Читать книгу Iberoamérica sonora - Enrique Blanc Rojas - Страница 9
Presentación
ОглавлениеREDPEM
Pasión, análisis y circulaciónde la música en Iberoamérica
¿Cómo nos definimos? Periodistas musicales, críticos de música, da igual. Antes que cualquier etiqueta, lo que nos une es un factor común: la pasión. A todos nos identifica esa compulsión irrefrenable por tomar la pluma o brincar a la computadora para compartir el regocijo, el gozo pleno, la emoción descarrilada, la inspiración misma que nos detonan las notas musicales; una interpretación vocal que nos conmueve; el hallazgo increíble en un tianguis de una ciudad recóndita de un casete viejo o un acetato con la funda maltratada pero con una grabación cuyo valor nos parece un tesoro, o bien esa sed de conocimiento que nos empuja a realizar entrevistas, revisar publicaciones añejas o a bucear en las profundidades de la internet en busca de un dato, de una anécdota, de una canción que nos sirva como la pieza del rompecabezas que faltaba para poder entender, en la obsesiva dimensión en que lo exigimos, a ese compositor, a aquel álbum, a tal movimiento musical, a cierta escena en particular, a los que estamos entregando nuestro tiempo, vida y alma.
Antes que críticos somos melómanos. Y tenemos el privilegio –y la responsabilidad– de poder hacer pública una práctica habitual en el ámbito cotidiano: compartir el placer de la música con nuestros lectores como antes lo hacíamos con nuestros mejores amigos. Hace unos años contábamos con el plus de acceder a cierta información, ciertos discos, ciertas publicaciones de difícil acceso para el melómano de a pie. Ahora, con los nuevos modos de circulación que provocaron una especie de democratización musical, nuestro papel como críticos muta hacia un concepto más cercano a la curaduría. O bien cómo ordenar toda esa información disponible y ayudar a trazar nuevos planes de escucha.
Bien lo decía el periodista musical estadounidense Geoffrey Himes –colaborador asiduo de la revista Paste– en su espléndido texto Por qué todavía necesitamos la crítica musical, que los críticos habían sido de igual forma decisivos en la evolución de su pensamiento como cualquier escritor de canciones, novelista o guionista. Seguramente los que escribimos sobre música pensamos lo mismo y muy posiblemente algo que escribió otro colega nos animó a asumir esta vocación de forma categórica. Pensamos al vuelo en críticos/periodistas/melómanos/escritores como Lester Bangs, Greil Marcus, Bill Flanagan, David Byrne, Ron Tannenbaum, Robert Hillburn, David Fricke, Simon Frith, o bien a quienes en Iberoamérica han abierto camino: Diego A. Manrique, José Agustín, Alfredo Rosso, Claudio Kleiman, José Domingos Raffaelli, Néstor Ortiz Oderigo, Coriún Aharonian y Sergio A. Pujol, entre muchos otros. En fin, nombres que han sido referentes y cuyos textos con toda seguridad hemos atendido quienes decidimos agruparnos como la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (Redpem) y tras esta complicidad plantearnos el desarrollo de proyectos en conjunto, como este libro, más allá de compartir la música que nos llega de primera mano a los países donde vivimos, con la idea de que circule por el mundo de habla hispana con mayor velocidad.
En ese sentido, este esfuerzo tiene entre sus móviles constatar que a lo largo de Latinoamérica, España e incluso Estados Unidos, un conjunto de melómanos que han mutado en especialistas y que fungen en ocasiones como críticos, gestores culturales, conductores de programas de radio y televisión, curadores de playlists, asesores de ferias y mercados, conferenciantes, entre muchas otras modalidades, se comprometen día a día desde distintas ciudades a favor de aquella música que consideran debe ser descubierta, conocida, compartida, consumida y disfrutada. Esto con la idea de equilibrar de cierto modo la oferta musical apabullante que los grandes corporativos y sus maquiavélicos intereses lanzan como si fuesen anzuelos para nuestros oídos, a través de todos aquellos canales a los que reconocemos como mainstream y que, por lo general, optan por aquello de fácil consumo, por estilos que muchas veces poco o nada tienen que ver con las tradiciones profundas de nuestros pueblos y el devenir de nuestras culturas, sino que buscan una veloz rentabilidad comercial a través de la repetición de fórmulas ya probadas con nula originalidad e imaginación.
Ahora, aunque sabemos que la obra de todo compositor, donde quiera que se encuentre, está en perpetuo dinamismo y que incluso muchas veces aún después de su muerte ésta sigue transformándose en la suma de nuevos materiales, digamos grabaciones inéditas, interpretaciones que hacen otros de ésta, el objetivo de hacer un libro como éste, en el cual se desmenuza el legado de artistas que se encuentran en plena efervescencia creativa, tiene como primera finalidad situarnos en el mapa de la profesión. Es decir, asumirnos como víctimas del poder hechizante de la música que buscan a toda costa compartir el gozo que ello nos significa. También queremos mostrar cómo, a través de una semblanza abierta, pueden reconocerse diversos estilos, un lenguaje que resulta inherente a cada región que pertenece y una visión que se extiende, más allá del solista o el grupo en cuestión, a una escena musical que pensamos está entre las más importantes y fértiles del continente.
Pensemos en una instantánea que captura un momento particular y aborda el trabajo de creadores que desde distintos rincones del orbe están aportando elementos al desarrollo de estilos que no pueden negar una identidad estrechamente vinculada a la realidad en que surgen, lo cual nos pareció medular desde la concepción de este proyecto.
Trabajar a partir de la identidad es una cuestión clave y especialmente valorada por todos los que integramos Redpem. Por eso estimulamos e incentivamos especialmente el diálogo entre las tradiciones folclóricas locales y las músicas contemporáneas globales. El planteamiento no es solamente estético, sino que tiene que ver, incluso, con el modo en que un artista puede desarrollar su carrera por fuera de otro territorio, y allí es cuando ese legado local, potenciado por un enfoque universal, aparece como un argumento para la conquista de nuevos públicos, de nuevos mercados, de nuevos entornos para el desarrollo de su carrera.
En Iberoamérica sonora encontrarás autores que proceden de urbes como Buenos Aires, Ciudad de México, Bogotá, Los Ángeles, Santiago, Caracas, Quito, Guadalajara y Medellín y que de unos meses a la fecha se reconocen a través de un diálogo frecuente que, directa o indirectamente, impulsa la difusión del trabajo de músicos como los que aquí se incluyen. No podemos negar que las formas contemporáneas de interacción –los medios sociales, la internet, los llamados teléfonos inteligentes, las revistas digitales– han revolucionado nuestro mundo. Estas páginas que tienes entre tus manos son sólo otra consecuencia de ello y el testimonio fehaciente de que la música asimismo puede trascender fronteras y gustos de la mano de quienes nos dedicamos a su estudio, su difusión y la lúdica amplificación de su magia irrefrenable.
Enrique Blanc, Guadalajara
Humphrey Inzillo, Buenos Aires
Abril de 2016