Читать книгу Secretos de Mujeres - Fernanda de Alva - Страница 26

Aunque la mona se vista de seda, mona queda

Оглавление

Una gran filósofa popular me dijo una vez que ella prefería a un “mal bicho” que a una “mosquita muerta”, porque con la primera una siempre sabe qué se puede esperar de ella. En cambio, con la segunda, una siempre la subestima y cuando menos lo esperás, te destroza.

Este comentario me hizo recordar que, en la época en que iba a la universidad, había una compañera que era media especial y ahora voy a contarles por qué. Ella, para demostrar su personalidad, se vestía toda de rosa. Sí, como han leído, toda de rosa: botitas de agua o de calle color rosa, zapatillas color rosa, pantalones rosas, remeras rosas, camperas rosas y hasta carteras color rosa. Así que todos la teníamos como una “gran mosquita muerta”.

El punto es que, si bien parecía pertenecer al segundo grupo mencionado por la filósofa, siempre encontraba la forma de desquitarse con nosotros. Por ejemplo, si estábamos todos en clase, hablando sin parar sobre algún tema que nos molestaba -como podía ser la toma de los trabajos prácticos- cuando todos nos callábamos, esta linda persona decía a voz en cuello: “Vamos, chicos, no se quejen tanto, a ver si el profesor se da cuenta que se copiaron”.

En otra oportunidad a una de las chicas se le ocurrió presentarle a su novio, que se llamaba Mariano. Lo saluda atentamente y cuando la primera se está por ir con su novio, esta personita le dice: “Chau, ¡Marcelo! ¡Ay, no! ¡Me equivoqué! ¡Perdón! ¡Ese era el otro con el que salías, el ayudante de los teóricos!”

Otra anécdota que la pinta de cuerpo entero la vivimos una vez, cuando estábamos por presentar un trabajo final que se hacía en equipo. Había que defenderlo. Ya estaba todo preparado y éramos los próximos en pasar. En eso, la chica color de rosa, nos dice que la disculpemos, que no es nada personal con nadie pero que no se sentía a gusto con lo que le tocaba defender. Le dijimos que eso no era posible, que habíamos trabajado cuatro meses y que lo podía haber dicho antes. Replicó que lo sabía, pero que no lo había podido decir así que… “¡Mil disculpas!” Tuvimos que desprenderle las manos de otra compañera de su cuello para que pudiese seguir respirando y pudiera partir. Eso sí, esta vez, para no volver.

Moraleja: ¡No subestimes nunca a un “mal bicho” vestido de “mosquita muerta”!

Secretos de Mujeres

Подняться наверх