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INTRODUCCIÓN

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La unidad no es una propiedad del mundo sino su tarea. Hacer del mundo una unidad es nuestro trabajo sin fin.

Martín Buber

Lo que ha sucedido en estos años en torno al trabajo que se desarrolla sobre la bipolaridad es sorprendente. Cada día es mayor el número de personas que toman conciencia de su propia inestabilidad emocional y que, como consecuencia, dejan de estigmatizar a aquellos otros que han sido diagnosticados con este término clínico. Del mismo modo, cada día crece el número de profesionales del arte de curar que enfocan el tratamiento del trastorno bipolar desde un paradigma holístico.

Sin embargo, aún es mucho lo que falta por hacer; pero si recapitulamos algunos de los avances logrados en este territorio —de los cuales dejamos de lado todo lo concerniente a los enfoques y aportes provenientes de las neurociencias y los avances farmacológicos, no porque no sean importantes sino, simplemente, porque exceden el marco de este texto—, creo que un buen punto de partida, para hacer un balance de la situación actual, es observar cómo la sociedad ha comenzado a comprender que la bipolaridad es un problema de salud, no más dramático, aunque sí más complejo, que una gripe.

En la medida en que se le quita dramatismo, la bipolaridad deja de ser percibida con temor y comienza a ser aceptada como un acontecer posible y común de la vida, y quien la padece tiene la opción de contemplarla no ya como una dolencia irreparable sino como un conflicto que puede llegar a mitigarse y resolverse. A esto ha contribuido, de un modo significativo, el siguiente hecho: poco a poco ha dejado de ser sostenible el concepto que hacía de la bipolaridad parte de la psicosis, en tanto se reconoce que la mayoría de los pacientes bipolares son neuróticos y, a veces, inclusive, apenas un poco.

El replanteo sobre la naturaleza de la condición clínica de la bipolaridad y su ubicación diagnóstica condujo a la necesidad de forjar el concepto de espectro bipolar, esto es, reconocer que existe una serie de manifestaciones conductales, sintomáticas y/o físicas ligadas a la bipolaridad o que son perfiles encubiertos de ella, tales como el pánico, el déficit atencional, la adicción, la hiperkinesis, epilepsia, entre otras. El concepto de zona o banda, que propone una mirada dimensional del trastorno bipolar, permitió no sólo reunir en un mismo grupo formas diversas conectadas a un mismo tronco común, sino también descubrir que ciertas manifestaciones de este grupo no son ni siquiera disfuncionales como ocurre con la disposición particular al pensamiento en imágenes y la curiosidad.

Uno de los resultados de este recorrido por el cual se está transitando es que los terapeutas vamos advirtiendo que la bipolaridad es una modalidad normal de funcionamiento del organismo (tanto en su registro psíquico como en el biológico), funcionamiento que si bien puede despeñarse hacia un territorio patológico, es, también, el que da cuenta de procesos y fenómenos tales como la creatividad, la intuición y el éxtasis.

¿Qué implicaciones tiene esta propuesta? Que el encendido bipolar, en cualquiera de sus dos extremos, no es algo en sí mismo anómalo o malsano, ni patrimonio de quienes se desvían de la salud. Por el contrario, se trata de un molde —a la par fisiológico y emocional— gracias al cual determinados circuitos psicofísicos se encienden de forma hipersincrónica permitiendo la emergencia, en la persona, de una compleja manera de comprensión de la realidad que refleja la presencia de un dinamismo cerebral evolucionado. Este encendido se acompaña de una alteración de la conciencia habitual y puede descarriarse en diversas manifestaciones de la enfermedad, como las que ya hemos mencionado; pero, en su forma genérica, representa un estado alterado de conciencia sin ninguna connotación patológica.

