Читать книгу El Hermafrodita dormido - Fernando González - Страница 15
VII
ОглавлениеEs un gran sensual. Casi puede decirse que ahí está su fortaleza, pues ella le sirve para rebotar como la pelota de caucho. ES UNA INMUNDICIA QUE MIRA PARA EL CIELO. Con fragmentos de su correspondencia de los últimos días vamos a estudiarlo.
En carta de 27 de junio de 1933, dice:
“Conocí a la mujer única de Marsella, una muchacha poderosa que se pasea pescando por la calle de Roma. A veces tengo la manía de seguir a las mujeres, pues me parece que ellas tienen en alguna parte algún secreto. Desilusión, pues nosotros somos los del secreto, según lo dijo Cojuelo en el recado que le envió a una sirvientica: ‘Dígale que se venga sin calzones esta noche, que le voy a decir un secreto’.
Se desnudó y ¡téngase usted! Eran unos pechos como los cañones antiaéreos que llevó el difunto Vásquez Cobo a Tarapacá. Se paró al frente del espejo; alzó los brazos, los bajó y bregó por doblar de para abajo esas tetas beneméritas. Me dijo: Je suis unique a Marseille…, y sonreía triunfalmente”.
Indudablemente que le vino la reacción, pues en carta de 2 de agosto de 1933 encuentro lo siguiente:
“La mujer sigue siendo para mí como larva de coleóptero; me produce náuseas. A cada dos minutos miro para el cielo y llamo a la BELLEZA, al que está escondido, y has de saber que oigo el ruido de sus alas, cada vez más, cada vez más. Es como la aurora, que cada vez más, cada vez más.
… La única conquista que puedo contarte es que ya me dan asco las mujeres. Con la ayuda divina vencí eso que me hacía desesperar. Si vieras las sensaciones tan raras que tengo al ver cuerpos de mujeres en la playa. Es muy raro. No sé explicar. Es un complejo en que hay sensación de larvas inmensas de coleópteros, trompas retráctiles de elefantes, abdómenes de insectos. En fin, creo que se trata de la intuición del alma fisiológica, el alma de la carne, el deseo de encarnar.
Mi única esperanza es volver a Colombia preparado para morir, graduado en eso. Medita bien: que sienta náuseas por la vida orgánica y que tenga relaciones divinas.
Mucho es saber que hay dos vidas. Pero ¡qué malo no poderte explicar esto de los cuerpos de mujeres! Pero es de las mujeres que están en la edad del deseo. Los hombres también. Apenas los intuyo, vomito. Mi amigo sacó una fotografía de unas mujeres desnudas en la playa. Ayer me la mostró. Como fue sentadas, con las piernas estiradas al frente de la máquina, éstas quedaron gruesas y cortas y tuve la sensación de órganos retráctiles como tentáculos de pulpo o trompas de elefantes, y vomité”.
Durante el mismo tiempo de reacción contra la mujer única, escribió lo siguiente acerca de las francesas, lo cual a nadie ofenderá, pues este hombre es fatalidad evidente.
Puesto que hay otras notas en que habla de la virtud de las campesinas de Francia, hay que tomar tales ímpetus por lo que son, reacciones de Marsella, puerto cosmopolita y donde hay, por ejemplo, más de ochenta mil mujeres inscritas; agréguese ochenta mil hombres que viven de ellas y lo que no está legalizado… Pero en Marsella se encuentran muchachas más ágiles que los gatos. Dice:
“¿Cuál es el hecho que más aparece en mi conciencia? Las mujeres de Francia. Míralas pasar. Carecen de misterio; no tienen secreto; no hay en ellas inocencia. No existe el amor, el cual esencialmente consiste en la conquista de una inocencia. En Francia no existe, pues, el amor. ¿Qué arte puede haber sin amor?
Míralas pasar. Convérsales. No tienen ningún secreto. Desde la más tierna infancia sus pechos caen a la altura de las costillas falsas. Observa las artistas de cine y de teatro. Todo se les cayó desde la más tierna infancia. Un secreto que las muchachas prometen y no cumplen, es el amor.
Francia tiene pocas barreras y se llama el país de la mesura. La moral son linderos que crean el pecado y, por consiguiente, el misterio, el amor, la picardía, la gracia. Ésta consiste en la agilidad con que el hombre se mece en la barrera que separa el bien del pecado, sin dejarse ir; es un asomarse a lo prohibido.
El arte es también un cerco de leyes, y el amor, summum de todo, nace de la moral.
Aquí piden cien francos por una cosa que no puedo decir y cincuenta por otra que tampoco puedo decir: voilà l’amour!
En Francia no hay barreras. Nada es bueno, nada es malo; nada es verdad, nada es mentira. Entonces ¿por qué existe aún Francia? Por el franco. El franco y el sueldo son el límite del francés. ¡Es mucho amor por el dinero, mucha economía, mucha hambre! Ahora comen más y están enojados con los yanquis que vinieron a la guerra, porque les enseñaron a bañarse y a comer bien. El franco es como la atmósfera que pesa sobre nosotros y nos evita reventar. El franco limita al francés y lo hace una nacionalidad que no perecerá; es la explicación de sus triunfos y de sus cualidades”.
La sensualidad de Lucas es la continencia, un fenómeno español y suramericano. Efectivamente, el misticismo español es sensualidad contenida. La noción de honor femenino es de España y Suramérica. Mirar tras las celosías, atisbar, rumiar las promesas de unos ojos. Mientras que Francia es un país satisfecho en amor. No hay francés que no esté ahíto. Creo que en estas cortas frases queda explicado el malentendu de Ochoa y las mujeres únicas. En Francia no gustan de las ilusiones, y a uno como Lucas, le dicen: espèce d’idiot…