Читать книгу Las antesalas del alma - Eva Argüelles - Страница 12
ОглавлениеCAPÍTULO 4
ENTRE LO MUNDANO Y LO ESPIRITUAL
Los días iban transcurriendo tranquilos. Hablábamos de temas espirituales con frecuencia, pero conscientes de la vida terrenal de igual manera. Acudíamos a fiestas, paseábamos por la playa, íbamos de campo a contactar con la naturaleza que tanto nos gustaba y en varias ocasiones llegamos a fotografiar a seres del bosque, aquellos que yo, particularmente, podía sentir o ver; de tal manera me aficioné que llegué a coleccionar fotografías de duendes, hadas, troles, silfos, sílfides, etcétera, e incluso algunas criaturas con rasgos humanoides y energías muy especiales.
En una de nuestras excursiones por los bosques de Dúrcal pudimos fotografiar varios espíritus elementales de la naturaleza. ¡Fue fantástico! Era un lugar mágico y lleno de encanto, y, en mi medio éxtasis de felicidad, apareció uno de los maestros venerados y queridos por nosotros, Hermes. Su mensaje fue claro y conciso:
—Haremos una regresión grupal aquí, en estas tierras. ¡Te prepararás! Y cuando lo hayas hecho, verás que acudirán personas dispares, que nada tendrán que ver unas con las otras, y ahí te darás cuenta de cómo y por qué trabajamos el karma.
¡Casi me echo a temblar! ¡Cómo iba a poder yo hacer eso con varias personas!
Me sentí halagada por una parte, pero, por otra, muerta de miedo.
A partir de ese momento comencé a prepararme con una meditación diaria referida al mundo de los akáshicos. Mi mente iba retrocediendo y buscando cual buen rastreador, cada día. El relax me perseguía a pesar de seguir con mi consulta a diario, con las limpias energéticas y el tarot guía-terapéutico. Fui constante, perseverante y... valiente, sobre todo y poco a poco consiguiendo un estado mental, físico y energético adecuado para el evento que mes y medio más tarde tendría lugar en el cortijo de nuestros grandes amigos, un sitio también muy adecuado para la ocasión.
Nos encontrábamos todos sentados alrededor de la mesa rectangular de madera maciza que tantos años sostenía en sus robustas patas: dos chicas de Bailén, tres chicas de Granada, una de Sevilla, dos de Córdoba, tres hombres de Dúrcal y tres mujeres del mismo pueblo, más nosotros dos; Edgar y yo.
Mi cuerpo parecía encontrarse tranquilo, pero mi corazón lo delataba cual tambor violento con notas discordantes. Hubo un momento en el que creí que no podía seguir, creo que era miedo escénico, pues solo conocía a cuatro de los dieciséis allí presentes. De pronto, una luz blanca detrás de uno de los participantes me hizo prestar atención y aún más cuando pude focalizarla y ver que era Hermes, uno de los maestros a los que yo solía canalizar y que había predicho este encuentro. Estaba claro que los refuerzos comenzaban a llegar, así que era el momento de iniciar la explicación de lo que íbamos a realizar en breves minutos.
—Buenas tardes a todos. Mi nombre es Edgar y voy a guiar esta sesión para la canalización de los registros del alma de todo este grupo. Este tipo de conexiones del pasado solo se pueden hacer con un médium, que en este caso es Anita. Utilizaremos una pequeña meditación unida a una técnica especial que llevará a nuestra canalizadora hacia un trance guiado a través del cual ella relatará ciertas vivencias acaecidas en nuestro pasado, o en nuestras vidas, donde hemos coincidido todos los aquí presentes. Vamos a respirar profundo, llevando el aire bien a nuestro abdomen, retenemos un poco y soltamos por la nariz...
Así comenzaba este extraño y a la vez suculento viaje en el que nos sumergiríamos todos juntos, hermanándonos, descubriéndonos y sobre todo aprendiendo.
