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INTRODUCCIÓN
ОглавлениеLa preocupación por las órdenes religiosas como objeto de investigación, análisis e interpretación histórica hace tiempo que empezó a liberarse de tonos hagiográficos tradicionales, planteamientos y lenguajes clericales para convertirse en territorio de historiadores de oficio.1 Ya en la década de los sesenta del pasado siglo los monasterios medievales franceses eran estudiados sistemáticamente con criterios acordes a los nuevos tiempos. En España, donde la historia del clero regular abandonó los claustros con posterioridad, ha sido uno de los capítulos más y mejor atendidos por la historiografía de las últimas décadas, al menos para la época moderna.2 Aunque no todas las religiones ni todos los lugares se han beneficiado por igual de esta tendencia. Los dominicos de la Provincia de Aragón, por ejemplo, continúan sin suscitar suficiente interés entre los investigadores, pese a los meritorios esfuerzos de algunos trabajos bastante recientes.3 Ni siquiera los grandes establecimientos blanquinegros, diseminados a lo largo y ancho de los territorios de la antigua Corona de Aragón, cuentan con estudios adecuados. No los masculinos, desde luego. Pero menos los femeninos, prácticamente ajenos al protagonismo cobrado por las mujeres en el proceso de renovación temática y metodológica experimentado por la historia4 y su impacto en el análisis de las órdenes religiosas.5
Quizá sea el caso valenciano uno de los más elocuentes. De los conventos monjiles aquí fundados por la orden de Predicadores desde la Reconquista cristiana, poco se sabe más allá de los datos consignados en las obras de carácter general que tratan de pasada algún aspecto de la vida monacal,6 a menudo desde una perspectiva eminentemente economicista;7 o en las propias crónicas dominicanas, de las que la obra clásica del padre Francisco Diago constituye el mejor exponente.8 Mucho han tenido que ver en ello las vicisitudes padecidas por estos establecimientos como consecuencia tanto de la desamortización de bienes eclesiásticos y la desaparición de algunas de las comunidades religiosas como de la guerra de 1936. Unas y otras motivaron la dispersión de su documentación histórica, azarosamente repartida entre los principales archivos del Estado, cuando no la irreparable pérdida de la misma.9
Véase sino el panorama ofrecido por los tres cenobios femeninos asentados en la capital del Turia. Santa María Magdalena, en la partida de Na Rovella y decano de todos ellos, con anterioridad a la debacle documental de los siglos XIX y XX tuvo la fortuna de ser historiado, sólo en parte y con criterios alejados todavía del rigor científico propio de las Luces, como ya se verá. Desde una perspectiva algo más moderna, no hace tanto tiempo, fray Adolfo Robles Sierra se ocupó in extenso de Santa Catalina de Siena, levantado en la postrera década del Cuatrocientos junto al portal de los Judíos y – a diferencia de los otros dos conventos– todavía en pie y activo a las afueras de la ciudad.10 En 1667, frente a un segundo portal, el de los Inocentes, iniciaba su andadura la última fundación religiosa que interesa, Nuestra Señora de Belén, la de más corta vida y la peor conocida con diferencia.11
Así las cosas no resulta difícil justificar el trabajo que ahora se presenta, dedicado al primero de estos establecimientos durante los casi seis siglos que sus muros permanecieron en pie: el real convento de Santa María Magdalena de Valencia. Que nadie espere, no obstante, una historia definitiva de éste, ni siquiera completa en el sentido estricto del término, puesto que la escasa documentación conservada no la ha permitido. Trataríase, en todo caso, de una aproximación a la misma, entre los orígenes del cenobio, inmediatamente posteriores a la Reconquista de la ciudad, y su desaparición, que siguió a la exclaustración decimonónica, elaborada a partir de fuentes de muy distinta calidad y procedencia.
