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PRÓLOGO a la tercera edición

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“En espíritu de humildad, de bondad, de alegría”

1. La luz en los surcos. He leído todas las páginas de este volumen; varias de ellas más de una vez. Testimonian la vida de un santo que también estuvo en el Noreste argentino; su memoria es presencia y su mensaje tan vigente. Don Orione buscó ser alimento espiritual para la gente hambrienta de verdad y de vida. Sus escritos reflejan la ansiedad de ofrecer el Don de Dios a corazones signados por necesidades y miserias; desafían al servicio para con los indigentes y abandonados. Animan al amor simple y desinteresado; esa caridad que llena con la luz de Dios los surcos de nuestra tierra, que aguarda con alma de pobre.

Estas confidencias escritas tienen la fuerza pura y generosa de un hombre de bondad que tiende las manos y el corazón para recoger debilidades y carencias. Todo es una ofrenda impresa con la marca sagrada de la misericordia y el servicio. Inspiran vivir de su luz con la necesidad de la alegría, de la alegría casta, que nace de un corazón compasivo. Hay un estímulo a la misericordia que trae la paz, y que sostiene en y desde Dios, por encima de cualquier circunstancia. Invocamos a Don Orione para acoger con alegría el desafío de “la caridad, que no puede ser ociosa, que está hambrienta de acción, de actividad que conoce lo eterno y lo divino”, porque “el que escribe esta locura de amor está asistido por la gracia de Dios”.

2. Enviado a los pobres. Este es el espíritu de Don Orione cuando, a inicios de 1937, aceptó la misión en el Chaco, como coronación de su impulso evangelizador: “Pusimos pie en el Chaco, por la insistencia de los dos Obispos y la Nunciatura, y por la necesidad de esas almas. Acepté… cuando todos habían rechazado... Creo que los otros no aceptaron por el calor insoportable y la enorme pobreza; pero nosotros queremos ser pobres y para los pobres... Pensé en todas aquellas almas y en Jesucristo; y lo que mi madre decía que a falta de caballos, trotan los asnos, y nosotros somos precisamente los pequeños asnos de la Providencia o, al menos, deseamos serlo… Pediría ir al Chaco para morir allí, para consumirme y vivir como un verdadero misionero...”.

Para una Iglesia que busca vivir el espíritu de las bienaventuranzas, la presencia de la Obra de Don Orione aparece también hoy como el signo providencial de un carisma destinado a todos. Durante el viaje por barco hacia Chaco y Corrientes (Itatí) escribe: “Esta obra es tan querida al Señor que parecería ser la Obra de su Corazón; ella vive en el nombre y en el espíritu y la Fe en la Divina Providencia: el Señor no me ha mandado a los ricos sino a los pobres, a los más pobres, y al pueblo” (24.06.1937).

La luz de este carisma alienta a nuestra Iglesia a encarnar “el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos”, como expresa el Papa Francisco (Fratelli tutti, 86). Porque “La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos” (ib., 69).

3. Para tiempos nuevos. De estas páginas recogemos el compromiso para trabajar con valentía creativa por la Iglesia, por la patria y por la sociedad: “¿Son tiempos nuevos? Fuera los temores y las vacilaciones: marchemos a la conquista de los tiempos con ardiente e intenso espíritu de apostolado, y de sana e inteligente modernidad. Lancémonos a nuevas formas, a los nuevos métodos de acción religiosa y social, bajo la guía de los Obispos, firmes en la fe, pero con amplitud de criterios y de espíritu. Nada de espíritus tristes o cerrados: siempre con el corazón abierto, en espíritu de humildad, de bondad, de alegría. Hay que rezar, estudiar, avanzar. No nos fosilicemos. Los pueblos avanzan: avancemos también nosotros, con la mirada en lo alto, en Dios, con la Iglesia, empujando y no a la rastra” (“¡Trabajar! Sembrar…”; 1934).

Mezclados con la realidad presente estamos desafiados a vivir por el Reino de Dios en la Iglesia de Cristo. Ni arrogantes, ni miedosos, con parresía y entrega generosa, con despojo de sí que se apoya en la confianza de la fe: “¡De la fe, nace la vida! ¡No avanzar, es retroceder!”. Así el santo aconsejaba a sus seguidores. Y estas exhortaciones renovarán, en el oyente o lector, el desafío presente de vivir por la fraternidad y la amistad social que “nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social” (Fratelli tutti, 66).

* * *

Nuestra memoria agradecida se hace comunión con la vida y el mensaje de Don Orione. En este caminar eclesial, recogemos de su inmenso amor a la Virgen, un fragmento de la invocación a María, que nos ayuda a servir a su Hijo, presente en los miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia:

“Llévame, Virgen bendita,

a las muchedumbres de las plazas y caminos;

empújame a abrazar huérfanos y pobres,

a los miembros abandonados, dispersos,

sufrientes, del Cuerpo de Cristo,

tesoros de la Iglesia de Dios”

(abril de 1933: Oración a María, fragmento).

+ Mons. Ramón Alfredo Dus

Arzobispo de Resistencia, Chaco.

Argentina

Resistencia (Chaco), 16 de mayo de 2021 Solemnidad de San Luis Orione

Un profeta de nuestro tiempo

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