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Capítulo 2 LAS TINIEBLAS DE LA CLAUSTRA
ОглавлениеInvadió un miserable sistema a todas las religiones por los años de 1350, dexando con una pestilencia formidable agotados los conventos y desiertos de moradores los monasterios. De todos murieron millares, y en esta Provincia de Aragón, de seiscientos y quarenta religiosos que poblavan sus conventos, murieron los quinientos y diez, quedando solamente con vida ciento y treinta. Para reparar esta quiebra, fue precisso admitir en todos los órdenes niños que en ella se criassen, a los que se les permitían los regalos y ensanches que la puerilidad requiere por alivio. De ellos hizieron ley al apetito y fue cundiendo este cáncer, con lamentable daño, quedando muy desmayados los fervores primitivos en los conventos.1
Con estas palabras resume fray Vicente Beaumont de Navarra el impacto que la crisis bajomedieval se cobró entre las órdenes religiosas en general, y la de santo Domingo en particular, para tratar de explicar las vicisitudes atravesadas por el convento de Santa María Magdalena desde mediados del Trescientos.
Cierto que la peste de 1348 –especialmente virulenta en Valencia, según los anales blanquinegros–2 provocó estragos en la Provincia dominicana de Aragón, constituida a comienzos de la centuria y con síntomas ya de cierta decadencia.3 Ello condicionó las prescripciones de los posteriores capítulos provinciales, en los que se ordenaría a todos los priores recibir cada año tres novicios obligatoriamente y atenuar la observancia de las leyes y constituciones propias.4 En nada ayudó a superar el panorama descrito, antes al contrario, el Cisma de la Iglesia, con graves repercusiones para la orden, sus Provincias y establecimientos religiosos.5 Iría así cobrando fuerza la denominada claustra, un modo de entender la vida dominicana alejado cada vez más de los postulados que la habían caracterizado desde sus orígenes. Entre sus rasgos más característicos estuvieron la supresión de la pobreza común; la proliferación de situaciones privilegiadas basadas en la posesión de grados y títulos; la posibilidad de vivir fuera de los claustros; o la larga permanencia de los superiores en sus cargos.6
No parece que las magdalenas de Valencia constituyeran una excepción a este relajamiento generalizado. A comienzos del siglo xv la comunidad de religiosas, que tras la debacle demográfica inicial había recuperado su censo anterior a la peste, solicitó una nueva ampliación de sus instalaciones –recientemente afectadas por un incendio–7 que Alfonso V autorizó el 20 de julio de 1416, concediendo a la priora sor Valensola Dasó8 la contigua casa de mujeres arrepentidas, en desuso desde hacía algún tiempo.9
Ubicación del convento de Santa María Magdalena. Plano de T. V. Tosca.
Ya entonces la vida conventual de las monjas de Na Rovella distaba mucho de ser el remanso de observancia descrito por los historiadores de la orden en los comienzos de su andadura. De ello se haría eco mosén Gaspar Escolano a partir de una tradición todavía recordada en sus días:
Nuestro Iayme Roig, en la quarta parte del libro segundo de sus consejos, refiere que en un monasterio de monjas de aquellos tiempos, quando aún se vivía a lo claustral y con libertad, una religiosa, olvidada de su estado, dio entrada a un cavallero en su celda; y estando para executar sus torpes desseos, quitado el velo de la vergüença, le pidió que aguardasse a que se quitasse el negro de la religión. Preguntada de la causa, le respondió que por ser aquellas las arras de su desposorio con Iesuchristo. Pues si assí passa, dixo el christiano cavallero, no permita el Señor que yo le agravie en la honrra. Y con esta gallarda resolución, se salió fuera sin tocarla. Bolvió el día siguiente a oyr la missa mayor en la iglesia del mismo monasterio, y al atravessar por ella echó de ver el pueblo que un devoto crucifixo que allí havía arrimado a un pilar o capilla le havía hecho una profunda cortesía con la cabeça. Admiráronse, y mucho más quando vieron que, al salirse después de acabados los oficios, havía segundado con la misma humiliación el crucifixo. Llegáronse al cavallero y con cuydado le preguntaron qué devociones hazía que huviessen merecido tan singular favor. No supo darles otra cuenta de sí que confessarles ser uno de los mayores pecadores de la tierra... Este caso es tradición y boz pública en nuestra ciudad haver acaecido en las monjas Madalenas de aquel tiempo...10
