Читать книгу La huerta de La Paloma - Eduardo Valencia Hernán - Страница 15

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En las oficinas de la comandancia del Castillo de Montjuic

Mediodía del ١٨ de julio

—Buenos días, mi capitán. Sin novedad en la guardia de refuerzo.

—Buenos días, Ramírez —responde el capitán Lozano—. Vengo del despacho del comandante y no traigo muy buenas noticias. Parece ser que empieza a haber movimientos de tropas en numerosos cuarteles de la geografía española. El asunto tiene mala espina y mucho me temo que tarde o temprano nos salpique a nosotros.

—¿Sabe usted qué está pasando, mi capitán?

—De sobra lo sabe Ramírez. El descontento que hay en la oficialidad del Ejército y la insatisfacción en todo el estamento militar está llegando a niveles insospechados. Creo que lo que está pasando es que algunos han decidido tomar la iniciativa para imponer orden en este país. Desde luego, las últimas disposiciones efectuadas por el Gobierno de reintegrar en el Ejército a jefes y oficiales condenados en Cataluña por los sucesos de 1934 han provocado cierta inquietud en todo el estamento militar.

—Pero, eso, mi capitán, se parece mucho a un golpe de Estado y creo que no deberíamos apoyarlo.

—¡Ramírez!, no todo es blanco ni negro en la vida de un militar y, a veces, es necesario romper con el orden establecido en pro de una causa superior… En todo caso, usted no se preocupe, y dedíquese exclusivamente a recibir las órdenes de su superior, de esta forma nadie tendrá problemas. ¿Está claro, alférez?

—Sí, mi capitán, ¿ordena usted algo más?

—Retírese hasta nueva orden.

El alférez sale cabizbajo de la reunión con su superior y no las tiene todas consigo. Presiente el peligro inminente y las respuestas evasivas que le han transmitido no hacen más que confundirle en las futuras decisiones que ha de tomar. Pero…, en esos momentos, ¿quién tiene claro lo que se tiene que hacer? Mejor será esperar acontecimientos y actuar.

La huerta de La Paloma

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