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Las locuras morales de Helvio Fernández
ОглавлениеVemos entonces como, hacia fines de siglo XIX, luego de la enorme expansión de la doctrina degeneracionista, (23) muchas de las elaboraciones locales en torno al tema en cuestión terminarán absorbidas dentro del grupo de los “degenerados”. Allí también se ubicará la célebre “locura moral”, considerada a partir de entonces como un tipo de locura que exhibe de manera ejemplar los rasgos de la degeneración, y que acarrea el patético sesgo moralista que terminará por llevar, en muchos casos, el capítulo de las locuras lúcidas o las locuras morales al ámbito de la criminología.
Las publicaciones de Helvio Fernández, (24) muy representativas de esta época, van a compendiar una gran parte de las discusiones sobre el problema de este sector de la nosografía. En esta línea, en uno de sus trabajos se reproduce una lista de más de treinta nombres de lo que considera antecedentes de la “locura moral”, (caracterizada como un tipo de locura razonante). Citando en primer lugar al británico Pritchard (también a Pinel, a Esquirol, Maudsley, al mismo Kraepelin, y a otros dentro de la escuela alemana), y haciendo un minucioso recorrido sobre la historia de sus apariciones y desapariciones, no cesará de subrayar en la notable observación de que la locura moral termina siempre excluida de las clasificaciones. Y es para destacar el modo en que cierra sus dos principales trabajos; subrayando la dificultad inherente al problema de la distinción entre “anomalía” y “enfermedad”. Advertido de que no es el criterio médico que el guía la demarcación de lo “anormal”, dirá que la locura moral no puede ser considerada una enfermedad, sino más bien un estado congénito, una “anomalía constitucional” que “no reúne las condiciones requeribles para que pueda ser conceptuada como forma clínica autónoma”. Fiel al modelo de la degeneración, insistirá en que estos cuadros no deben ser considerados como estados patológicos adquiridos, al modo de las enfermedades, sino más bien el terreno que predispone a diversos tipos de psicopatías.
Fuertemente influenciado por nuestros positivistas, lo cierto es que Helvio Fernández no pudo evitar dejarse llevar por el prejuicio degeneracionista, y así admitir que la relación entre cuadros tan dispares se sostiene por el siguiente punto -clave de su interés-: la inmoralidad. El diagnóstico de estos cuadros se basa entonces, para el autor, en una distinción moral, no médica ni psicológica. Los locos morales se definen como tales en función de su incapacidad para distinguir el bien y el mal. Así, Fernández entrará en la tradición de los ya mencionados psiquiatras-policías.
Así, en esta entidad de “etiología vaga, patogenia desconocida, de contornos borrosos e ilimitados y de evolución indefinida”, que como bien señala el mismo Helvio Fernández es empujada “cada vez más hacia las zonas fronterizas de la psiquiatría”, se empieza a vislumbrar un espacio de saber que Michel Foucault denominará medicina de lo no patológico. Tal como señala Sandra Caponi, (25) esta psiquiatría ampliada, que se inicia en la segunda mitad del siglo XIX y se termina de consolidar en el siglo XX, hoy en día ha logrado invadir gran parte del campo de la llamada “Salud Mental”, arrogándose la autoridad de intervenir sobre cualquier conducta considerada anormal.