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¡ÁNIMO, HERMANOS: CRISTO AVANZA!

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Publicado el 2 de marzo de 1918, este artículo es un esperanzado cántico triunfal a Cristo.

¡Llegará el día en que las naciones,

reunidas en torno a Jesucristo, se sentirán hermanas!

Desde el día de Pentecostés los pueblos divididos

tienden a la unidad, y la lograrán;

pero por Jesucristo, nuestro Dios y Señor.

¡CRISTO AVANZA!

¿Quién es el que no ve cómo se prepara gradualmente el terreno

para el triunfo más grande de Jesucristo,

para la unificación espiritual de todo el mundo bajo la Cruz?

Esto no podía completarse en un día,

es obra de los siglos,

debía ser el camino permanente de la Iglesia,

Iglesia que brilla y que vive de la vida de su Cristo,

para que el universo entero sea un solo rebaño,

bajo la guía de un solo Pastor. [cf. Jn 10,16]

¡CRISTO AVANZA!

Y entonces, habrá una palabra, un pensamiento,

un único latir de los siglos: ¡Jesucristo!

Un sola fe, un solo bautismo, un solo Pastor:[cf. Ef. 4,5]

¡Jesucristo en su Vicario, el Papa!

Ésta es la obra de Jesucristo,

la obra para la que nació, vivió y murió:

la obra que realizó y manifestó con su ejemplo,

sus palabras, sus prodigios;

con los Sacramentos, con la Iglesia,

con su sacrificio divino y perenne:

que los seres humanos,

alejados de Dios y divididos entre sí,

vuelvan a unirse con Dios y como hermanos,

en la Iglesia santa de Jesucristo Dios.

¡CRISTO AVANZA!

El nos redimió con su sufrimiento,

y ahora viene a devolverle al género humano

la unidad primordial, por medio del dolor.

Y la vida de su Iglesia,

al mismo tiempo que va hacia una unidad cada vez mayor,

es la continuidad de la vida del Calvario,

y refleja en sí misma a Jesús crucificado,

su dolor y su sacrificio.

¡CRISTO AVANZA!

Y es Él mismo el que ha tomado en sus manos

su propia causa, y la causa de los pueblos.

Él es quien combate por su Iglesia

haciendo justicia a todos los que lo entristecieron;

a todos los que hoy o ayer

hubieran podido o debido defenderlo

y defender al dulce Cristo en la tierra,

y no lo hicieron.

¡Él es quien da batalla,

pero como es el Cordero de Dios,

¡vencerá en la misericordia!

Entonces, ¡ánimo, hermanos!

Alégrense y levanten sus corazones a los más alto,

y griten: ¡Arriba los corazones!

Canten de alegría en la aurora radiante de Dios:

el cielo se abre: ¡El Maestro está aquí!

¡Mírenlo: es Él, Cristo avanza!

Un profeta de nuestro tiempo

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