Todavía peor se pusieron las cosas durante el priorato de sor Isabel de Bellvís, a cuya instancia e interés propio se sustraería el cenobio de la jurisdicción de la orden de Predicadores para ponerlo bajo el báculo episcopal valentino,11 asido en aquellas fechas por don Alfonso de Borja, futuro Calixto III.12 En 1432 corona y municipio obtenían del papa Eugenio IV la correspondiente aprobación a esta permuta. La noticia quedó recogida en el Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Madalena:
... com per lo sucés de tems se refredàs la devotió y com dormissen los hòmens qui havien sembrat esta religió y plater de virtuts, vingué lo enemich de l’home y sobre sembrà zizània en dit monestir, movent entre les religioses algunes passions, per les quals la cura del dit convent fon donada a l’ordinari d’esta ciutat de València per lo sant pare papa Eugeni Quart, en lo any 1432, a petició del señor rey don Alfonso y de la dita Ciutat, essent priora sor Ysabel Bellvís, la qual negosiava tot assò al seu gust y encara volen dir anà a Roma, dissimuladament, para est effecte.13
Poco más se conoce de este episodio, prácticamente silenciado por la historia oficial dominicana. Salvo las crípticas insinuaciones sobre el mismo vertidas por el padre Beaumont de Navarra, para quien algo tuvo que ver el convento de Predicadores en la suerte de las religiosas; quizá el exceso de celo de aquél –abuso dirían algunos– sobre éstas:14
De aquel desmayo común cúpole alguna parte a este real convento [de Predicadores], originado de una imprudencia y de un arrojo, que fue ocasión a que sugeriessen al papa Eugenio Quarto algunos que no constava del beneplácito del obispo de Valencia para la incorporación del monasterio en la religión. Pudo abultar la astucia con tan vivos tintes esta representación que el papa expedió su breve en el año 1432, con que volvía el monasterio a la jurisdicción del ordinario.15
Menos aún puede decirse sobre esta nueva etapa de Santa María Magdalena, de la que ha llegado hasta nosotros una enumeración –datada en 1448– de bienes sujetos a censo con la que al menos puede reconstruirse su realidad económica durante aquellos días.16 Por un lado los censos sobre bienes inmuebles, situados mayoritariamente en la ciudad de Valencia. Abundaban los pagados sobre casas, aunque se dan pocos detalles en relación a éstos. Albergues y patios sólo existían dos, al igual que hornos. Y un único molino. De otro lado figuraban los censos sobre tierras, con o sin viñas, predominantes ambos en Alzira, entre la población musulmana, y sujetos muchos a fadiga y luismo, mientras el resto eran recibidos por carta de gracia. La comunidad explotaba directamente parcelas sitas en Andarella, Soterna y Coscollar y El Puig, dedicadas también a la vid y el olivo. Los ingresos totales derivados de todo ello para las arcas cenobiales no llegaban a las quinientas veinte libras, cantidad nada elevada si se compara con otras, aunque compensada por un nivel de gastos mínimos gracias a la reciente finalización de la fábrica, que explicaría el saneamiento de las rentas magdalenienses en este tiempo.17