Mas allá de estos dos últimos territorios de transformación mencionados —espectro y encendido bipolar— donde el efecto de cambio puede tener a corto plazo implicancias decisivas sobre el modo en que se concibe y trata la bipolaridad, el descubrimiento de los dones que se esconden detrás de la inestabilidad emocional, el replanteo de la meta terapéutica de la estabilidad como fin de todo tratamiento y la admisión de que ser bipolar es un modo de ser en el mundo, constituye el paso cualitativamente más gigantesco sobre el que se está montando la revolución clínica en torno de la bipolaridad. Sobre estos ejes he insistido, a lo largo de los años, en la investigación y la práctica, y las aproximaciones que sostengo en estos temas quedaron plasmadas en los libros Muertes inesperadas, Los afectos están para ser sentidos, La bipolaridad como don y Despertando el don bipolar.

El presente libro incluye varias notas y una serie de fragmentos desgrabados, de talleres y seminarios dictados en España, Italia, Argentina, Chile, México, Costa Rica y Nicaragua, así como breves segmentos de mis libros anteriores que considero oportuno reiterar aquí. En su conjunto, todos estos textos tienen la virtud de presentar de una manera fresca y dinámica una enseñanza que he tratado de trasmitir sobre la bipolaridad y que supone una concepción del hombre, la enfermedad, la salud y la cura. Por otra parte, también, son respuestas a preguntas que los bipolares y sus familias se hacen permanentemente.

Todo este material se presenta organizado en siete estaciones —con todo lo mágico que el número siete y la palabra estación encarnan— que fluyen como siete pasos de un sendero de reflexión. Sin embargo, dada la naturaleza de sus contenidos, puede leerse sin otro orden que el que dicta la intuición o la atracción de algún título en especial.

Hay en este libro algunos párrafos surgidos de la pluma de una lectora visceral e implacable de mis originales: Susana Rabbufeti Pezzoni, quien me acompaña, desde hace muchos años, en el proceso de corrección y prearmado de la mayoría de mis escritos antes de su publicación. Ella es una autora no citada, pero no por eso menos presente en esta obra, a la que también aportó versos y párrafos ajenos que no sólo iluminan los temas desarrollados por mí, sino que dejan su impronta de sabiduría y belleza en la urdimbre de mi texto.

Muchos de los temas aquí tratados reciben un desarrollo particular en los libros anteriormente señalados, pero, presentados de este modo, permiten al lector una perspectiva global y cercana de la intimidad del devenir bipolar.

Por otra parte, el subtítulo que reúne a todos estos temas —La bipolaridad como oportunidad— alude no sólo a mi particular concepción de este padecer, sino, especialmente, a mi convicción de que es deseable que terapeutas y pacientes bipolares nos embarquemos juntos en una nueva y creativa lectura de la inestabilidad emocional, que nos permita atravesarla con menos desgarro y aun con alegría y esperanza de sanación, pues ya no se tratará de una enfermedad a superar sino de una oportunidad de ser. Y para aquellos que aún insisten en considerar la bipolaridad como una adversidad, estas palabras del maestro hindú Gururaj Ananda Yogui: “En cada adversidad hay una oportunidad. El hombre fracasa porque sólo ve la adversidad, debido a que su mente fragmentada no reconoce la oportunidad. No hay adversidad en la vida. ¡Sólo hay oportunidades! Aquello que consideramos adversidad puede que sea la lección que necesitamos aprender”.

Una cosa más. Los Bips’ están trabajando afanosamente por sí mismos; han formado redes de intercambio y autoayuda y demuestran a cada instante una madura necesidad de encontrar caminos que los saquen de su condición de malestar. Estoy muy ligado (desde el corazón) a esas búsquedas y tengo la convicción de que tales tanteos forman parte del proceso de su propia curación. De modo que mi agradecimiento a todos y cada uno de aquellos amigos —muchos de los cuales aún no nos hemos presentado físicamente pero con quienes nos escribimos con frecuencia— que son quienes me empujan a mantener viva la esperanza de trasmitir el mensaje de que una bipolaridad dichosa es posible. Quizás este mensaje pueda ser visto como un imaginario poético que quiere celebrar anhelos más que realidades. Sin embargo, la vida enseña que la verdad que permanece es aquella que propagan los poetas y que la clínica es más del orden de la poesía que una pura cuestión de técnica aplicada de conocimientos científicos.

Eduardo H. Grecco

Cuernavaca, primavera de 2006

La bipolaridad como oportunidad

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