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Prólogo

En mi caso, el descubrimiento del poder terapéutico de la meditación surgió hace muchos años y se ha desarrollado como una especie de viaje. Y, en palabras de Grateful Dead, en su famosa canción «Truckin», ha sido un «viaje largo y extraño». En 1966 empecé mi carrera universitaria, junto a las soleadas playas repletas de surfistas de La Jolla, en la flamante Universidad de California en San Diego (UCSD), donde inicialmente había pensado licenciarme en física o química. Más adelante, decidí estudiar biología (con una especialización secundaria en filosofía), y centrarme concretamente en la microbiología, un nuevo campo en expansión cuyos primeros profesores fueron los «jóvenes leones» de la Facultad de Biología de la UCSD.

El verano anterior tuve la suerte de recibir una beca de estudios para trabajar en el laboratorio de un hombre que, durante años, fue mi tutor. El doctor Kent R. Wilson, catedrático del Departamento de Química de la UCSD, era un científico muy creativo al que también le interesaba enormemente el arte. Kent tenía las mejillas sonrosadas y los ojos siempre centelleantes, y tenía una larga barba de color marrón rojizo. En sus investigaciones usaba rayos láser y materiales moleculares para estudiar lo que ocurría en los átomos a través del tiempo, cuando se producían reacciones químicas. También creó varias películas animadas por ordenador para representar estos datos, que yo mismo me encargué de escribir y dirigir.

En mi penúltimo año de universidad, trabajé en el laboratorio del Instituto Scripps de Oceanografía, y participé en una investigación neurobiológica que estudiaba la activación de las neuronas que transmiten información de la vista al cerebro en el cangrejo real. En aquella época llegué a la conclusión de que era improbable que, durante mi vida profesional, la ciencia lograra entender la compleja biología del pensamiento, y las funciones mentales en general. Pero en los últimos tiempos la neurobiología contemporánea está empezando a demostrar que me equivoqué, pues se están produciendo grandes avances en este campo.

Me empecé a interesar por la meditación y las ideas espirituales orientales cuando aún estudiaba en la universidad, después de leer dos libros fascinantes: Aquí ahora, de Ram Dass, y Autobiografía de un yogui, de Paramahansa Yogananda. Pero, la alusión de ambos libros a la existencia de múltiples dioses y diosas no me pareció una explicación satisfactoria de cómo funcionaba realmente la naturaleza. Sin embargo, el Centro Ashram de la Asociación para la Autorrealización Yogananda, en Encinitas (California), se convirtió en un lugar ideal donde podía meditar frente a los escarpados acantilados de Swami’s Beach, con vistas al océano Pacífico.

En 1970, tras matricularme en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, tomé algunas clases de meditación trascendental (MT). Practiqué la meditación esporádicamente mientras finalizaba mis estudios, sobre todo para aliviar el estrés o tener más energía cuando dormía poco (un problema frecuente en los estudiantes de medicina). También me di cuenta de que en muchas ocasiones la meditación despertaba mi imaginación y creatividad. Durante la meditación, y justo después, las ideas ascendían espontáneamente como una burbuja hasta la superficie de mi conciencia.

Durante mi etapa como residente de medicina interna en la Universidad de Oregón (Portland) empecé a interesarme por la salud integral (holística), y por las técnicas alternativas y complementarias –como la meditación, el masaje y la musicoterapia– que podían usarse para aliviar los síntomas del estrés. Esta manera de abordar el estrés parecía preferible a recetar tranquilizantes que suelen provocar efectos secundarios adversos.

A lo largo de treinta años he desarrollado una carrera profesional exitosa, satisfactoria e interesante como médico internista de atención primaria, primero en Oregón, luego en la Clínica Scripps del condado de San Diego y actualmente en dos consultorios privados en Oceanside y San Marcos (California).

Como resultado de mi experiencia en la práctica de la medicina, he fundado el Asclepius Wellness Center en Oceanside, donde durante años he dado clases de meditación y musicoterapia (combinando el aspecto terapéutico con mi gran pasión por tocar la trompeta). El Asclepius Wellness Center también ha creado una red de centros de referencia de atención complementaria a la salud, en los que se ofrecen tratamientos de quiropráctica, acupuntura y masaje, además de contar con el asesoramiento de dietistas y entrenadores físicos. Con el tiempo, me he dado cuenta, no sin sorpresa, de la escasa importancia que dan la mayoría de mis colegas a los métodos terapéuticos no farmacológicos.

Durante mucho tiempo, estuve convencido de que era posible extender la calidad del estado meditativo más allá del momento en que se está meditando formalmente. El deseo de ampliar estos beneficios al resto de las actividades de mi vida diaria me llevó a estudiar el budismo zen y la práctica de la meditación.

La proximidad del monasterio de Deer Park, situado en Escondido (California), me ofreció la posibilidad de asistir a muchas conferencias sobre el Dharma (enseñanzas zen) que impartió el maestro Thich Nhat Hanh y practicar la meditación caminando con la comunidad de Deer Park por las inmediaciones del monasterio. Fue en Deer Park donde Thich Nhat Hanh me distinguió con mi nombre Dharma –es decir, el nombre de la comunidad–, que es Servicio Compasivo del Corazón.

Con el tiempo, he sido capaz de compatibilizar las explicaciones científicas occidentales respecto a las fuerzas de la naturaleza y la descripción budista zen acerca de la naturaleza de la realidad. Esta comprensión me ha ayudado a buscar un camino con el corazón en estos dos mundos aparentemente contradictorios y a entender que la meditación y el arte de la curación son prácticas complementarias.

Acompáñeme en este viaje por las páginas, las ideas y los ejercicios de meditación de este libro. Será bueno para su salud e incluso podrá aumentar su felicidad y su pasión por el milagro de la vida.

Meditaciones terapéuticas

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