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¿Los robots deben tener una cabeza? (14)

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Cuál no habrá sido mi sorpresa cuando un colega experto en robótica, Philippe Souères (Laboratorio de análisis y de arquitectura de sistemas, del CNRS) me hizo una pregunta tan asombrosa como fascinante: “¿Crees que los robots deben tener una cabeza para navegar con eficacia?”. Bueno… ¿Por qué esa pregunta? Porque el objetivo de algunos especialistas en robótica es optimizar los desplazamientos de sus robots, especialmente para aumentar las aplicaciones concretas y sus utilizaciones. Para tratar de responder a esa pregunta, debemos remitirnos al mundo animal y sobre todo entender mejor por qué los expertos en robótica se hacen esa pregunta. En ese momento empiezan los problemas, porque, en primer lugar, debemos entendernos entre nosotros, con nuestros respectivos vocabularios, nuestros conceptos u objetivos diferentes, etc. Los colegas dedicados a la robótica señalan que pocos robots actuales tienen una cabeza que realmente desempeñe un papel funcional en su navegación. ¿Por qué?

Porque la robótica aún es una ciencia muy joven. Pocos trabajos tratan de integrar realmente la percepción multisensorial y el control motor de una manera tan robusta como para necesitar una cabeza. Los robots humanoides, por ejemplo, poseen una cabeza sobre todo para parecerse a los seres humanos. El robot se desplaza entonces a menudo usando datos propioceptivos (posición de las diferentes partes del cuerpo) gracias a sensores situados a lo largo de la pierna y datos proporcionados por una unidad central ubicada en el tronco. No existe ningún concepto teórico que permita precisar dónde colocar los sensores exteroceptivos en un robot con el objeto de optimizar la ejecución de las tareas de navegación. Para los robots actuales no parece ser una desventaja la falta de cabeza. Pero ¿qué ocurrirá el día en que las tareas exijan una integración multisensorial y sensomotriz más profunda?

¡Aquí intervienen los biólogos! Con mi colega biólogo Vincent Bels (Instituto de Sistemática, Evolución, Biodiversidad, CNRS/MNHN), hemos comprobado que la cabeza es una estructura clave en la mayoría de los animales llamados bilaterales (animales con simetría bilateral, contrariamente a los radiales, como las medusas, anémonas de mar…). Estos animales, entre ellos los insectos, los moluscos e incluso los mamíferos, reptiles y pájaros, son capaces de efectuar movimientos dirigidos voluntarios. La cabeza tiene un papel de integración multisensorial mayor y está involucrada en el surgimiento de capacidades cognitivas elevadas, vinculadas a la representación del espacio, a la producción voluntaria de acciones espaciales, a la optimización de trayectos, a la organización del control motor (conjunto de las acciones para activar los músculos…), etc. La cabeza, que es, de hecho, la parte anterior de los bilaterales, posee una serie de sistemas sensoriales (visual, olfativo, auditivo), mientras que la parte posterior comporta dispositivos morfológicos que permiten movimientos del cuerpo en una dirección determinada. La cabeza comprende así una serie de estructuras simétricas complejas (ojos, orejas, bigotes, antenas), las estructuras exteroceptivas, los órganos sensoriales que detectan los estímulos exteriores para interactuar con el ambiente y para generar acciones espaciales voluntarias. Una de las principales características de los organismos que han desarrollado la capacidad de producir acciones espaciales voluntarias complejas en el transcurso de su evolución reside en la integración de la mayoría de los sistemas sensoriales y del resto del cuerpo en una cabeza, móvil o no. Es bastante probable, entonces, que de aquí en adelante la robótica se centre en las cabezas para optimizar los desplazamientos de los robots y no simplemente para que se asemejen a los seres humanos.

60 inventos que nos cambiaron la vida

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