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Religión y salud 4

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Algunos sostienen el punto de vista de que la espiritualidad es perjudicial para la salud. Esto es un engaño de Satanás. La religión de la Biblia no es perjudicial para la salud del cuerpo ni de la mente. La influencia del Espíritu de Dios es el mejor remedio para la enfermedad. El cielo es todo salud; y mientras más profundamente se experimenten las influencias celestia­les, más segura será la recuperación del inválido creyente. Los verdaderos principios del cristianismo se abren delante de to­dos como una fuente de felicidad inestimable. La religión es un manantial inagotable, en el cual el cristiano puede beber cuanto desee sin que jamás agote la fuente.

Existe una relación muy íntima entre la mente y el cuer­po. Cuando uno se ve afectado, el otro simpatiza con él. La condición de la mente afecta la salud del sistema tísico. Si la mente es libre y feliz, como resultado de una conciencia del obrar correctamente y de un sentido de satisfacción por hacer felices a otros, eso genera una alegría que producirá un efecto positivo sobre todo el sistema, hará que la sangre circule más libremente y tonificará todo el cuerpo. La bendición de Dios es un poder sanador, y los que son amplios en beneficiar a otros experimentarán esa bendición maravillosa tanto en el corazón como en la vida entera.

Cuando las personas que han gratificado sus malos hábitos y prácticas pecaminosas se someten al poder de la verdad divina, la aplicación de esas verdades al corazón aviva las facultades morales, que parecían haberse paralizado. El receptor posee un entendimiento más enérgico y claro que antes de fijar su alma a la Roca eterna. Aun su salud física mejora al establecer su se­guridad en Cristo. La bendición especial de Dios que descansa sobre el receptor es, en sí misma, salud y vigor.

Los que caminan por el sendero de la sabiduría y la san­tidad encuentran que “la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Tim. 4:8). Pueden gozar de los verdaderos placeres de la vida y no se sienten perturbados por remordimientos inútiles acerca de las horas malgastadas, ni por presentimientos tenebrosos, como sucede muy a menudo con el mundano cuando no es distraído por diversiones estimulantes. La piedad no se halla en conflicto con las leyes de la salud; más bien está en ar­monía con ella. El temor del Señor es el fundamento de toda prosperidad real.

Consejos sobre la salud

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