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Desnudar la canción

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La obra cancionística de Aristimuño se caracteriza por las atmósferas que envuelven a cada disco y cada canción. Eso, probablemente, sea fruto de su afición por el cine. Clásicos como Amadeus –por la que siente fascinación–, París, Texas, El padrino, Tiempos modernos, la filmografía esencial de Allen y Scorsese y piezas de culto como Bailarina en la oscuridad, Petróleo sangriento, El gran pez, Laberinto, Volver al futuro o Las trillizas de Belleville son una señal clara del efecto que el sonido del cine tiene en Lisandro a la hora de grabar un disco. “Lo que básicamente me encanta de las películas es la música, las bandas sonoras. Lo que más me emociona son esas partes donde la música está realmente bien puesta. Me fijo mucho en el ambiente que hay, no sólo en la parte musical, sino también en los detalles, eso me envuelve, me hace vibrar. Y eso lo aplico a mi música: poder crear la atmósfera primero desde algún sonido. Te podría decir que mis canciones nacen de afuera hacia adentro. Me gusta mucho la idea de hacer todo lo que va detrás de eso, todo lo que no se ve. Es como si, de algún modo, yo fuera el director de la película. Entonces se me hace mucho más fácil poder transmitir lo que quiero que hagan los músicos, mi banda o incluso los invitados.”

Entre las colaboraciones que acumula a lo largo de su carrera se destacan Fito Páez, Kevin Johansen, Ricardo Mollo, el español Quique González, en quien vio una figura paterna para su canción “Otra canción de cuna”; Nekro, de Boom Boom Kid, a quien convocó por su espíritu punk para que lo acompañe en esa denuncia folk que es “How long”, o la entrerriana Liliana Herrero, como la compañera ideal para “El plástico de tu perfume”, una canción que retrata a una pareja de esposos ya mayores. Justamente, con Liliana Herrero –figura basal del folclore argentino contemporáneo– ha establecido una de sus relaciones artísticas y afectivas más fuertes; en el año 2014 produjo para ella el álbum Maldigo. “Liliana es como si fuera una tía, es alguien que cuando tengo alguna duda, te diría hasta personal o ideológica, siempre la llamo y le pregunto qué opina. Tenemos formas muy similares de ver la vida; es una artista muy moderna y tiene muy claro lo que significa hacer arte en la Argentina, entonces las conversaciones con ella me ayudan mucho a pensar y a canalizar cómo se puede transmitir de una manera digna y bonita algo artístico.”

Cuando Herrero le propuso a Aristimuño que la produjera le planteó un reto. “Imaginate la cabeza que tiene ella, que cuando me convocó me dijo: «Li, quiero sonar como Radiohead, me encantaría fusionar todo lo que vos tenés de electrónica y todo eso, con el folclore y con mi voz, quiero jugar con eso y creo que sos la persona indicada para poderme ayudar a sonar así». Lo que pasó después fue increíble porque, en realidad, los arreglos que más Radiohead se escuchan en el disco los hizo ella y yo fui el más folclórico. Fue algo muy raro, en algún punto ella era la joven y yo el viejo.”