Entre las impresas, además de las líneas dedicadas a nuestras monjas por el padre Diago,12 merecen destacarse otras de mayor enjundia. Especialmente el Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena de religiosas del Gran Patriarca santo Domingo de la ciudad de Valencia. Ilustrado con las noticias de heroicas virtudes de algunas de sus hijas más insignes, de fray Vicente Beaumont de Navarra, publicado en las prensas valentinas de Juan González, junto al molino de Na Rovella, el año 1725. Este fraile oriundo de Xàtiva, venido al mundo allá por 1683, había vestido el hábito dominicano con el nuevo siglo en el convento de Predicadores de Valencia, donde leyó un tiempo Artes y Teología.13 El religioso, graduado también en Filosofía por el Estudi General y examinador sinodal de la diócesis de Teruel, «predicava con aplauso y era tenido por sugeto benemérito de los empleos de la Provincia». Ninguno de tales oficios obtuvo, sin embargo, debido a su muerte prematura, en 1728, y a su pasión por el arte y la historia. Dos obras confirman este último extremo, una Breve y devota descripción de la gloriosa celda del padre san Luis Bertrán, acreditada con singulaes prodigios y favores celestiales, venerada en el real convento de Predicadores de Valencia, aparecida en la imprenta de José García en 1722, y la que ahora nos ocupa sobre Santa María Magdalena.14
V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena de religiosas del Gran Patriarca santo Domingo de la ciudad de Valencia. Ilustrado con las noticias de heroicas virtudes de algunas de sus hijas más insignes, Valencia, 1725.
La ópera magdaleniense del padre Beaumont de Navarra –dedicada al entonces capitán general del reino don Luis Riggio y Branciforte y promovida por don José Salcedo Enríquez de Navarra, caballero de la orden de Montesa, comendador de Borriana y probablemente emparentado con la casa de Ariza, muy vinculada al convento de Na Rovella a través de algunas de sus monjas– tuvo sus orígenes en la memoria de las fiestas organizadas por esta comunidad en 1724 con ocasión de la coronación pontificia del papa Benedicto XIII, religioso de la orden de Predicadores. Escuchémoslo en palabras del propio autor, cuyo barroquismo y ampulosidad anunciarían el tono de su composición, gestada a la mayor gloria del hábito blanquinegro:
Ya pues no se estrañará resuenen los ecos de la fama prompta a publicar los trofeos del real monasterio de Santa María Madalena, pensil frondoso que entre los deliciosos de Valencia plantó para los divinos recreos y abundantes cosechas de frutos de santidad el espíritu del gran patriarca santo Domingo en sus hijas ha depositado, quando se perciben los festivos aplausos con que su real magnanimidad solemnizó en su templo la exaltación dichosa de nuestro santíssimo padre Benedicto XIII a la Apostólica Silla, coronando con la tiara todos los timbres de su dominicana familia. La noble liberalidad, congénita al generoso espiritu de sus hijas, que fue admiración universal con tan festivos como costosos aparatos, motivó el más cordial afecto a que no quedassen sepultadas memorias de tan manirrota bizarría entre las cenizas del olvido. Y como era preciso darles origen a tan ilustres destellos de la más religiosa piedad y fervorosa gratitud a los divinos favores, por ser éste uno de los más crecidos que ha podido en estos calamitosos tiempos feriar la divina benignidad a la dominicana estirpe, gloriosa con este laurel in[e]sperado, pareció executiva la narración, aunque compendiosa, de la grandeza de tan real casa. Pero como ésta, no tanto es por lo que en lo material la ilustran prerrogativas bien singulares, sino las que desabrochó la gracia en los ángulos más ocultos de sus estancias, depositando sus tesoros en varias prodigiosas heroínas, preciso es texer de algunas más insignes un catálogo, con algunas noticias de la fundación y aprecio que con los reyes, pontífices y príncipes siempre ha sido famoso este real monasterio. Ya aquí se descubre el principal argumento de este compendio, siendo el motivo la celebridad referida, a dexar correr la pluma para formar un escorzo, aunque con toscas pinzeladas de mal distribuidas sombras, de la grandeza de este real convento, que pedía volumen más dilatado.15
Efectivamente, junto a la Descripción breve de la solemne fiesta con que el real convento de Santa María Madalena de religiosas dominicas de la ciudad de Valencia solemnizó a exaltación de nuestro santíssimo padre Benedicto XIII a la Apostólica Silla y la Oración panegyrica que en la solemne acción de gracias con que celebró el real y religiosíssimo convento de Santa María Madalena de religiosas dominicas de la ciudad de Valencia la exaltación a la tiara de nuestro muy santo padre Benedicto XIII predicó el trinitario fray Bartolomé Cases,16 aparecería la historia de esta fundación religiosa elaborada –si hemos de creer a su responsable– en apenas unos meses.17 Treinta y dos extensos capítulos la integraron, repartidos en trescientos veinte folios. Para su elaboración contó fray Vicente con fuentes de primera mano conservadas en el antiguo archivo de las magdalenas. Destacan entre ellas un par, descritas por él mismo al final de la obra. La primera,
