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GÉNOVA

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ABRIL, 4, DE 1932.

TU carta me hizo resurgir en la conciencia estados psíquicos que hace tiempos no venían; fue como acicate para mi alma. Resentí los momentos de euforia creadora que he tenido, siempre a instigación tuya.

Lo que me gusta es sentirme alto, cerca del calor solar, eufórico, pletórico, capaz de amor y de sacrificio.

Pero en Génova no hay sino comerciantes y gatos preñados. Es la ciudad de los gatos y el plato genovés se llama TRIPA, una especie de mondongo sin caldo. Hay muchos perros, todos con bozal, y las mujeres los sacan a mear, encadenados. Si la paciencia que gastan para dejarlos oler los rincones y los troncos de árbol la tuvieran estas mujeres europeas para cuidar sus hijos, el fascismo sería una gran institución…

Colón era genovés, y esto se puede afirmar a priori. No era español ese ladrón, avariento, que robó el premio asignado al que primero viera la tierra del tabaco y de las loras.

* * *

Gatos preñados, tripa, comerciantes y callejuelas. Ciudad original y patria del hombre más avariento, obstinado y empujador que ha dado la humanidad: Cristóbal Colón. Cielo bello, lejano y sirvienticas con los tacones torcidos. Ahí tienes a Génova, mi nueva patria.

Europa no me agrada. ¿Para qué? Tal vez los que vengan en busca del amor fácil, encuentren mejor esto; pero allá, en Colombia, es más bello el cielo. El suelo y el cielo. Hay montes de verdad, casas verdaderas, comida sana, frutos recién cogidos, leche con la crema. Aquí todo es falsificado y todos tienen hambre. Son muchos en escasa tierra. El error de nuestros gobernantes es desear la inmigración. Somos mejores, porque somos pocos, precisamente.

* * *

MAYO, 4, DE 1932.

¡La primavera es bella! Una mañana, el cielo lejano y azulísimo, el sol tibio y los árboles con pequeños renuevos. Y comienzan los jardines a llenarse de estas flores italianas tan amarillas, tan rojas, tan verdes, tan de un solo color. Aquí me he reconciliado con el amarillo. Las mujeres principian a llevar vestidos de colores puros y la Vía XX de Septiembre es una escuela de colores andantes. Nadie ama los colores como el italiano, pues es la tierra de ellos. Los policías, soldados y niños van emplumados, adornados. Aquí el macho, como entre los animales, es más engalanado que la hembra. Y suenan las voces rápidas, pues hablan aprisa como nadie; parece que riñeran. En fin, es el mes del amor, pero las mujeres no se entregan sino al que tenga plumas, penachos, sombreros en ángulos. Aquí no importa sino el color; el coito es unión de colores.

Giovinezza, giovinezza, che si fugge tuttavia… Bella… Se vuoi venire…

Pero Italia carece de mesura, de buen gusto. Mussolini es una pirámide de mal gusto. Un hombre tan afirmativo, tan oloroso a semen de establo, es el que ha convertido a la juventud italiana en fascista. Tú, acostumbrado a la delicadeza de Francia,2 no podrías soportar a este dictador incapaz de crear una literatura, un arte, nada bello. Todo se reduce a frases gruesas y rotundas, a camisas negras. Mussolini es un antiguo carnicero que leyó a Nietzsche a la carrera. En fin, nada tan fastidioso para mí, que estoy maduro, como este dictador.

No tengo fe en el hombre sino como lodo para que florezca en él uno que otro espíritu superior. Basta decirte que no he visto una sola figura interesante; apenas un sacerdote que llevaba un bastón delgado, cogido sobre la espalda con las manos enguantadas de negro; el sombrero lo tenía un poco torcido para un lado y los calzones asomaban unos cinco centímetros bajo la sotana. Caminaba con impertinencia, como si no le importara Mussolini; tenía figura de ser capaz de estarse diez años en un calabozo y de salirse por una gatera que abriría pacientemente. Lo seguí durante mil metros. De resto, ni aquí, ni en Milán he visto nada en hombres y mujeres. Mussolini me causa disgusto en todos sus actos y colaboradores. Por ahí está Ludwig siguiéndolo como un perro. ¡Qué asco! Al fin y al cabo Juan Vicente Gómez es original, único, y yo lo estudié por amor a la grandeza humana. Una guerra con los franceses parece necesaria, porque es mucho el odio que tienen por la bella y frágil Francia, de quien sólo conozco a Marsella, en diez minutos de automóvil, de noche, pero cuya sonrisa percibí y lloré. ¡Sólo Francia es bella!3

Había en el muelle una putica que tocaba el acordeón para que le arrojaran sueldos desde el barco, y había tanta gracia en ella, que estoy seguro de que en el cielo reciben a las pecadoras francesas en un barrio especial que se llama La Bouterie. Las mujeres italianas no quieren sino liras, comen ajos y no se bañan sino en verano. Los yanquis introdujeron el baño y las comodidades a Europa, durante la guerra europea. Lo admirable son las flores amarillas, y azules, y rojas, y color de yerba mascada y color de todo lo que chilla. ¡Oh tierra de los colores y del mal gusto mental!

