Читать книгу El fin justifica los miedos - Emilio Mellado Cáceres - Страница 7
Introducción La Tierra.
ОглавлениеUn futuro no muy lejano.
El mundo está sumido en un caos absoluto.
La sobrepoblación mundial excedió los límites de lo sostenible. El calentamiento global causó estragos ambientales sin precedentes. Los bellos paisajes se convirtieron en postales desoladoras. La escasez de alimentos se volvió una emergencia de carácter global. Las nulas oportunidades laborales generaron crisis económicas de gran envergadura, que afectaron sobre todo a los estratos más pobres.
El brote de algunas cepas virales desató gran desconcierto en la población. Algunas facciones anárquicas tomaron cartas en el asunto, emplazando a los gobiernos más poderosos. Los mandatarios fueron amenazados con un eventual ataque bioterrorista, de no dar prontas soluciones que acabaran con la incertidumbre y frenaran las desgracias producidas por el exceso de población.
La contaminación y las sequías descomunales eran temas recurrentes en los noticiarios. La paz del mundo pendía de un delgado hilo de hipocresía, pero un problema mayor se avecinaba a pasos agigantados.
La inminente Gran Guerra tomó lugar, originada por obtener la supremacía sobre los recursos hídricos: el agua, el bien más preciado para sustentar la vida en el planeta.
La Gran Guerra enfrentó a todos por igual. Ricos contra pobres, fuertes contra débiles, enfrascados en una lucha sin tregua.
La cantidad de vidas perdidas se contaban por centenas de miles. Nada era como antes, los desastres fueron irreparables y las secuelas remecieron a muchas familias inocentes, marginándolas de la sociedad.
Sin duda alguna, el mundo estaba sumido en un caos absoluto, hasta que surgió entre las cenizas un nuevo orden para traer “paz y tranquilidad” a las masas, en medio de la beligerancia. A través de mentiras y engaños sembrados en la población, este grupo de defensores de la guerra por el agua se hizo con el poder armado más grande que se hubiera visto. No tenían rival alguno. La batalla estaba ganada, la Gran Guerra tenía su vencedor.
El poder regente se hacía llamar androcracia, un gobierno totalitario y ultraconservador, ostentado únicamente por los hombres más influyentes y poderosos.
Grandes cambios se produjeron a partir de entonces. Se suprimieron los nombres de los continentes, unificándolos en lo que se conoció como Omniterra. Asimismo, los países desaparecieron para dar lugar a las neopolis.
La androcracia adoptó raíces grecolatinas en la nomenclatura de palabras y nombres, porque anhelaba restablecer y emular la magnificencia de la antigua Grecia y el inmaculado Imperio romano. “Androcracia por mil años”, fue el eslogan acogido por los más fervientes adeptos al nuevo poder.
La primera medida establecida por la androcracia fue detener el incremento exponencial de la población. Se decretó que quedaría reservado el derecho a la paternidad a los mayores gobernantes, un selecto grupo denominado magnus rex y sub rex. Los sub rex y sus esposas podían tener solo un hijo, y los magnus rex máximo dos. El resto del pueblo de Omniterra no engendraría herederos de forma legal; la violación del mandato condenaría a los involucrados a pagar con penas de cárcel e incluso con sentencia de muerte.
Los habitantes ordinarios de Omniterra abandonaron sus antiguos apellidos para evitar las coincidencias de nombres, de forma que cada uno de los pobladores fuese único. Por lo tanto, cada persona poseía su nombre de pila y un código alfanumérico, el cual se tatuaba en el antebrazo izquierdo con tinta subcutánea permanente. Cualquiera que osara borrar, adulterar o extirpar el código era detectado y ejecutado a la brevedad.
La androcracia eliminó los partidos políticos de la otrora democracia, a excepción del suyo, declarándolos ilegales y amorales para su visión unificadora de las neopolis. Sin embargo, emergió un grupo de rebeldes, apodados disidentes, que abogaban por la minus androcracia, para así intentar disminuir la tiranía ejercida.
La producción de dinero desapareció globalmente; en su lugar, comenzó a circular un nuevo tipo de divisa, el hidrobono, una moneda virtual cuyo valor era equivalente a cierta cantidad de agua potable, el recurso más valioso de Omniterra, luego de la Gran Guerra.
La delincuencia se desató a escalas pandémicas para obtener el tan cotizado líquido. Las fuerzas del orden no podían contener las incesantes manifestaciones. A pesar de poseer licencia para acabar con la vida de los disidentes, el ímpetu de los segregados no menguaba. Los magnus rex, como respuesta a la inagotable energía anárquica de algunos insurrectos, decidieron fabricar una línea de andrómatas, máquinas androides de carácter autómata, que pudiesen mantener a raya a los disconformes.
A partir de ese momento, las cifras de delincuencia decrecieron. Fue tal el éxito de los andrómatas, que se diseñaron varias líneas de ensamblaje para las clases más acomodadas. Los andrómatas se programaban para ejercer trabajos de distinta índole, ya fuera para el hogar, construcción, asistencia, servicios públicos, prestaciones médicas, labores policiales, y un sinfín de tareas. La imaginación era el límite. Solo se debía disponer de una repugnante cantidad de hidrobonos para adquirirlos. Por ende, no eran muchas las personas que tenían el poder de adjudicarse uno.
No obstante, había algunos trabajos que aún requerían de la intervención de personas. La experticia humana no se comparaba con la emergente inteligencia artificial de los andrómatas. La perspicacia y la discreción eran factores claves en ciertas ocupaciones, particularmente en los casos criminales. Más aún si estos ocurrían en el entorno cercano de alguna familia poderosa.
Como un homicidio en el seno de una familia sub rex.