Читать книгу Alta en el cielo - Fernanda Faricelli - Страница 10

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Pequeña gigante

Se podrían utilizar muchos adjetivos para describir a la encantadora Cielo: chiquita, menuda, pelo lacio de color castaño oscuro, mirada tierna y profunda, ojos marrones como dos almendras. Inteligente y valiente para su corta edad; alegre y positiva... a pesar de todo.

La niña estaba contenta, sonreía al ver a su padre feliz junto a esa extraña dama. En cuanto a Silene, siempre le costó demostrar sus sentimientos y entrar en confianza, este era pues un desafío muy especial que la vida ponía frente a ella. Se la notaba tímida e inhibida.

Tomaron café con tostadas y dulces caseros, más las facturas y jugos de naranjas exprimidas. En cierto momento Alejo se levantó para ir al patio y darle de comer a «Lalo», así habían bautizado con su hija al hermoso bulldog francés, que él mismo le había regalado y al que Cielo no dejaba de llevar cada vez que visitaba la casa de su padre. Era curioso y simpático ver cómo el animalito iba tras la niña mostrando un afectuoso cariño perruno en cuanta ocasión se le presentaba.

Se quedaron solas durante algunos minutos, frente a frente. Cielo la interrogó a Silene:

—¿Qué tengo que hacer para que me quieras?

La joven sintió una sensación inexplicable, nunca antes vivida. Atinó a contestarle:

—Es que recién nos conocemos y no estoy acostumbrada a tratar con niños, —discúlpame. Entonces Cielo, demostrando su madurez y sabiduría le contestó:

—Si es así, no deberías estar de novia con un hombre que es padre.

Silene se quedó sin palabras y con un enorme nudo en la garganta.

Alta en el cielo

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