradijo.

—¿Dónde está tu madre? —dijo en su lugar.

Ed sacudió la cabeza. —Todavía está en Crenshaw. Traté de hacer que se mudara al este, cerca de mi, pero ella no quiere oír hablar de mudarse. ¡Todas sus amigas están allí! Así que, entre mi hermana y yo le compramos un pequeño bungalow a seis manzanas del viejo edificio de apartamentos donde vivíamos. Una parte de mi paga de cada mes va destinada al pago de la hipoteca. Justo en el viejo barrio donde solía arriesgar mi vida para intentar sacarla de allí.

Suspiró profundamente. —Por lo menos hay comida en la nevera y las luces están encendidas. Supongo que es todo lo que importa. Ella dice: “Nadie va a meterse conmigo. Ellos saben que eres mi hijo y vas a venir a verme si lo hacen.”

Luke sonrió, Ed también lo hizo y esta vez la sonrisa fue más genuina.

—Ella es imposible, tío.

Ahora Luke se echó a reír. Después de un momento, también lo hizo Ed.

—Escucha, —dijo Ed. —Me gusta tu plan. Creo que podemos lograrlo. Un par de chicos, los correctos... —él asintió con la cabeza. — Sí, es factible. Necesito echar una cabezada y tal vez se me ocurra algo que añadir.

—Suena bien, —dijo Luke. —Estoy deseando, p refiero no tener a nadie en nuestro equipo asesinado por ahí.

—Especialmente nosotros, —dijo Ed.

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