Читать книгу Caminando Hacia El Océano - Domenico Scialla - Страница 14

Оглавление

10.

«Está tranquilo, Igor, sólo quiere jugar» os tranquiliza un anciano en español, cuando el perro con una correa levanta las patas a la altura de los hombros y ladra. «Yo tengo dos de ellos; el otro, Chico, blanco y pequeño, está en casa.» Hace un gesto hacia su casa. «No puedo llevarlos a caminar juntos, no me harían caminar. Son como perros y gatos. ¡Ah! Los encontré a los dos en el campo, estaban abandonados y maltratados y ahora llevan tres años viviendo conmigo.»

St y yo nos animamos y comenzamos a acariciar a Igor que, de vez en cuando, logra lamernos las manos.

«¿Vais a Estella?» nos pregunta.

«Sì» respondo.

Y mientras estoy a punto de preguntarle cuánto más falta, dice: «Lo tienes para una hora más, está a cinco o seis kilómetros de aquí". Pero creo que puedes hacerlas incluso en menos tiempo, el camino es bastante fácil».

Unos minutos más tarde nos encontramos con Marin tambaleándose, apenas capaz de hacernos sonreír. Le doy una botella de agua y le pregunto si necesita algo más.

«Gracias» dice, agarrándose a la botella y dejándose caer al suelo junto a la pared de una casa. «Esta mañana he corrido más de lo habitual y, con este sol y este calor, no me ha servido de nada. Me detendré un par de horas, luego intentaré llegar a Estella.»

St y yo no estamos tan cansados físicamente, nuestro ritmo y los muchos descansos que nos permitimos evitan reducirnos a condiciones similares a las de Marín; sin embargo, comenzamos a estar mentalmente cansados. Mientras tanto, el sol está muy picante, así que vamos a una farmacia y compramos un protector solar y uno refrescante. La farmacéutica nos dice que ama a los italianos y nos habla de dos chicas, una de Ascoli y la otra de Reggio Calabria, que se mudaron aquí hace unos años. El de Ascoli es el maestro de su hijo. Casi los envidiamos: vivir en esos lugares podría ser muy agradable.

A Estella, un señor sesenta, al que acabamos de pedir información, quiere acompañarnos a un bed and breakfast que conoce; esperamos que haya espacio. Emmanuel, como lo llaman, nos cuenta en español que hace unos años que está jubilado y que todos los días busca una buena forma de pasar el tiempo.

«¡¿Y qué mejor manera de ayudar a dos peregrinos?!» dice con entusiasmo y evitamos corregirlo especificando “caminantes”.

El lugar está ahí para esta noche. Emmanuel, complacido, nos sonríe y nos saluda calurosamente al marcharse.

Hagamos un recorrido por esta bonita ciudad. En un restaurante del centro comemos un sándwich de jamón y queso, y algo que parece una tarta de patatas. Un grupo de aficionados está viendo el partido de la Liga de Campeones Inter-Barcelona y están muy tristes por la ventaja del equipo italiano. Consideramos que anoche dormimos poco por el calor y estamos más cansados de lo habitual, por lo que decidimos quedarnos un día más. Tenemos otros ocho días para llegar a Finisterre. Empezamos a valorar si conviene caminar un poco más o seguir con el transporte público.

Caminando Hacia El Océano

Подняться наверх