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IX

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La temperatura en aquel momento en San Lazzaro di Savena era de cinco grados por encima de la media. Alice Dane y Stefano Zamagni se había despertado y habían vuelto a contactar con la comisaría de policía de Bologna; Luigi Mazzetti había abierto la ferretería delante del edificio donde habitaba Stefano; Antonio Pollini había levantado la reja de la armería en vía Mezzini, de la que era el propietario. Era un día como tantos otros.

Lucio Tabellini había acabado de abrir las puertas de su supermercado al público y al personal de servicio y parecía realmente un día tranquilo.

El señor Tabellini había entrado en su oficina y se había sentado en la cómoda silla de oficina del escritorio.

Durante las primeras dos horas después de la apertura del negocio no había mucho que hacer, dado que los transportistas que entregaban la mercancía llegaban a menudo en torno a las once de la mañana y las operaciones de recogida del dinero sucedían siempre a última hora de la tarde, hacia la hora de cierre.

Por esta razón se deleitaba con algunos pasatiempos o la lectura: su género preferido era el ensayo. El señor Tabellini extrajo de la bolsa que llevaba siempre con él una revista semanal de quiz y crucigramas y comenzó a hojearlo página a página.

Atrajo su atención un crucigrama y empezó a reflexionar sobre él.

–A ver… tres horizontal…dice: Escribió Utopía. Mmmm… ¡fácil! Tomás Moro. Veamos otra. Bah… diez vertical…dice: El nombre de Brahe. Mmmm… ¡también muy fácil esta! Tycho1.

Siguió con esto durante más de un cuarto de hora después de lo cual lo distrajo un ruido estridente pero muy concreto: era una ventana que había sido hecha pedazos.

¡Los típicos gamberros que juegan a la pelota delante de las casas en vez de ir a la escuela!, dijo para sus adentros pero, al volverse, vio que la que se había hecho pedazos no era la ventana de una casa sino la cristalera de entrada de su supermercado. Acababa de introducirse un atracador entre las personas que había en su negocio. Estaba desesperado y bloqueado, ya fuera por lo que estaba sucediendo allí dentro, ya por la ira que le había asaltado por el hecho de que aquel hombre enmascarado estaba a punto de robarle.

A él, que en aquel momento estaba absorto en su crucigrama. Aquel hombre lo había apartado de su momento de diversión y, cómo si no fuese suficiente, estaba a punto de robarle. Había dos cosas que en particular lo hacían salir de sus casillas, si además ocurrían al mismo tiempo, Lucio Tabellini se volvía literalmente loco.

Sólo había un problema: no sabía cómo defenderse.

Intentó advertir al personal y, al mismo tiempo, al comandante de los carabinieri de San Lazzaro, pero no lo consiguió.

1

Nota del traductor: Tycho Brahe fue un astrónomo danés del siglo XVI considerado el más grande observador del cielo en el período anterior a la invención del telescopio.

El Precio Del Infierno

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