Liliana Herrero no es la única artista consagrada que lo ha convocado como productor. Otro caso reciente es Fabiana Cantilo, con quien trabajó en la creación de Superamor (2015), un álbum que le devolvió a Cantilo el lustre de compositora. Pero también contemporáneos suyos le han encargado esa misma labor, como Tomás Lebrero, Mariana Baraj, Martín Bruhn o su hermano, Tomás Aristimuño. Para cumplir las expectativas de cada artista Lisandro tiene claro cuál es su papel en cada caso: “Hay una diferencia muy grande, ahí uno sale de su traje, de su ego, y se involucra con el ego del otro. Cuando uno trabaja para el disco de otro tiene que escucharlo, ver qué quiere transmitir, hacia dónde quiere ir y ayudarlo desde ese lugar”. Pero eso no es todo, para Lisandro no es suficiente sumarse como coproductor, en ocasiones también ha ido más allá y ha editado los discos de sus colegas. Viento Azul, el sello independiente y autogestionado –conceptos esenciales en su ideario– que creó para poder editar sus propios discos y que estrenó al editar su álbum doble Las crónicas del viento (2009), también sirve de plataforma para otros, como en su momento hiciera con el programa de radio Ese asunto suena raro que realizó entre 2008 y 2011. Además de la posibilidad de cumplir un sueño y editar en vinilo el consagrado Mundo anfibio (2012), también asoma otro proyecto que, indirectamente, revela el nervio del que está hecho. “Existe la posibilidad de editar un disco del uruguayo Gustavo Pena (1955–2004), El Príncipe. Es un recital que dio en la Sala Zitarrosa de Montevideo y que me influenció mucho. Es un artista del carajo y no se le dio demasiada bola acá en Argentina, entonces me gusta la idea de poder mostrar ese concierto y poder difundir su música, que también me hizo a mí. Ojalá que el disco se venda; siempre intento seguir produciendo y editando cosas mientras pueda, porque también es autogestión e implica un dinero.”

Para el primer semestre de 2016 Aristimuño planeó salir de gira por el interior de la Argentina para presentar Lisandro Aristimuño en concierto (2015), dos volúmenes grabados en directo entre 2012 y 2014. Pero también revela que está próximo a grabar un nuevo disco. “Ya tengo unas once canciones más o menos armadas, y mi idea es cambiar un poco el proceso de producción. Voy a trabajar con un coproductor, Ari Corder, un amigo que laburó mucho conmigo en los primeros discos. Era el tecladista de la banda y dejamos de tocar porque tuvimos una pelea, pero ahora nos reencontramos y volvimos a trabajar juntos. Estoy muy contento porque aparte de volver a tener una amistad muy fuerte con él, lo admiro mucho como productor, me parece que me puede dar una mano muy grande. Estamos en proceso de arreglos y de creación de las canciones y me parece una buena dupla porque él baja más a tierra y yo soy más volátil, eso va a darle un concepto general al disco.” Lo que adelanta no es poco, teniendo en cuenta que hasta ahora todo el proceso de gestación de sus discos ha sido uniforme y que la cumbre de ese proceso creativo la alcanzó con Mundo anfibio. “Quiero que sea un disco bastante despojado, crudo, y sin muchos arreglos, ¿viste que yo siempre cargo mucho los discos? En este caso no maqueteé nada, simplemente están las ideas grabadas, la guitarra y la voz con un micrófono y nada más. También tengo la intención de grabar con otros músicos por el tema del sonido, la idea es grabarlo medio en vivo en el estudio.”

En los últimos tres lustros Aristimuño se transformó en un referente de la música argentina. Heredero de la tradición rockera y en diálogo con los cancionistas de su generación, el tránsito desde pequeños antros como La Vaca Profana hasta un escenario consagratorio como el Gran Rex fue siempre sostenido y a paso seguro. “Siento mucho orgullo por mi equipo de trabajo, por mi banda y por lo que logramos. Estoy orgulloso del grupo y de la familia que armé para trabajar y para poder llegar ahí”, dice. “Ser del interior me ayudó muchísimo, el hecho de disfrutar algo pequeño y no estar esperando lo grande, ya lo que tenés, y que lo otro si llega, llega, y si no llega, no llega. Yo nunca me imaginé que podía ser amigo de Ricardo Mollo, producir a Fabiana Cantilo o tocar con Fito Páez, son cosas que fueron llegando. Cuando vivía en Viedma nunca pensaba en eso para ser músico. Nunca busqué ir al transatlántico, prefiero tener un bote que lo arreglo cuando se pincha, lo pongo en el patio, lo parcho y salgo otra vez al mar.”


© Flor Carrozza

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