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Estabilidad y movimiento

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Quien pretenda una felicidad y sabiduría constantes, deberá acomodarse a frecuentes cambios.

Confucio

Entre la oscilación inmoderada de la bipolaridad y la rigidez envarada de la esclerosis existe un punto de equilibrio posible que no se trata de una localización fija sino dinámica, de un punto que no es tanto un lugar preciso como un intervalo, una zona donde los antagonismos se hacen conciliables. En suma, una gama de matices, un espectro de posibilidades.

Esto quiere decir, en parte, que ser estático no se corresponde a una manera sana de ser. La estabilidad por sí misma no debiera ser un valor terapéutico a conquistar, pero sí, en cambio, el movimiento proporcionado, la armonía móvil, la solidez flexible, el arraigo sin estancamiento.

Por otra parte, nada es más alejado al mundo emocional que la simetría, que la severidad de algo fijo, consolidado e invariable. Los afectos son vibración, agitación, ajetreo, ondulación, y hasta un simple meneo, que puede convertirse en conmoción, temblor o convulsión. Los afectos nos desplazan y trasladan y, por momentos, nos apartan o nos arrinconan en sus contradicciones. La cuestión no reside en no sentir, en no emocionarse, sino en saber navegar sin despeñarse en un abismo afectivo.

Si ahora consideramos como el rasgo característico de la bipolaridad su inestable vaivén cíclico, el hecho de que quien la padece va y viene, de un modo más o menos irregular, de un polo a otro entre la alegría y la tristeza, conviene considerar que tal alternancia, para ser considerada disfuncional, tiene que ser desmesurada y excluyente, es decir, debe reflejar esa imposibilidad interna de la persona para integrar polaridades, su dificultad de aceptar y de vivir en plenitud la ambivalencia.

Desde el blanco al negro hay una variada progresión de grises, y en esto consiste la dificultad bipolar: su incapacidad para detenerse en matices y gradientes emocionales. Y, lo que el bipolar debe alcanzar no es la estabilidad, sino la serenidad del justo medio. Una serenidad que no proporciona ningún químico y que no se compra a granel, sino que se logra alcanzar, poco a poco, por el camino de estar en contacto con la propia intimidad y, al mismo tiempo, con la intimidad del otro.

La serenidad es el proceso de sentirse en el centro, de la quietud móvil. De la armonía no exenta de contradicciones. En suma, estar en paz y en conexión con el mundo, sintiendo, pero no dejándose tragar por las aspas de las emociones. La serenidad es un camino que en mucho se recorre meditando.

La bipolaridad como oportunidad

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