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Mover fibras

Como un viento inesperado y su consecuente cambio de temperatura, el comentario se extendió por toda la ciudad con costumbres de pueblo y pocos habitantes.

¡La extraña señorita Ferrer por fin estaba de novia! El afortunado: nada menos que su contador.

No se conocían detalles de cómo pasó, sí aseguraban que a Silene este hombre logró llegarle a lo más profundo del corazón.

El asombro y los interrogantes se sucedían. Era de suponer. Las miradas iban y venían sobre el hombre que había sabido ganarse a la soltera más codiciada y también su celosa confianza.

Se decía que Alejo era exitoso como profesional, pero muy sufrido a nivel personal. Su ex pareja y madre de su hija, Carola Albarece, lo habría dejado repentinamente. Según fuentes fidedignas, ella se enamoró ciegamente de Walter Droveta. Un hombre más joven, atractivo, canchero, con fama de buen amante y poco amigo de la laboriosidad. Circunstancias que también generaron opiniones contradictorias.

La pequeña Cielo vivía con Carola, Walter y su amado perrito Lalo. Alejo pasaba sus días en soledad en una casa grande, estilo colonial, a unas diez cuadras del domicilio de su primogénita.

…Todos en la misma ciudad catamarqueña al igual que Silene.

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