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Elogio a la oscilación

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Si el corazón me fuera percutido

pudiera ser que resonara a muerto,

pero pudiera ser que diese ruido

de pájaros cantores en un huerto.

Alfonsina Storni

Al comprender al bipolar no sólo en sus límites sino en sus talentos, no sólo en su actualidad sino en su historia, no sólo en sus síntomas sino en su estructura, estamos abriendo un campo de posibilidades significativo a la hora de diseñar una estrategia terapéutica.

Entre las varias cosas sobre las cuales conviene insistir está el tema del sentido y el valor que la oscilación tiene en la vida de un bipolar. Esta cuestión es de una importancia capital, ya que de la comprensión adecuada de lo que ello implica va a depender la orientación terapéutica con que emprendamos un tratamiento.

La vida es vibración, la vida es movimiento, la vida es oscilación. El problema de la persona bipolar no es tanto su inestable oscilación, sino su incapacidad para integrar polaridades, su inhabilidad para detenerse en los gradientes y la intensidad exagerada de los antagonismos emocionales que la dominan. En suma, una polaridad que se presenta como antagónica, excluyente, radical, desmesurada, compulsiva, desarmonizadora y exacerbada y que le impide, por lo tanto, detenerse en los puntos intermedios que van de un extremo a otro.

Lo que intentamos sostener, desde hace tiempo, es que la bipolaridad no es un problema de estabilidad (o falta de ésta), sino de proporción en el modo que tiene el paciente de alternar sus afectos. El bipolar no debe incorporar a su vida quietud y fijeza, sino tonalidades, gamas, escalas, matices... y todo esto dentro de un esquema de cadencia, ritmo ponderado y consonancia, porque la inestabilidad, el bamboleo y la fluctuación no se curan con estabilidad y fijeza, sino con más movimiento hasta alcanzar el equilibrio y la armonía. Movimiento que está presente en la creatividad, en el don de los matices, el pensamiento en imágenes y la voraz curiosidad del bipolar.

Es por esta razón que los tratamientos “estabilizadores” no deberían ser el objetivo esencial de una labor sanadora, ya que esto conlleva la pérdida o bloqueo de los auténticos talentos de la personalidad bipolar.

Un hombre de la idoneidad y el reconocimiento internacional en el tema bipolar como es el Dr. Hagop Akiskal, y que se encuentra, tal vez, en las antípodas de las ideas que sostengo, afirma —al respecto de lo que acabo de comentar— lo siguiente:

El punto final de todo tratamiento no debería ser, insisto en esto, la estabilización del humor; el punto final del tratamiento debería ser obtener un buen funcionamiento que sea compatible con las aspiraciones y deseos de la persona. Y esto no debería ser una imposición, una imposición artificial en cuanto a qué es la enfermedad mental. No debería ser hacer de la persona un vegetal mediocre, promedio, que no tiene ni este estado ni el otro, que anda solo por ahí dando vueltas. Hay algunos colegas que dicen que debemos remover totalmente la depresión, así como uno lo hace con el azúcar en la diabetes. Yo creo que es un criterio equivocado, alguna fluctuación en ese nivel de azúcar en sangre es posiblemente muy importante; algo de fluctuación en la presión sanguínea es probablemente importante; entonces, es lo mismo para los estados de ánimo. Debemos ser muy cuidadosos con lo que hacemos porque si removemos los estados de ánimo, quitamos un montón de belleza, y diría también, que un poco de conflictividad que hace interesantes a las relaciones humanas.

Creo que con lo dicho queda sustentado que oscilar no es —al menos— tan malo. Que vale la pena buscar otros caminos alternativos a la estabilización, con el objetivo de despertar el poder bipolar que yace dormido tras la sintomatología, y no condenar a la persona a una existencia mediocre e insípida en donde cualquier vaivén está desterrado por “indeseable”.

A la hora de diseñar una estrategia terapéutica cambiemos nuestros esquemáticos puntos de vista y empecemos a tomar conciencia de que un bipolar puede ser constructor, creativo e incluso genial, no a pesar de su bipolaridad sino gracias a ella. Pues la bipolaridad es un don, y si fue convertida en una desventaja, no es porque lo sea verdaderamente, sino porque la sociedad, la escuela y la medicina la han tratado, hasta ahora, como tal.

La bipolaridad como oportunidad

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