Читать книгу 28 Rulemanes - Dolores Campos - Страница 3
Gracias.
Оглавление«Intensa» fue uno de los adjetivos que me han adjudicado desde que tengo uso de razón.
No olvido el día que tiré todos los recuerdos que decoraban mi habitación. Mamá se acercó intrigadísima por aquel peculiar comportamiento que estaba desarrollando en el pasillo de mi dormitorio. «Pues si todo se va, si todo desaparece, ¿por qué habría de encariñarme?». Intentaba apasionadamente explicarle mi decisión mientras se me entrecortaba la voz y un océano salado invadía mi mejilla izquierda y también la derecha.
Supongo que sus patentadas palmaditas en mi espalda y su típico «tranquila chanchita» calmaron la reacción doliente que estaba ganando terreno en mi vida…
Y supongo que los gritos que daban los látigos de mi corazón demostraron en aquel funeral mi desconcierto y mi intención de impedir semejante arrebato.
Quizá que Maggie haya tenido ese accidente y Eva aquella leucemia; que Beltrán me haya botado en Colombia haciendo añicos mi corazón enamorado, y que grandes personas se hayan desvanecido de la rutina de mis días… Quizá todas esas alteraciones humanas alborotaron mis sensibles sentimientos, pues no coincidían ni respondían a mi manera ferviente de amar.
Amaba tanto y de una manera tan incondicional que esas sorpresivas despedidas dejaban un hueco que hacía eco. Y yo no lograba resolver el triste enigma. ¿Qué sentido tenía seguir incorporando apegos si tal vez significarían terribles y repentinas expulsiones sin previo aviso?
Blindé mi corazón y, en el preciso instante en el que alguna persona parecía ganar terreno en mi vida, la que desaparecía era yo. Intuyo que este estúpido comportamiento dolía aún más, pues el precio de aquellas barreras era un gigantesco involuntario esfuerzo.
Entre sus palmadas y su eslogan sanador, mamá me pidió que prestara suma atención a lo que estaba por decir:
«Pienso que quizá tengas que seguir poniéndoles nombre a las manzanas que estás por comer, y también a los árboles que te cruzás, y anotar todos los nombres de aquellas historias que te atrapan. Tal vez, continuar siendo así de intensa como sos te regale esos sagrados instantes que compartís con cada persona que conocés, dándole a cada una la importancia que se merece, para recordarla por siempre aunque desaparezca».
Entendí que todos vamos a esfumarnos. Por eso me gusta auto aconsejarme constantemente vivir: vivir tan intensamente como para poder inmortalizar cada instante.
Si vas a reír, que se expanda; si vas a llorar, que se inunde.
Supongo que es mi alma quien habla… La misma que apodó «Pablo» y «Morrison» a dos patos amarillos que amé el minuto y medio que los alojé en mi vida cuando los sujetaba con delicado amor entre mis manos, mientras me encandilaba el paisaje de una hermosa laguna en un lugar secreto de Hawái.
Somos instantes.
Y entenderán leyendo a continuación que vivir intensamente no ha sido mi Everest; más bien ha sido mi naturaleza silvestre que brotaba sin intervención humana y sin necesidad de domesticar desde lo más profundo de mi ser. La intensidad de cada paso ha sido mi reglamento, ese que pacté bajo juramento con el lado izquierdo de mi cuerpo, las coordenadas del lugar que ocupa mi corazón.
Es por esto que quiero dedicar esta aventura a todos los que me han alojado en su vida y a todos los que se han hospedado en la mía. ¿Acaso mirarlo desde esta perspectiva no es maravilloso? Me lo enseñó un árbol: que desde su copa la perspectiva era hermosa y que todo el esfuerzo y los desafíos de la trepada cobraban sentido desde la cima.
¿No creen que es excitante pensar que mañana es un día nuevo para alojar a nuevos pasajeros?
Gracias. A todos los que han pasado, a los que están y a los que vendrán.
Enhorabuena. Ha sido un placer.