... un libro manuscrito que se escrivió cerca de ducientos años, y quando se formó recogieron en él todas las memorias antiguas del monasterio. En él se trata de su fundación, de la venida de sus venerables fundadoras de Italia, de las dotaciones magníficas que para ella hizieron los reyes; ay un extracto por anales de las bulas apostólicas y privilegios reales. Se hallan escritos los ingressos y professiones de todas las religiosas, que desde el año 1247, siete años después de la fundación, hasta el presente 1725 vistieron en hábito, los dotes que traxeron, en qué especie y en dónde se cargaron; el año, mes y día en que murieron, que con esta puntualidad creo ay muy pocos libros en muchas religiones; ay sylabo por anales de las prioras que le han governado, desde las fundadoras asta oy, lo que han hecho en beneficio del convento hasta nuestros tiempos.18
El segundo de los libros aludidos por el religioso sería
... el indículo de las religiosas difuntas, que se lee en el coro después del martyrologio, según antiguo estilo. En él ay, con autoridad de los superiores, singulares elogios en latín de algunas religiosas de insigne santidad.19
Lástima que el padre Beaumont de Navarra sacrificara el rigor de la crítica histórica en aras de una historia impoluta –hagiografía, podría decirse– de sus hermanas de hábito, dejándose llevar demasiado a menudo por leyendas y tradiciones con escaso fundamento o pasando por alto los episodios menos edificantes acaecidos entre los muros de Santa María Magdalena. Tan particular estilo valdría al dominico los reproches de su más aventajado discípulo, no otro que fray José Teixidor, exponente destacado –junto a los padres Luis Galiana, Jacinto Segura y Bartolomé Ribelles– de una nueva generación de frailes artífices de la denominada escuela historiográfica del convento de Predicadores de Valencia.20 De fray Vicente escribiría lo siguiente el padre Teixidor:
Sus vivíssimos talentos lo hicieron poeta latino y castellano, grande humanista y noticioso en todo género de historia, sacra y profana. En ésta le faltó el buen gusto de la crítica, por lo que se tragava i adoptava qualquiera cosa sin detenerse a examinar su verdad y fundamento; y assí llenó de narraciones fabulosas su libro Compendio histórico del convento de Madalenas.21
Todo apunta a que fray José trataría de enmendar los yerros de su maestro, e incluso los del padre Diago, componiendo su propia historia del convento de Santa María Magdalena a partir de las escrituras antiguas localizadas en su archivo. En 1764 revelaba a fray Luis Galiana el estado de esta investigación:
... tengo trabajada i concluida en borrador una larguíssima Disertación de la fundación del convento de Madalenas, contra lo que escrivieron Diago y Beaumont, probado todo con escripturas de aquellos tiempos. Si se proporcionare ocasión, avisaré al amigo Christianópulo,22 pues si en los Anales siguen a Diago i Beamont errarán enormemente.
Cuatro años más tarde –en este caso a un anónimo corresponsal residente en Roma– el padre Teixidor ofrecía nuevas noticias sobre otros escritos magdalenienses debidos a su pluma:
Yo tengo concluido dos tomos en folio mayor de Observaciones críticas a las antigüedades de Valencia, en que trato de sus fundadores i de todos sus templos, conventos, etcétera, assegurando su antigüedad por noticias sacadas de privilegios i escrituras auténticas que he leído i copiado en los archivos públicos i en los particulares de cada iglesia i convento. Tuve la mira de exterminar las monstruosas fábulas creídas de todos; i porque no son pocas las de nuestro convento de Madalenas, discurro no le será ingrata su noticia... Amigo, el deseo de que se escriva la pura verdad i la buena lei que le devo i le professo me ha forzado a resumir lo que concierne al convento de Madalenas, i tengo difussamente en mi tomo 2 de Observaciones críticas (libro 4, capítulo 15), sometiéndolo todo a la prudente censura de vuestra paternidad. De lo que concierne el abandono del govierno de nuestra orden de dichas monjas escriví un largo qüaderno, que me copió el padre Fortún i se le llevó el padre reverendíssimo [fray Juan Tomás de Boxadors], cuya bendición estimaré que vuestra paternidad me impetre.23
Serían estos últimos papeles, apenas una docena de folios, los únicos llegados hasta nuestros días.24 Desde su publicación en 1895 la historia de las dominicas de Na Rovella se había dado por cerrada, como consecuencia de la desaparición de su archivo. Cierto que parte de la documentación magdaleniense fue a parar al Archivo del Reino de Valencia, cuyos fondos custodian una veintena de cajas, entre manuscritos y legajos;25 y en muy menor medida al Archivo Histórico Nacional.26 Lamentablemente, siendo las fuentes económicas las únicas que preocupaban a los desamortizadores, interesados en las riquezas y títulos conventuales pero no en otro tipo de documentos, poco es lo que puede aprovecharse para historiar Santa María Magdalena, entre libros de capbreves, racionales de doblas, aniversarios y misas, escrituras de tierras y censales, colectas, actas de compraventa, etcétera.27