El italiano no es idioma hermoso. Tiene muchos che, che, chi… Es algo semejante a los colores. Pero muy explicable todo, pues de aquí fueron los romanos, la civilización GRANDE, MONUMENTAL, etc. Mira ¡qué diferente Grecia! El hombre y el pueblo que valen, jamás lo dicen. Aquí nos enloquecen con tanta algarabía de la Italia del Duce. Evidentemente, nada insoportable como un hombre que domine a un pueblo física y mentalmente. ¡Manada de corderos inmundos!

No pienses por el momento en publicar nada de lo que te escriba. Todo me parece tonterías cuando soy yo el que las pienso y las escribo. Tengamos correspondencia que corra, que nos caliente el corazón.

En el Duomo de Milán, en una capillita subterránea, tienen el esqueleto de San Carlos Borromeo y cobran cinco liras por mostrarlo: eso hace mucha falta en Colombia, un santo.

Vivo solo, silencioso y bregando por recuperar la aprobación de mi conciencia para poder escribir una obra noble y digna. Es triste la noche, aquí solo, en un silencio lleno de reproches. ¿Sabes por qué no es buena Europa para mí? Porque lo mejor que tiene es para los que gozan con el amor sexual, y hace tiempos que una fornicación me vale meses de pena moral.

* * *

MAYO, 6.

Ayer tarde un ruso disparó tres tiros a Monsieur Doumer. Ignoro la causa para que esto me tenga conmovido. Pienso que la animalidad humana es grande; que las degeneraciones son infinitas, así como las santidades. El padre Almanza y la prostituta del amor francés; el que dispara contra el pobre anciano presidente y el que regala cinco liras de seis que tiene. Pero todos los actos se ejecutan en busca de la felicidad. ¿Qué es, pues, el hombre? Por mi parte, pasó mi período de escritor y tengo ansia de volar, de darme, pero no encuentro a qué darme. Es un período de incertidumbre. Recuerdas que en Caracas escribí: “Dejo la puerta de mi cuarto abierta, porque me parece que entrará alguien, la felicidad, etc.”. Pues este confuso sentimiento ha aumentado en mí. Me siento irresistiblemente llevado a dejar todas las puertas abiertas. Hasta en sentido físico, no puedo dormir con las puertas y ventanas cerradas. Es como si dentro me murmuraran: “Van a venir”. ¿Quién? No sé, pero estoy esperando y tengo la intuición de que me va a venir alguien. ¡Deja abiertas las puertas! ¡Deja todas las puertas abiertas! Me sorprendo a veces por la calle repitiendo esta cantinela. Tengo otra que me obsede estos últimos días: NO PIENSO, LUEGO SOY. Con esto quiero decir que sólo el que es capaz de dominar el pensamiento, es individuo. Se refiere a mi teoría de que el olvido es una facultad que se adquiere en los grados altos de civilización.

Si me vieras en el apartamento conversando conmigo mismo, sobre todo en el excusado, dándome consejos… En fin, mi vida en Italia va muy agradable. Sólo que nací para la soledad y hago desgraciado a cualquiera que viva conmigo.

Mañana viene Starace, secretario del fascismo, a decir un discurso en la plaza de la Victoria. A las diez y media iré a oírlo y te contaré. Es hombre afirmativo, odioso, desmesurado, discípulo de estos Márdenes. ¡Qué plaga, Dios mío, los predicadores de la voluntad violenta, impulsiva!

Aquí en Vía Malta, a la vuelta de mi casa, hay un gato negro, con los ojos verdes, y es mi consuelo. Lo miro y me voy pensando: ¿no será posible llegar a tener el alma tan bella como este gato los ojos? Y continúo el camino con más firmeza de propósitos, más recto, las espaldas a lo militar, ojos despreciativos por la humanidad común. Aquí es la vivienda de los gatos. Ahora están grávidos, pues mayo es el mes de los burros. Mi ocupación predilecta es buscar en la calle a los que están en celo y seguirlos, seguirlos, para conocer bien el alma encarnada.

* * *

MAYO, 8, DOMINGO.