Al cabo de pocos minutos, de mi propia boca salió un vozarrón:
—¡May soy! y soy el guardián de las memorias akáshicas de la energía global que alberga las vidas que habéis compartido. Entre dos ríos estamos, es una especie de pueblo. Acabamos de llegar —comencé a relatar dentro de mi éxtasis, con una voz rara—. Nos quedaremos a vivir aquí, nuestra tribu así lo decide. Sabemos que estas tierras podrían pertenecer a alguien, pero nos da igual.
La construcción de nuestras pequeñas casas durará pocos días, entre todos podemos hacerlo. Trabajaremos la tierra y cazaremos. Nos uniremos mirando al río en cada puesta de sol, donde las mejores ideas fluirán en cada cabeza nuestra.
—¿Puedes ver algo más del lugar? —preguntó Edgar.
—Hay dos ríos... Mesopotamia. —Fue mi única respuesta al respecto y continué relatando—: Fueron pocos días los acontecidos en este desconocido lugar. Llegó un grupo de guerreros acadios exigiendo sus tierras. Nos negamos rotundamente a devolverlas, incluso con risas o burlas. Pasados dos días de las advertencias, volvieron con espadas, machetes y palos y una gran masacre aconteció al amanecer, donde la lluvia era protagonista, formando manantiales rojos y charcos de lamentos. Fuimos exterminados casi de golpe y entonces comenzamos a flotar.
»Nos cogimos de las manos no corpóreas y formamos un círculo en el aire, mientras crecía una especie de aurora boreal a nuestro alrededor. Podíamos vislumbrar nuestros cuerpos tendidos, pero ahora no había dolor. Pronto nos vimos en una gran sala que parecía ser al aire libre; había mariposas, libélulas y otras gentes un poco apartadas que reían y emanaban una gran luz a su alrededor. En medio de todos nosotros se hallaba una gran mesa transparente. Ahora May parece distinto y nos pregunta si querremos volver a vernos en las próximas paradas vitales que tendremos, y agrega: «Algunos reencarnaréis muy pronto y otros no tanto, hay mucho trabajo por hacer como guías espirituales. Si vosotros, como seres álmicos, queréis volver a veros, escribiremos y pactaremos ahora el encuentro».
Todos asentimos con nuestras cabezas y fue justo ahí cuando nos mostró algunas secuencias de lo acontecido, mientras en mi voz se relataba:
—¡Ahí estáis vosotros!, entre el río Tigris y Éufrates. No dudasteis en robar las tierras que ellos, los acadios, tenían previstas para la construcción de algo parecido a un templo, incluso os burlasteis cuando os lo explicaron. La cólera se apoderó del entorno. —De repente, como si fuese un zoom, se acercaron las imágenes, mostrándome bien las caras de los acadios y prosiguió—: Ahora, en vuestra vida actual, todos habéis tenido algún problema con la venta de alguna casa o terreno o la compra de algo parecido, y todos tenéis un «acadio» en vuestra vida, aquel que según vuestro criterio os ha hecho la puñeta.
Yo seguía dentro de mi profundo sueño contando mis visiones:
—Todos juntos y sin bolígrafo, ni lápiz, ni nada parecido, firmamos en una especie de pantalla en el aire, nos cogemos de las manos, y estoy viendo justo este momento, que ahora mismo y en este pueblo de Granada, estamos viviendo.
Me desvanecí aun más si cabe, y parecía que trataba de descansar con mi cabeza apoyada en la mesa.
Los allí presentes no reaccionaban a lo escuchado, pues todos y cada uno habíamos tenido serios problemas al comprar o vender un inmueble... ¡No era ninguna casualidad!
Los murmullos entre los asistentes, que apenas se conocían entre sí, se convirtieron en exclamaciones, en una mezcla de algarabía, entusiasmo y asombro hasta que de repente, como un resorte, alcé la cabeza de nuevo.
—¡Conocemos Sierra Morena como la palma de la mano! Vivimos en una especie de cuevas. Bebemos mucho vino del que robamos. Nos gusta comer bien. Casi todos llevamos un pañuelo en el cuello o en la cabeza. La libertad es nuestro lema y no creemos en leyes o, mejor dicho..., nos las saltamos.
—¿Somos una tribu? —preguntó Edgar mientras yo seguía contando lo que mi espíritu palpaba.
