Читать книгу Navegar en tiempos de tormentas - Enrique Delgadillo - Страница 11

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Es difícil cuando tocas fondo. La última vez que me pasó fue cuando me separé de la persona con quien pensé que pasaría el resto de mi vida. Llevábamos seis años de relación, nos acabábamos de casar y estábamos esperando un hijo. El segundo para mí. Y aunque teníamos problemas, siempre creí que si me esforzaba un poco más todo mejoraría. Siempre parecía que la felicidad estaba solo unos pasos más adelante.

Pero al final nos separamos. Tuvimos a nuestro hijo y cada quien lo vivió por su lado. De cierta forma me sentí libre, pues ya no tenía que rendirle cuentas a alguien o intentar ser lo que la otra persona quería que fuera. Pero a la vez no pude evitar sentirme un fraude.

En aquel entonces ya me dedicaba a hacer videos online. Había creado una carrera exitosa ayudando a la gente a descifrar su mente y mejorar su autoestima, aconsejaba cómo ser más atractivo desde el interior para convertirse en una mejor versión.

Pero con mi separación, todo lo que pensé que era lo correcto se habían deshecho. Los castillos que había construido sobre la playa quedaron reducidos a arena, desaparecieron en la costa. Me había convertido en una persona que ya no reconocía: “¿Cómo puedo hablar de desarrollo personal, enseñar a las personas a sentirse bien y crear vidas increíbles, cuando yo me siento tan destruido?”. Por eso me alejé de todo lo que hacía: dejé de ser tan visible en redes y publicar videos, puse en pausa casi todo.

Estaba cara a cara ante un futuro incierto. Es curioso, porque en ese estado comienzan a aparecer preguntas como “¿para qué estoy en el mundo?, ¿de verdad quiero estar aquí?”. Llegó un punto en el que la única idea que me mantenía a flote era ver crecer a mis hijos y estar presente en sus vidas. Me sentía sin poder sobre mi existencia, como una hoja que flota sin rumbo. ¿Te has sentido así en algún momento?

Un día, al saber cómo me sentía, una amiga me sugirió ir a un ritual de sanación emocional al que ella había asistido hacía poco. Aunque tenía miedo por el juicio ajeno y por lo que el ritual podría representar para mí, acepté.

Hasta la fecha no me arrepiento, esa ceremonia me abrió los ojos: me ayudó a confirmar mis apegos, mis miedos, mi necesidad de ser suficiente para los demás, mi búsqueda por sentirme validado por la gente que me rodeaba.

Fue en ese momento que comencé un proceso de recuperación arduo. Mi crisis tenía escondido un mensaje y entendí que mi trabajo era descifrarlo y entenderlo. Esa fue una de las razones por las que escribí este libro, para ayudarte a descifrar los mensajes ocultos que tus propias crisis traen para ti. El mensaje para mí se volvió claro: “Aprende a aceptarte a ti mismo primero, tal y como eres”.

Las crisis no aparecen para jodernos la existencia ni para hacernos sufrir. Aparecen en momentos específicos de nuestra vida y con propósitos concretos. Todo es parte de un proceso al que despertamos con cada experiencia que vivimos. Cada día es un regalo amoroso del universo, una oportunidad para entender quiénes somos en realidad.

Comprenderlo me dio mucha paz y perspectiva. Me ayudó a prosperar a pesar de las circunstancias. Ahora quiero compartir contigo lo que he aprendido estos últimos años. Estoy seguro de que, a través de estas páginas, tú también vas a poder encontrar un momento de calma para navegar por tus tormentas personales.

Navegar en tiempos de tormentas

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