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Comprensión

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Cierta noche, un hombre viajaba en el coche dormitorio de un tren, y no podía conciliar el sueño debido a que la criatura que llevaba su compañero de viaje lloraba y lloraba sin cesar. Hasta que, finalmente, el primer hombre exclamó impaciente: “¡Por qué no estará con su madre ese chico, para que podamos descansar un poco!” Entonces, el compañero de viaje le dijo: “Señor, quisiera poder hacer precisamente eso, pero mi esposa, la madre de esta criatura, falleció ayer. Su cadáver está en el vagón de carga y la estamos trasladando a nuestra ciudad para sepultarla allá”. Enterado de este hecho, el hombre que había protestado se arrepintió de sus palabras, y se puso a cuidar a la criatura, a fin de que el entristecido padre pudiera descansar un poco.

¿No pinta este incidente una debilidad humana muy común? Como aquel pasajero, censuramos y criticamos al prójimo, sin conocer las razones que lo llevan a actuar como lo hace. Si antes de pronunciar un juicio acerca de alguien nos interesáramos en ver por qué obró o dejó de obrar como lo hizo, cuánto menos usaríamos el índice acusador.

Es posible que, si nos colocáramos más a menudo en el lugar de los demás para comprenderlos, actuaríamos del mismo modo que ellos. Pero, la crítica es un hábito tan irreflexivo que casi siempre nos lleva a hablar sin darnos tiempo para averiguar los motivos de las acciones ajenas. Por eso, cuán sabio es comprender antes que censurar.

Ese compañero de trabajo que parece poco amigable, quién sabe qué problemas tendrá en su hogar o en su propia intimidad. Ese joven que no asimila lo que estudia, quién sabe cómo estará de salud, o quién sabe si no estará haciendo todo el esfuerzo que puede. Esa mujer criticada por sus vecinas por la forma en que cría a sus hijos, ¿no será que obra así porque le falta apoyo en su hogar?

Hay tantos motivos que pueden explicar por qué la gente obra de una determinada manera, que la crítica a menudo es injusta y solo entristece el alma de quien la recibe.

Sin querer, a veces somos como los buitres, que pueden volar por encima de un jardín colmado de flores hermosas, sin ver una sola de ellas. Pero, si cruzan un monte donde hay un cuerpo descompuesto, enseguida lo ven y se dirigen a él. Sí, con frecuencia nos espaciamos en ver lo negativo de otros, y pasamos por alto sus virtudes.

¡Si tan solo pudiéramos comprender! En tal caso, cuánto más positivos seríamos, y cuánto bien podríamos comunicar.

El poder del amor y otras fuerzas que ayudan a vivir

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