—Somos bandoleros y llevamos navajas y trabucos. Hoy daremos un golpe fuerte a la diligencia que viene por el camino principal de la serranía de Andújar. El Juanillo ha venido con la noticia del pueblo y justo será él quien horas más tarde dará el golpe al carromato. «¡Alto ahí! ¡Alto ahí!», gritó nuestro compañero, mientras las damiselas peripuestas lloriqueaban vaticinando lo que ya tenían encima.
»Cargamos un saco lleno de monedas, joyas de oro, plata y algunos vestidos. «¡Este sombrero me encanta! ¡Quítalo de inmediato! ¡Será un regalazo para mi chica!», ordenó Juanillo con media sonrisa mientras ya visualizaba la cara de alegría que pondría su amor.
El grupo no salía de su asombro por todo lo que estaba escuchando salir de mi propia boca, dirigido por mi mente regresiva.
Alguien preguntó quién era en esta vida el Juanillo, que resultó ser una de las chicas vecina de la localidad donde estábamos, y su novia de entonces era la dueña de la casa que ocupábamos en este momento.
—Tú eres muy presumida y estás muy segura de nuestro benjamín, el más joven de nuestro equipo de forajidos. Tanto es así que tus jueguecitos de «Hoy te quiero y mañana no» lo han vuelto loco. Ya le has sacado todas sus ganancias, todas sus pertenencias y ahora tonteas con otros, ¡él no puede más! —Mi dedo apunta en ese momento a una de las chicas jóvenes del lado derecho de la mesa.
Todos se ríen y ella pregunta:
—¿Lo conozco en esta vida?
—Sí, ¡es Javier! —La jovencita no daba crédito a lo escuchado, era el muchacho al que estaba conociendo actualmente y con el que seguía en la misma trayectoria, cosa que ella reconoció en el momento.
Bajé la cabeza como en un descanso sublime y no tardé en continuar.
—Tú estás muy enamorado de la hija del intendente, pero ella te teme mucho. —Apuntaba mi dedo a la chica que tenía justo a mi izquierda—. A ti no te importa nada en absoluto, la coges prestada, como tú dices, y te la llevas a una de nuestras cuevas de Sierra Morena apoyado por tu primo. —La mujer pregunta si su primo de entonces está aquí ahora—. Sí, claro, ¡soy yo misma! —y continué—: Tu primo se queda afuera cuidando que nadie venga y tú te la despachas a gusto. —Ella vuelve a preguntar si la muchacha está ahora en su actual vida y la respuesta fue tremenda para la mujer, ya que era su suegro, con el que tenía diferencias terribles y el cual se dedicaba a fastidiarle la vida rotundamente.
Entonces comencé a relatar una fiesta:
—Pepito toca la guitarra, con un flamenco perfecto, y todos bailamos mientras que su hijo canta por bulerías. Estamos en el pueblito más alto de la serranía, hemos compartido el botín con todos ellos y ahora por fin pueden comer, llevaban demasiado tiempo en condiciones precarias y ahora tendrían para ir tirando durante un buen tiempo. —En unos instantes cambia mi tono—: ¡May soy! Aprenderéis de esta secuencia que está muy bien ayudar a quien lo necesite, pero no es necesario robar. Debemos respetar a quienes sean ricos, ya que lo de ellos es de ellos y lo nuestro es nuestro. Jugar con los sentimientos de otros siempre nos atraerá soledad y amores nefastos, y aprenderemos también que aquellas personas que nos pinchan ahora, son justo aquellas a quienes hemos pinchado en el pasado… ¡Pasemos página desde el perdón espiritual y sigamos nuestro camino comprendiendo y sabiendo desviarnos del sufrimiento que otros nos ocasionan, ya que desde el entendimiento podemos soltar los eslabones que tanto nos atormentan!
Terminada la sesión, había muchas caras con gesto atónito y yo tenía una flojera y un tiritar extremo. La boca seca denotaba la charla sostenida durante una hora.
El frío tardó en desaparecer y tenía que dormir, el agotamiento se había convertido ya en mi pesado compañero.