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Capítulo 6
ОглавлениеA la mañana siguiente, salgo de mi cama a rastras y mi cuerpo protesta ante el simple acto de moverse. No estaba exactamente en mi mejor forma en la pelea de anoche. Sí, la rabia me cegaba, pero no tenía la suficiente resistencia. Me llevé varios golpes que ahora a la luz del día me hacen encogerme de dolor.
El moratón en el lado izquierdo de las costillas ya está morado y verde. Rebusco en el armario para ponerme una camiseta ancha que me esconda la herida y me enfundo un par de pantalones de chándal.
Abajo, en la cocina, encuentro a Brooke sentada en el regazo de mi padre. Tan solo son las nueve y media, pero mi padre ya tiene su habitual copa de whisky escocés en la mano. Si yo estuviera follándome a Brooke, supongo que también bebería durante las veinticuatro horas de los siete días de la semana, pero joder… ¿por qué no es capaz de ver cómo es realmente?
—¿Se sabe algo del investigador privado? —pregunto a mi padre.
Él sacude la cabeza con brusquedad.
—Todavía nada.
—Me pone enferma todo esto —se queja Brooke—. Esa pobre chica está sola, quién sabe dónde… —Le acaricia la mejilla a mi padre—. Querido, tienes que hablar seriamente con Easton sobre su adicción a las apuestas. Imagínate cómo habrá tenido que ser ese corredor de apuestas para espantar a Ella de esta manera.
Brooke me mira fijamente a los ojos por encima de la cabeza de mi padre y me guiña un ojo.
Qué puta pesadilla. Me mantengo ocupado con el desayuno. Sandra se levantó temprano para preparar un montón de tostadas francesas, que ha dejado en el horno para que las devoremos, junto con una pila de beicon. Levanto mi plato y me apoyo contra la encimera, reacio a sentarme a la mesa mientras ese demonio y mi padre estén haciéndose carantoñas.
Papá se da cuenta y sienta a Brooke en la silla contigua a la suya.
—Ven y siéntate, Reed. No somos animales.
Lo atravieso con la mirada.
—¿Usas los dichos de mamá para atacarme? Eso es un golpe bajo —murmuro, y luego me arrepiento al ver como tensa la boca, dolido. Brooke tampoco parece muy feliz, pero eso es porque le encanta fingir que Maria Royal nunca existió.
—¿Quedan tostadas francesas? —La voz de Sebastian en el umbral de la puerta interrumpe lo que sea que Brooke estuviera a punto de decir.
—Sí, te sirvo un plato —le ofrezco—. ¿Va a bajar Sawyer?
—Todavía no. Está hablando por el teléfono.
Una sonrisa aparece en las comisuras de la boca de Seb. Seguramente, Sawyer esté manteniendo sexo telefónico con Lauren, la novia de los gemelos.
De repente, recuerdo lo que Daniel dijo para provocarme.
—¿Estáis teniendo cuidado? —pregunto en voz baja mientras le paso a Seb su plato.
Él frunce el ceño.
—¿Y a ti qué cojones te importa?
—Ya se empiezan a escuchar rumores en el instituto, eso es todo. No quiero que lleguen a papá y que te mande a un internado.
—Claro, como a ti se te da tan bien esconderle tus cagadas… —replica Seb a modo de burla.
Me fijo en que Brooke está observando nuestra susurrada conversación con interés, así que le doy la espalda y bajo todavía más la voz.
—Mira, me preocupo por vosotros. No quiero que pase nada, pero nadie se traga vuestro jueguecito.
—Métete en tus propios asuntos. Al menos nosotros podemos aferrarnos a la chica que tenemos en vez de espantarla. —Seguro que mi cara refleja lo sorprendido que estoy, porque Seb ríe entre dientes—. Sí, sabemos que fue culpa tuya y no de East. No somos tan tontos. Y también sabemos lo suyo. —Tuerce la cabeza discretamente hacia Brooke—. Así que métete tu opinión por donde te quepa. Estás tan enfermo como nosotros.
Seb coge su plato y sale con paso firme de la cocina.
—¿De qué iba eso? —pregunta papá desde la mesa.
—Son cosas de chicos —gorjea Brooke.
La sonrisa que hay dibujada en su rostro es genuina. Disfruta al vernos pelear. Quiere que nos peleemos.
Me trago algún trozo más de las tostadas francesas, aunque tengo el estómago cerrado. No sé si esta familia se recuperará algún día de la muerte de mi madre. La imagen de ella tumbada en la cama, con el rostro inexpresivo y los ojos fríos e inertes siempre está presente en mi cabeza. Aunque cuando Ella estaba aquí, el recuerdo apenas era visible.