Ciento quince años en la historia del convento de Na Rovella en los que, a juzgar por los escasos testimonios conservados, «no s’arrancaren les males herbes que l’havien polutat, abans ne naixqueren de pijors, fent-se en dit convent algunes insolènties y vivint-se molt destruydament».18 A nadie debe extrañar la prolongación de tal ocaso, con unos obispos absentistas, a quienes andaban sometidas las monjas, gobernando la diócesis de Valencia en la distancia hasta la cuarta década de la posterior centuria.19
La decadencia religiosa, sin embargo, no pudo con algunas magdalenas perseverantes en el espíritu dominicano. Hasta donde sabemos, san Vicente Ferrer contó con un grupo de fieles seguidoras entre éstas,
Quán suyo miravan las hijas de este monasterio al santo el tiempo que residía en Valencia, lo eternizan sus memorias aún dentro de la clausura, en donde se conserva un poço que bendixo el santo en una de las muchas ocasiones que entrava para el consuelo y dirección de sus hijas de espíritu que allí tenía.20
Tampoco debe descartarse la posible influencia en tales monjas de frailes miembros de la Congregación de la Observancia de la Provincia de Aragón, que a partir de 1439 combatiría en estos territorios la relajación de la regla primitiva por parte de la claustra, reivindicando una vuelta al brío primitivo de la orden en aspectos como la pobreza, el estudio, la mortificación, el eremitismo o la predicación.21
Así se explicarían los casos ejemplares de sor Virginia Faxardo, de la noble casa de los Vélez,22 o sor Consentina Muñoz, antigua hermana franciscana de Nuestra Señora de la Puridad.23 Dos modelos a seguir por una nueva generación de monjas que, llegada con el Quinientos, retornaría el convento al redil de la orden de Predicadores, vuelta a la unidad tras la superación de las disidencias internas de los últimos tiempos.
1. V. Beaumont de Navarra, Breve y devota descripción de la gloriosa celda del padre san Luis Bertrán, acreditada con singulares prodigios y favores celestiales, venerada en el real convento de Predicadores de Valencia, Valencia, 1722, pp. 87-88.
2. BUV. Ms. 932, J. Teixidor, Necrologio de este real convento de Predicadores de Valencia. Devidas memorias a sus hijos nativos con extensión en los más ilustres recogidas de monumentos antiguos i seguros. Tomo II. Desde el año de 1531 al año 1599, p. 2.
3. F. Diago, Historia de la Provincia de Aragón de la orden de Predicadores, desde su origen y principio hasta el año de mil y seyscientos, Barcelona, 1599, f. 39v.
4. En la Biblioteca Universitaria de Zaragoza se conservan algunas colecciones de Actas de la Provincia de Aragón que incluyen los capítulos de estos años. En concreto los manuscritos 180 y 262.
5. Además de las páginas dedicadas al asunto por F. Diago, Historia de la Provincia de Aragón..., op. cit., ff. 58 y ss., para el período del cisma resulta de imprescindible consulta G. G. Meersseeman, «Études sur l ’ordre des freres precheurs au debut du Gran Schisme», Archivum Fratrum Praedicatorum, 25 (1955), pp. 213-257; 26 (1956), pp. 192-248; y 27 (1957), pp. 168-199.
6. Véase en cualquier caso V. Beltrán de Heredia, Historia de la reforma de la Provincia de España (1450-1550), Roma, 1939, pp. 185-217, y Las corrientes de espiritualidad entre los dominicos de Castilla durante la primera mitad del siglo XVI, Salamanca, 1941; J. M.a de Garganta, «Los dominicos de la Provincia de Aragón en la historia de la espiritualidad (siglos XIV-XVII)», Teología espiritual, 1 (1957), pp. 98-121, y «San Juan de Ribera y san Luis Bertrán», Teología espiritual, 5 (1961), pp. 67-89; A. Robles Sierra, «La reforma entre los dominicos de Valencia en el siglo XVI», en Corrientes espirituales en la Valencia del siglo XVI (1550-1600), Valencia, 1983, pp. 183-210; y A. Esponera Cerdán, «La Provincia y la reforma de los siglos xv y xvi», en La Provincia dominicana de Aragón. Siete siglos de vida y misión, Madrid, 1999, pp. 69-91.
7. «Dimats, a 10 de maig [1414], en la nit, se mogué foch en lo monestir de les monges de Santa Maria Magdalena. Cremaren-si dos cambres». buv. Ms. 204, J. Falcó, Historia de algunas cosas..., op. cit., p. 840.
