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PRÓLOGO a la primera edición
ОглавлениеHe tenido la gracia de conocer personalmente, siendo yo seminarista en La Plata, a Don Orione. “Ese sí que es un santo de verdad”, nos lo presentó el arzobispo Mons. Francisco Alberti, de indudable fama de santidad. Nos hizo besar las manos de ese sacerdote humilde, pequeño, con los ojos bajos. No puedo olvidar su figura y la irradiación serena de su presencia. Los santos contagian santidad e invitan a vivir con humildad. Pero el encuentro con un santo no queda en un momento. Se ahonda y se prolonga. Yo no puedo olvidar aquella mañana fría de agosto (era la fiesta del Santo Cura de Ars), la irradiación del encuentro de dos santos: monseñor Alberti, a quien yo debía espiritualmente la vida y el sacerdocio, y Don Orione, a quien veía por primera vez en su pequeñez de hombre grande. Mi vida y mi ministerio han tenido mucho que ver con la vida y la obra (con la pequeñez y la humildad) de Don Orione.
El encuentro con los santos toca profundamente las almas y las cambia. No es únicamente una presencia pasajera; queda grabada en el alma como una irresistible atracción a la santidad. Yo la encuentro ahora en estas “bellas páginas” que se ofrecen como un don de Dios a las almas sencillas. Harán un bien inmenso a los sacerdotes y religiosos, a los pobres y profesionales, a los que gozan y buscan. En un mundo como el nuestro ‒cargado de dolor y de angustias‒ ¡qué bien nos hacen estas “bellas páginas” que nos hablan de la Divina Providencia, nos invitan a la caridad y nos abren el corazón a la esperanza! ¡Cómo quisiera que las leyeran, con sencillez de pobres, todos los que buscan la paz y la alegría, la seguridad y la fortaleza, la serenidad y la confianza! Que las leyeran sin prisa y sin temor los que buscan la fecundidad de la esperanza y la fortaleza de la caridad.
Nos hace bien leer y releer la Divina Providencia, la confianza en el amor del Padre, la realidad sorprendente de Dios-Madre, en la bondad y el amor de un Dios que habita en nosotros, nos hace fuertes y felices. Y cuánto bien nos hace sentir la presencia materna de la Virgen. Siento la fuerza de la invitación de Don Orione: “Ave María y adelante!”. Quisiera que estas “bellas páginas” que nos ha regalado Dios, por intermedio del beato Don Orione, nos ayudaran a recrear el mundo, a las puertas del Tercer Milenio. Que nos ayudaran a vivir en la bondad y en la sencillez, en la caridad heroica y cotidiana, en la confianza filial, en la entrega gozosa a la Divina Providencia. Que nos abrieran el corazón al amor profundo y sencillo a la Virgen, que nos entregaran gozosamente a su amor de madre y que nos enseñaran a vivir como Ella en la humildad y en el amor a los pobres.
Vuelvo a insistir que estas “bellas páginas” de Don Orione nos harán muchísimo bien y nos abrirán senderos de santidad. Nos darán paz y alegría. Pondrán en nuestro corazón bondad y confianza, amor a la Divina Providencia, caridad a los más necesitados y profundidad de amor a Dios Padre y a María Santísima, nuestra Madre. Acogemos estas “bellas páginas” de Don Orione con amor y gratitud y auguramos para todos un aumento de alegría, de paz y de esperanza.
Eduardo F. Card. Pironio
Roma, 10 de noviembre de 1997