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NO ERA UN VIRUS, ERA PEOR

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—PAPÁ —le señalé—, los virus no hacen eso.

—¿Será un virus diet? —dijo mi mamá, aprovechando de hacer un chiste.

—Es raro. Raro, raro. Desde hace años, todos los viernes sale mi crítica. Y hoy le tocaba a un restaurante que se llama La Rica Grasa, donde sirven hamburguesas de un kilo, y era tan tóxico que le puse un puro tenedor. Tengo que averiguar qué pasof.

Y mi papá, que cuando le dan los nervios se pone a toser, se puso a toser mucho.

—Cof, llamaré a mi editorf. Ya vuelvof, cof.

—Ya, Julio, calma, tranquilo —dijo mi mamá no muy convencida de sus tranquilizadoras palabras.

Nos quedamos mamá e hijo en la cocina, en silencio, mientras se oía a Beltrán intentando cantar en inglés (jura) y por otro lado se escuchaban las toses de mi papá, que hablaba por teléfonof (¡ja!). Pero no alcanzábamos a entender qué decía.

Suspenso.

Rock infantil (horroroso).

Suspenso.

Rock cantado por Beltrán (espantoso).

Y tos. Porque justo entró mi papá a la cocina, poniéndose la chaquetaf.

—Tengo que ir al diario. Parece que hubo cambios y eso tiene que ver con mi críticaf. Voy y vuelvof. Chaof.

Y se fue supersónico como nunca. Y ahí quedamos con mi mamá, mirándonos las caras, hasta que entró Beltrán, haciendo como que tocaba una guitarra eléctrica. Y se puso a cantar, poniendo cara de malo.

“No sé lo que quiero, pero lo quiero yaaaaaaa”.

Uf. Ahora está punk.

Lo que faltaba. Un pato punk.

¡Kuak!

Julito Cabello y las salchipapas mágicas

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