Así estaban las cosas cuando hace algún tiempo hallamos en el archivo del actual convento de Santa Catalina de Siena –donde quedó integrada nuestra comunidad religiosa tras la exclaustración– el Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Madalena y yngresos de religiosas, empleado en su día por los padres Diago, Beaumont de Navarra y Teixidor para la elaboración de sus estudios sobre las magdalenas y dado por perdido.28 El manuscrito en cuestión, compuesto por casi un centenar de folios, en valenciano y castellano, a veces numerados y encuadernados en pergamino, corresponde a distintas épocas y presenta varias partes. Se inicia con un breve listado de Las monjas que hoy viven en Santa María Madalena de Valencia, que contamos 25 de abril 1611,29 al que sigue un Memorial, inventari i registre de moltes coses notables pertanyents a est insigne convent de la gloriosa apostolessa Sancta Maria Madalena, hasta 1548.30 Viene a continuación la Dotatió del cenobio, que enlaza con las Gràties de papes y privilegis de reys.31 Más adelante se incluyen unas líneas sobre Les fundasions que se an fet de les relijioses que an ejit de aquest convent.32 Las Priores, entre los años 1240 y 1703, con sus nombres, apellidos y mandatos, ocupan los siguientes veinticinco folios.33 Mayor espacio se dedica a las Religioses y dots de aquelles, también desde la fundación y hasta 1824 en este caso.34 El volumen se cierra con un registro de Censals de 1378 a 154135 y tres hojas sueltas de desigual contenido.36
Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Madalena y ingresos de religiosas. Archivo del Real Convento de Santa Catalina de Siena. Valencia.
Pese al cuidado y atención con que sus presentes propietarias guardan este libro, no todo él presenta igual estado de conservación. Son muchas las páginas ilegibles como consecuencia de la tinta empleada en su escritura, responsable con el paso de los años de infinitos emborronamientos y roturas del papel, con la consiguiente pérdida de información. Para preservar las partes todavía aprovechables empezamos a trabajar sobre el manuscrito tiempo ha, completando sus lagunas con los datos proporcionados al respecto de Santa María Magdalena por los padres Diago, Beaumont de Navarra y Teixidor, más las fuentes depositadas en el Archivo del Reino de Valencia e Histórico Nacional, ya mencionadas. También ha sido consultado el de la Corona de Aragón, en cuyos registros de Cancillería Real, para el medievo sobre todo, y Consejo de Aragón, en el caso de los siglos XVI y XVII, se ha localizado alguna documentación de interés.37 Casi nada hemos hallado en el de Simancas o en el Histórico de la Antigua Provincia Dominicana de Aragón, y muy poco en el General de la Orden de Predicadores, en Roma. Deben añadirse, por último, las crónicas inéditas del convento de Predicadores de Valencia, cuyo ascendiente sobre las magdalenas se traduciría en toda suerte de noticias a propósito de ellas, anotadas por hombres, no se olvide, y desde la superioridad que confería el hábito masculino.38
El resultado de todo ello es el libro que ahora se presenta, articulado en dos partes. La primera analiza, a través de nueve capítulos, los momentos cruciales en la historia de Santa María Magdalena. Los orígenes, caracterizados por la plena incorporación de sus moradoras a la orden dominicana y los efectos derivados de la claustra bajomedieval. Durante la modernidad reforma y resistencia coparon el protagonismo de la vida comunitaria en Na Rovella, afectada desde el Setecientos por la secularización general más o menos presente en todos los claustros españoles. Y finalmente la Guerra del Francés y sus consecuencias, epílogo de este cenobio recién inaugurada la época contemporánea. Un apéndice documental constituye la segunda parte del estudio, integrada por una selección de piezas de gran valor histórico distribuidas en dos categorías. Primero documentos independientes, como bulas y breves fundacionales, otras declaraciones pontificias relacionadas con el convento, decretos de las autoridades blanquinegras dirigidos a sus monjas, testamentos de éstas y algunos escritos más con ellas relacionadas. Y a continuación las nóminas completas de religiosas, su fecha de ingreso, edad, vestición de hábito, dote e incluso defunción en ocasiones; y prioras, en su mayoría acompañadas por el balance de sus gobiernos. La mayor extensión de este apartado final del apéndice queda justificada por sí sola en un trabajo de las presentes características. Más aún si se atiende a que pocas veces las incursiones en el pasado de cenobios y monasterios –los de la orden de Predicadores muy particularmente– disponen de una información tan rica, variada y sin interrupciones temporales.
