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Crecimiento

Luego de la flamante apertura del local, siguió trabajando férreo, más que nunca. Le ponía alma, corazón y vida a ese sitio. Era su refugio, dónde depositaba toda su libido y energía. A veces se la veía por más de doce horas corridas dedicada a las tareas de su pequeña pero floreciente empresa. Cuando viajaba, lo hacía sola. Otro matiz de su reservada personalidad. A regañadientes la dejaba a su madre a cargo de la tienda con estrictas indicaciones. Tenía fama de obsesiva y perfeccionista.

Cuando el negocio cumplió un año, tomó la decisión de contratar por fin a una empleada. Se la veía agotada y estresada, era el momento de solicitar ayuda, y los números finalmente le cerraban para hacerlo.

La elegida fue María, como empleada part - time del comercio. Le costó bastante a la señorita Ferrer, pues a ella siempre le representaba un problema confiar en los demás, por eso jamás accedía al fiado y todo el mundo lo sabía.

Luego de pensarlo un tiempo y evaluarlo fríamente, como solía hacer con todo, se animó a pedir referencias a alguna de sus clientas a las que consultó también sobre un contador confiable y tenaz para llevar adelante sus finanzas.

Fue entonces, que la señora Recalde, con quién Silene tenía una afinidad particular, le recomendó con firmeza al contador público Alejo Formentín.

Un hombre de unos cuarenta años; apuesto, elegante y al parecer muy honesto. Recientemente separado y padre de una niña de seis años llamada Cielo.

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