Y ahora todo se está yendo al traste.
***
La casa está en silencio. No vuelvo a ver a Seb ni a Sawyer. No quiero pensar en dónde podría estar Gid ahora mismo. Y East me está evitando: no me ha respondido a ningún mensaje ni me ha devuelto las llamadas.
Tengo la sensación de que no va a volver a hablarme hasta que Ella aparezca.
Alrededor de las nueve, Wade me manda un mensaje para avisarme de que hay una fiesta en la casa de Deacon Mills. No tengo ningún deseo de pillarme un pedo o de rodearme de borrachos, así que rechazo la invitación. Pero sí que le pido un favor:
«Dime si East va. No sé dónde está».
Sobre las once, Wade me devuelve el mensaje:
«Tu hermano está aquí. Va ciego».
Mierda.
Me enfundo unos pantalones de chándal y una camiseta de manga larga. La brisa de la costa ha refrescado. El otoño ha llegado para quedarse. Me pregunto cómo le va a Ella. ¿Estará pasando frío? ¿Estará durmiendo bien? ¿Tendrá comida? ¿Estará segura?
Cuando llego a casa de Mills, la encuentro a rebosar de gente. Parece que todos los estudiantes de último año están allí. Tras pasarme quince minutos buscando a East, desisto y le mando otro mensaje a Wade, al que tampoco veo por ninguna parte.
«Dónde está?»
«Sala de juegos».
Cruzo el salón en dirección a la enorme sala de estar que también cumple la función de sala de billar. Wade está junto a la mesa de billar hablando con uno de sus compañeros de equipo. Nos cruzamos la mirada y señala con la cabeza a la izquierda.
Sigo la dirección de sus ojos. Mi hermano está desparramado en el sofá con una rubia sentada en el regazo. El rubio cabello le cubre el rostro como una cortina, así que no sabría decir quién es, pero sí que veo que tiene los labios pegados a los de East. Él le mete poco a poco una mano bajo la falda, y la chica ríe por lo bajo. Al instante me quedo completamente paralizado. Conozco esa risa.
Levanta la cabeza y… sí, es Abby.
—East —pronuncio desde el umbral de la puerta.
Mi hermano levanta los ojos azules vidriosos en mi dirección, con las mejillas ruborizadas. Está completamente pedo. Genial.
—Mira, Abs, es mi hermano mayor —masculla.
—Vamos. Hora de irse —ordeno a la vez que le tiendo una mano.
Abby se queda mirándome con los ojos abiertos como platos. Es evidente que se siente culpable, pero ahora mismo me preocupa más East. Algún demonio lo está atormentando bastante si ha decidido liarse con mi ex.
—¿Qué prisa tienes? Abs y yo solo acabamos de empezar. ¿Verdad, nena?
Abby se sonroja todavía más.
—Reed —empieza a decir ella, pero la ignoro.
—Levántate —espeto a mi hermano—. Nos vamos.
—No me voy a ninguna parte.
—Sí lo vas a hacer.
No se mueve.
—Que tú no vayas a mojar, no significa que mi polla se vaya a quedar a dos velas, ¿verdad, Abs?
Abby emite un tenue ruido. No estoy seguro de si le está dando la razón o si está mostrando su desacuerdo, pero me importa un bledo. Yo solo quiero llevar a Easton a casa antes de que haga algo de lo que se arrepienta.
—Tu polla ya se divierte bastante.
—A lo mejor quiere más. —East sonríe—. ¿Y a ti qué te importa? Ambos sabemos que disfrutará más conmigo.
El rostro de Abby está ahora rojo como un tomate.
—Easton —dice con firmeza.
—¿Qué? Sabes que tengo razón. —Mi hermano fija su mirada burlona en ella—. Pierdes el tiempo soñando con él, nena. ¿Te dijo alguna vez que te quería? No, ¿verdad? Eso es porque nunca te ha querido.
Abby profiere un grito ahogado de dolor.
—Que te jodan, Easton. Que os jodan a los dos.
Acto seguido, se marcha corriendo de la sala de estar sin mirar atrás. Easton la observa marcharse y, luego, se gira hacia mí y empieza a reír con frialdad.
—Otra mujer que huye, ¿eh, hermano? Ella, Abby…
—Tú eres quien la ha espantado. —Niego con la cabeza—. Deja en paz a Abby. No es uno de tus juguetes, East.
—Qué, ¿es demasiado buena para un capullo como yo?
Sí.
—Eso no es lo que he dicho —miento.