Toda obra es deudora de alguien o de algo, y ésta lo es en muchos sentidos. Por supuesto de los proyectos de investigación que la acogieron. El primero, San Juan de Ribera cuatrocientos años después: su vida, obra y afanes a la luz del siglo XXI (Universidad CEU-Cardenal Herrera y Ministerio de Ciencia e Innovación), por mí dirigido, posibilitó la puesta en marcha del trabajo, cuya conclusión y publicación debe atribuirse a un segundo, La Catedral Ilustrada. Iglesia, sociedad y cultura en la Valencia del siglo XVIII (Universidad CEU– Cardenal Herrera y su continuación, bajo idéntica denominación, a través del correspondiente I+D del Ministerio de Economía y Competitividad), encabezado también por quien suscribe estas líneas. Las sugerencias y comentarios de Vicent Pons hicieron lo suyo, como también la revisión de los textos en valenciano por parte de Vicent F. Garcia y el inmerecido prólogo de Enrique García. El débito es infinito con la actual comunidad de monjas dominicas de Santa Catalina de Siena y su priora, quienes facilitaron la investigación poniendo a disposición del autor los antiguos fondos archivísticos de las extintas magdalenas. Pero es a Alfonso Esponera, verdadero Deus ex machina del presente estudio, a quien más deben las líneas que siguen. De él fue la idea original y suyos han sido los ánimos y consejos que la han acompañado en su desarrollo, de principio a fin. Los errores sólo a quien escribe pueden achacársele.
1. T. Egido, «Historiografía del clero regular en la España Moderna», en A. Cortés Peña y M. L. López-Guadalupe Muñoz (eds.), La Iglesia española en la Edad Moderna. Balance historiográfico y perspectivas, Madrid, 2007, pp. 22-23.
2. E. Martínez Ruiz (dir.), El peso de la Iglesia. Cuatro siglos de órdenes religiosas en España, Madrid, 2004.
3. R. M.ª Alabrús Iglesias (ed.), Tradición y modernidad. El pensamiento de los dominicos en la Corona de Aragón en los siglos XVII y XVIII, Madrid, 2011; La memoria escrita de los dominicos, Sant Cugat, 2012; y La vida y la sociabilidad de los dominicos, Sant Cugat, 2013.
4. J. Amelang et alii, Historia y género. Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea, Valencia, 1990.
5. Un repaso sobre el estado de la cuestión de los claustros femeninos, en la España Moderna y para las distintas órdenes religiosas, en M. Reder Gadow, «Las voces silenciosas de los claustros de clausura», Cuadernos de Historia Moderna, 25 (2000), pp. 279-338. Más recientes son las aportacione recogidas en F. J. Campos y Fernández de Sevilla (coords.), La clausura femenina en España, San Lorenzo del Escorial, 2004, y La clausura femenina en el Mundo Hispánico: una fidelidad secular, San Lorenzo del Escorial, 2011; y M.a I. Viforcos Marinas (coord.), Historias compartidas. Religiosidad y reclusión femenina en España, Portugal y América, siglos XV-XIX, León, 2000, y Fundadores, fundaciones y espacios de vida conventual: nuevas aportaciones al monacato femenino, León, 2005, este último junto a M.a D. Campos Sánchez-Bordona.
6. C. Sarthou Carreres, Monasterios valencianos: su historia y su arte, Valencia, 1943.
7. M.a D. Cabanes Pecourt, Los monasterios valencianos. Su economía en el siglo XV, Valencia, 1974. 2 vols.
8. F. Diago, Historia de la Provincia de Aragón de la orden de Predicadores, desde su origen y principio hasta el año de mil y seyscientos, Barcelona, 1599.