Hace tres días que llueve continuamente. Para hoy tenían la fiesta de entrega de insignias a los nuevos fascistas. Vino a ello el Secretario del partido, Aquiles Starace, un tipo odioso, cara larga de machete, forma que abunda aquí. Publican su retrato; lleva ocho condecoraciones. No hay italiano que no sea Caballero, Gran Oficial o Comendador y que no tenga cintas y medallas. Se pagan mucho de estos abalorios. En Italia hay dos tipos definidos: el carirredondo, con la mandíbula inferior más poderosa que el cerebro, que es el tipo Mussolini, y el cara de machete, como nuestros jóvenes de quince años, en los internados, que es Starace.

Hasta los niños de cinco años pertenecen a cuerpos militares. Se llaman los balillas, en recuerdo de un muchacho genovés que arrojó una piedra contra algún soldado de los muchos que han dominado a Italia, y cuya hermosa estatua se alza en la placita Balilla.

Desde hace días estoy dedicado a observarme a mí mismo. Es como observar a un niño. ¡Cuántos caprichos, ideas, imágenes y deseos nacen en uno! Nuestra única salvación está en contemplarnos con ironía y benevolencia. ¡Pobres Mussolini y Starace!

Pensaba ahora que todo régimen en que se pierda de vista que el fin es el individuo, es una maldad humana. Sólo el hombre es una promesa; la sociedad no. Ésta es una manifestación accidental del hombre. De ahí mi antipatía por este socialismo gregario de Italia. A mí no me conmueve sino el individualismo místico. La sociedad es una forma para que el hombre se perfeccione. Y porque Europa ha olvidado esto, carece de civilización verdadera. Tiene lo que ha buscado: máquinas, lujo, riqueza material. Pero en cuanto a hombres, no produce casi nada, no produce sino al asesino del pobre viejo Doumer.

¡Curioso esto de observarse uno a sí mismo! Si vieras cuántas veces aparece en mí el deseo de traerme para el apartamento solitario a una de estas italianas sonrosadas. Afortunadamente sólo tomo el asunto como crítico: me dedico a convencer al Lucas del seminario de que eso es un engaño de los sentidos; me pongo a contemplarles los tacones, los ojos, la frente, los pechos, para actualizar la convicción de que son accidentes del alma encarnada…; o bien, me voy tras una jorobada, tras una coja, y medito en el problema de la manifestación del espíritu en formas tan repugnantes. El hombre está muy cerca, muy cerca del escarabajo, y cuando medita, está cerca de los ángeles. Pero qué cosa tan curiosa es haber nacido, haberse encarnado, amar los pechos, gustar de los besos y del restregarse de los cuerpos. Indudablemente que somos antiguos gusanos, antiguos escarabajos, comedores de carne y de excrementos, no satisfechos aún. De ahí esta dualidad mía terrible: me gustan los pechos duros y erectos y después de apretarlos contra mi corazón, grita el espíritu encarnado: ¡hijo de puta!

También me gusta mucho ir al museo de Milán, a contemplar dos momias peruanas de hace unos tres mil años. Son mujeres acurrucadas, con pelo; las piernas dobladas contra el vientre, y una de ellas se está tapando la cara con la mano izquierda. Ante estas bellezas, ¡a cuántos peruanos se les despertarían los ímpetus creadores de más carne! ¡Es muy curiosa la sensualidad y el hombre es muy curioso! Es sabroso pensar que un sapo desea a la hembra y llegará a parecerle que su vida carece de importancia si no posee a la sapa… Lo más divertido que hay es la sensualidad, fuente de toda apariencia.

Ayer, en la Galería Mazzini, hubo una feria del libro. Exponían casas editoriales de toda la península.

No aparece un espíritu noble y grande en Italia. Estéril es la dictadura. Hasta Marconi es pobre gregario. Todos sometidos. El régimen este produjo la esterilización de D’Annunzio. Es cosa interesante, y así podrás juzgar del hombre que manda. Por sus frutos los conoceréis. ¡Qué grandes literatos produjeron Alejandro, César, Napoleón! Aquí llaman a los copartidarios, gregarios y camaradas.

Se distingue el fascismo, eso sí, por haber producido la literatura del corporativismo. Han adelantado en esto de organizar el trabajo en forma corporativa, hasta donde no puedes imaginar. Aquí todo trabajo es en forma corporativa y se produce mucho y de todo. Pero esto es precisamente el socialismo y es lo único que puede producir el socialismo, lo único que de él puede esperarse. Producción anónima, numerosa, máquinas. Pero ¿el hombre? ¿Por qué abandonar al hombre, que es el fin de la creación? ¿Acaso fue creado el hombre para trabajar? ¿Fue creado el hombre para la obra? ¿No es, por ventura, el hombre, el rey de la creación? El hombre fue creado para ascender en conciencia, para desencarnarse a través de áspera brega…

El Hermafrodita dormido

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