—Y una mierda. No quieres que mancille a tu pura y dulce Abby. No quieres que la vuelva loca. —East avanza y se balancea sobre los pies. El aroma a alcohol que me llega en cuanto abre la boca casi me deja KO—. Eres un puto hipócrita. Tú eres la manzana podrida. Tú eres el que arruina a las chicas. —Se acerca todavía más, hasta que nuestras caras están a un par de centímetros de distancia. Luego, acerca la boca a mi oído y susurra—: Has arruinado la vida de Ella.
Me encojo de dolor.
Todos los presentes en la sala nos observan. Los Royal están peleados, damas y caballeros. Los gemelos han dejado de hablarme. Seb debe de haberle dicho algo a Sawyer y, ahora, los dos me miran como si tuviera la lepra. East intenta deshacerse del dolor a base de sexo. Gid está enfadado con el mundo. ¿Y yo? Yo me estoy ahogando.
—Vale. Me piro. —Paso por su lado luchando por mantener el control—. Haz lo que quieras, tío.
—Ten por seguro que lo haré —masculla.
Capto la atención de Wade e inclino la cabeza hacia la puerta. Él no pierde el tiempo y se encuentra allí conmigo.
—Asegúrate de que East llegue sano y salvo a casa —murmuro—. No puede conducir en este estado.
Wade asiente.
—Entendido. Vete a casa. Mañana será otro día.
Si Ella aparece, sí. Si no, estamos jodidos.
Conduzco de vuelta a casa. Me siento derrotado e intento no pensar en el infierno en el que se ha convertido mi vida. Ella no está. East está tocadísimo. Brooke ha vuelto. No sé qué hacer con toda la ira que siento. No puedo volver a pelear. Me duelen demasiado las costillas. Pero tengo las manos perfectas, así que bajo a la sala de musculación y descargo toda mi frustración en el saco de boxeo.
Finjo que el saco soy yo. Lo atizo hasta que tengo las manos ensangrentadas y los pies y las piernas llenos de marcas rojas.
Sin embargo, no me sirve de nada.
Cuando acabo, me ducho para deshacerme del sudor y la sangre, me pongo otros pantalones y subo a la planta de arriba. En la cocina, me hago con una bebida energética y me sorprendo al ver la hora que es: la una y pico de la madrugada. He estado en el sótano casi una hora y media.
Subo las escaleras, agotado. Quizá esta noche pueda dormir. El pasillo está oscuro y todas las puertas están cerradas, incluida la del dormitorio de East. Me pregunto si habrá vuelto de la fiesta.
Cuando me acerco a la mía, oigo ruidos. Unos gruñidos graves y unos jadeos.
¿Qué cojones?
Más le vale a Brooke no estar ahí.
Abro la puerta y lo primero que veo es el trasero desnudo de mi hermano. Está en mi cama. Y también Abby, que está gimiendo suavemente al tiempo que East la penetra. Está agarrada a sus hombros y tiene las piernas alrededor de sus caderas. Su cabello está esparcido por mi almohada.
—¿En serio? —gruño.
Easton deja de moverse, pero mantiene una mano sobre uno de los pechos de mi ex. Gira la cabeza hacia mí y me ofrece una sonrisa salvaje.
—Joder, tío, ¿esta es tu habitación? —pregunta con sorna—. Debo de haberla confundido con la mía. Lo siento, hermano.
Cierro la puerta de un portazo y me tambaleo hacia atrás en el pasillo.
***
Duermo en la habitación de Ella. O, mejor dicho, me tumbo en la cama de Ella y me quedo pensando durante toda la noche. Por la mañana, me topo con East en la cocina.
—Anoche Abby me hizo sentir muy bien.
East sonríe con suficiencia y le pega un buen bocado a una manzana.
Me pregunto distraídamente lo que sentiría si le metiera esa manzana entera en la garganta. Probablemente se reiría y diría que quiere otra solo para demostrármelo. ¿Pero demostrarme qué? ¿Que me odia?
—No sabía que fuéramos a compartir como los gemelos.
Agarro una jarra con más fuerza de la que pretendía y el agua se me derrama en la mano.
East suelta una risotada forzada.
—¿Por qué no? Si me hubiese tirado yo a Ella, quizá no se habría ido.
De repente, siento que tengo los ojos inyectados en sangre.
—Tócala y…
—No puedo tocarla si no está aquí, capullo. —Arroja la manzana medio mordisqueada y esta choca contra el lateral del armario que hay a apenas unos centímetros de mi cabeza.
Sí, estamos de puta madre en la casa de los Royal.
Evito a East durante el resto del día.