9. J. Cortés y V. Pons, «Geografia dels monestirs valencians en la Baixa Edat Mitjana», en Santes, monges i fetilleres. Espiritualitat femenina medieval, Valencia, 1991, p. 77.
10. A. Robles Sierra, Real monasterio de Santa Catalina de Siena. Proyección y fidelidad, Valencia, 1992.
11. J. Teixidor, Antigüedades de Valencia, Valencia, 1895, vol. II, p. 246. Sobre ella trabajamos ahora a partir de la localización del inédito Libro de fundación del monasterio de Nuestra Señora de Belén de Valencia, dado por perdido hasta hoy y localizado en el Archivo del Convento de la Inmaculada Concepción de Torrent, redactadas ya estas líneas.
12. F. Diago, Historia de la Provincia de Aragón..., op. cit., ff. 254-255v.
13. V. Pascual y Beltrán, Játiva biográfica, Valencia, 1931, vol. II, pp. 85-86. Según las crónicas blanquinegras «vistió el ábito en este convento a 20 de febrero 1700 i professó en 21 de febrero 1701». BUV. Ms. 933, J. Teixidor, Necrologio de este real convento de Predicadores de Valencia. Devidas memorias a sus hijos nativos con extensión en los más ilustres recogidas de monumentos antiguos y fidedignos. Tomo 4. Contiene los difuntos desde el año 1478 hasta 1775, p. 333.
14. Una tercera y más breve composición atribuida al padre Beaumont de Navarra sería la Carta dirigida a mossén Miguel Pujalte recomendándole el cuidado y asistencia de sor Beatriz Ana Ruiz, de la tercera orden de san Agustín, escrita en Orihuela en abril de 1711. Apareció inserta en la vida que, sobre esta venerable religiosa, debemos al maestro fray Thomás Pérez. V. Ximeno, Escritores del reyno de Valencia, Valencia, 1749, vol. II, pp. 50 y 214-215.
15. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena.., op. cit., Motivo y argumento de este tratado, s. p. A propósito de la consolidación del despliegue publicístico de carácter hagiográfico consolidado en esta centuria por parte de muchas órdenes religiosas, y de la que la obra que nos ocupa constituyó un claro exponente en el caso de los dominicos valencianos, véase A. Atienza López, «Las crónicas de las órdenes religiosas en la España Moderna. Construcciones culturales y militantes de época barroca», en A. Atienza López (ed.), Iglesia memorable. Crónicas, historias, escritos... a mayor gloria. Siglos XVI-XVIII, Madrid, pp. 25-50.
16. Véase la nota 12 del capítulo 8.
17. Lo confirma el capuchino fray Francisco Sirera, encargado por el vicario general de la sede vacante de la correspondiente aprobación para la edición de la obra, «que publica [el padre Beaumont de Navarra] en tan breve tiempo que no sé cómo le ha tenido para leer solamente los monumentos manuscritos de que la ha formado, que los impressos que da por toda ella pedían muchos años de estudio». V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit., Aprobación, s. p.
18. Ibíd., Nota de la calificación de los monumentos de que se ha formado este compendio,
19. Ibíd.
20. A. Esponera Cerdán, «La escuela historiográfica del convento de Predicadores de Valencia en el siglo XVIII», en Qué es la historia de la Iglesia. Actas del XVI Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona, 1996, pp. 397-420. Sobre fray José Teixidor, concretamente, véase su mejor aproximación biográfica, con un repertorio bibliográfico completo, a cargo de A. Esponera Cerdán, «El historiador dominico fray José Teixidor», en E. Callado Estela (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia III, Valencia, 2009, pp. 149-194.
21. BUV. Ms. 933, J. Teixidor, Necrologio.., op. cit., Tomo 4, p. 333.
22. El padre Christianópulo había acompañado al maestro general de la orden de Predicadores en la visita girada a las Provincias españolas, recogiendo informaciones históricas para incorporar a los proyectados Annales ordinis Praedicatorum. Véase al respecto V. Beltrán de Heredia, «Examen crítico de la historiografía dominicana en las Provincias de España y particularmente en Castilla», Archivum Fratrum Praedicatorum, xxxv (1965), pp. 195-248, y A. Esponera Cerdán, «Aproximación a la historiografía dominicana ibérica desde el Renacimiento hasta la Ilustración (siglos XVI-XVIII)», Archivo Dominicano, xxiv (2003), pp. 107-148.