8. Repetiría como priora en 1421 y 1425. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Priores, f. 24v.
9. J. Teixidor, Antigüedades de Valencia, Valencia, 1895, vol. II, p. 117.
10. G. Escolano, Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia, Valencia, 1610, pp. 943-944. La respuesta ofrecida a mosén Escolano por parte de los hijos de santo Domingo desmentiría este particular. «Que este caso sucediera en este real convento, y como él le pondera, no con toda la modestia que devía, ni es voz pública, como él piensa, ni ay instrumento que lo convença, ni Jayme Roig lo assegura. No es disimulable la poca inclinación o mucha aversión que tuvo este autor a la orden de Predicadores, como se evidencia en sus escritos. Ni es menester formar apología contra lo que dize, pues nadie ignora la facilidad con que habla freqüentemente. Grande lo es en este punto apropiar el sucesso a este convento». V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit., p. 60.
11. «Dios se lo perdone», apostillaría una nota en la lista de prioras conservada en ARV. Clero. Leg. 247, caja 641, carp. 9. La tal sor Isabel, al frente del convento en 1430 y 1440, había ingresado el 1 de marzo de 1420, siendo priora la citada sor Valensola Dasó. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Priores, f. 24v, y Religioses y dots de aquelles, f. 31vbis.
12. M. Navarro Sorní, Alfonso de Borja, papa Calixto III, Valencia, 2005.
13. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Priores, f. 34v.
14. Motivo de frecuentes quejas por parte de los monasterios femeninos en general todavía durante la época moderna. M. Barrio Gozalo, El clero en la España Moderna, Córdoba, 2010, p. 431.
15. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit., p. 91.
16. ARV. Real Cancillería, 489, ff. 272-276. Una lista similar, pero de 1557 en adelante, en ARV. Clero. Ms. 1673.
17. M.a D. Cabanes Pecourt, Los monasterios valencianos..., op. cit., pp. 120-122.
18. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Priores, f. 24v.
19. E. Olmos Canalda, Los prelados..., op. cit., pp. 108-154. Véanse también M. Navarro Sorní, «El tiempo de los Borja, siglo de oro de la Iglesia valenciana», en La Luz de las Imágenes. La iglesia valentina en su historia, Valencia, 1999, pp. 125-164, y V. Pons Alós y M.a M. Cárcel Ortí, «La diócesis de Valencia durante los pontificados de los Borja», Anales Valentinos, 53 (2001), pp. 87-119.
20. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit., p. 41.
21. A. Robles Sierra, «La reforma entre los dominicos de Valencia en el siglo XVI», en Corrientes espirituales en la Valencia del siglo XVI (1550-1600), Valencia, 1983, pp. 188 y ss.
22. «Fon rebuda a quinse de mars 1478, essent priora sor Yolant Storna. Portà de dot e ingressió sesanta-cinc lliures, més portà tres lliures, set sous y cinc dinés censals pagadors a vinty-quatre de iuny, per preu de quaranta-cinc lliures, set sous de y cinc dinés censals. Esta religiosa féu los canelobres de argent per acolitar y un pali vellut carmesí per a l’altar. Morí molt vella y molt perfeta religiosa plena de molt bones obres». ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Religioses y dots de aquelles, f. 32 bis.
23. «Fon rebuda a vint-y-dos de iuliol de 1500, essent priora sor Aldolça Çavall. Portà de dot cinquanta-sinc lliures. Aquesta fon primer monja de sent Francés, en lo monestir de la Puritat, y ab breu del papa fon trasl.ladada en aquest monestir de Senta Maria Magdalena, ahon prengué lo hàbit y féu proffessió ja dona de huytanta anys y morí essent priora, de edat de cent vint-y-nou anys y mesos, a dotze de noembre de 1543, a la qual, estant ja con esta última edat, l’ixqueren altra vegada los dents y queixals, les canes se li tornaren negres y les altres coses de persona jove li foren restituïdes, salvo les forces, que tots temps li anaren disminuint». Ibíd., f. 33 bis. Fue priora en cuatro ocasiones, entre 1524 y 1543. Ibíd., Priores, f. 25.