23. A Gop. XIII, 21100, ff. 123-127v.
24. J. Teixidor, Antigüedades de Valencia..., op. cit., vol. II, pp. 113-127.
25. El catálogo completo de los mismos –cuyo grueso ocupa la documentación referente a los siglos XVII y XVIII, mucho menos del XVI y XIX y nada del XIII y XIV– se ofrece en el apéndice documental I, doc. 13.
26. Fundamentalmente el lejajo 7479 de la sección Clero, bajo la rúbrica Dominicas. Convento de Santa María Magdalena de Valencia. Otras secciones albergan también documentación sobre el cenobio, en especial Nobleza. En el antiguo archivo de los Duques de Fernán Núñez (carp 27, doc. 67) se guarda un privilegio alfonsino de 1331. Por su parte, en el de los Duques de Osuna, los registros localizados son los siguientes: carp. 152, docs. 1, Fragmento de una escritura de quitación de un censal por el convento de Santa María Magdalena de Valencia a favor de María Enríquez de Luna, duquesa viuda, en nombre de su hijo Juan de Borja, sobre el lugar de Castellón de Rugat (1418), y 12, Escritura por la que Alduina Çavall, priora del monasterio de Santa María Magdalena de Valencia, junto con las monjas del mismo, hace quitamiento de parte de un censal cargado sobre la Baronía de Castellón de Rugat, a favor de María Enríquez [de Luna] , duquesa viuda de Gandia, como curadora de su hijo Juan de Borja, como poseedor de dicha baronía que había comprado el II°duque de Gandia (1503); carp. 159, doc. 1, Traslado de una cláusula de transacción firmada el 9 de diciembre de 1447 por la priora y monjas de Santa María Magdalena de Valencia y por Johanes Civera, por la que éste cede, a su hermana monja y al monasterio, la sexta parte de dos censales cargados sobre las aljamas del Real [de Gandia] y Beniopa (1500); carp. 170, doc. 15, Escritura por la que Alduina Çavall, priora del convento de Santa María Magdalena de Valencia, hace quitación de un censal que había cargado Pedro Luis de Borja, duque de Gandia, sobre la casa y plaza de San Lorenzo, a favor de Juan, duque de Gandia (1506); y carp. 802, doc. 9, Parte de un proceso del convento de Santa María Magdalena de Valencia contra el duque de Gandia (1486).
27. Quizá constituyan una excepción los listados de profesiones religiosas y prioratos, para el Archivo del Reino de Valencia, o el testamento de algunas religiosas, si al Archivo Histórico Nacional nos referimos.
28. Junto a él se halla un muy somero resumen del mismo –con alguna otra información, también muy breve y sin constar su procedencia– a cargo del padre T. Echarte, mecanografiado en 1983 y titulado Convento de Santa María Magdalena. Monjas dominicas de Valencia.
29. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios..., s. f.
30. Ibíd., ff. 1-4v.
31. Ibíd., ff. 5-10v, 11-14v y 15-22v.
32. Ibíd., ff. 23-23v.
33. Ibíd., ff. 24-49v.
34. Ibíd., ff. 27bis-76v.
35. Ibíd., s.f.
36. La primera vuelve sobre las magdalenas valencianas fundadoras de otros conventos, la segunda una toma de hábito y la tercera las fechas de fallecimiento de las últimas religiosas de la comunidad de Na Rovella. Ibíd., s. f.
37. Igualmente, en la sección Diversos. Conde de Sástago, pueden consultarse algunos documentos de carácter económico, referentes a loaciones de censales por parte del convento así como ventas de bienes inmuebles operadas desde comienzos de la modernidad hasta finales del Seiscientos. ACA. Diversos. Sástago. Leg. 236, doc. 135a, y Leg. 239, docs. 134 y 136.
38. Conservados en la Biblioteca Universitaria de Valencia. Además del citado Necrologio de J. Teixidor se trataría básicamente de las siguientes obras: F. Sala, Historia de la fundación y cosas memorables del real convento de Predicadores de Valencia (Mss. 162-163); J. Falcó, Historia de algunas cosas más notables pertenecientes a este convento de Predicadores de Valencia (Ms. 204); y J. Pradas, Memoria de las cosas sucedidas en este convento desde el año 1603 hasta 1628 (Ms. 529).