Читать книгу En vivo y en directo - Fernando Vivas Sabroso - Страница 24
Tarea cumplida
ОглавлениеDos felices concursos pusieron emoción de auditorio en el 13. Scala regala, auspiciado por los grandes almacenes del mismo nombre, fue el pionero de las tareas difíciles, ese viejo truco para dramatizar y volcar al espectáculo el ánimo participativo del concursante. El primer día del canal el animador Guillermo “Frejol” Diez Canseco, un expansivo playboy limeño en sus felices treintas, abrió el programa para dar pase una semana después a César Miró, suerte de coartada académica que daría prestancia al espacio, por naturaleza tan ligero. Miró nos contaba que se retiró porque él “no era un vendedor de tienda”.27
Pablo de Madalengoitia, el natural reemplazo de Miró, sí era, entre otras cosas, un estupendo vendedor. Relacionista público, actor eventual, comunicador radial y conspicuo ladie’s man de los apachurrantes cincuenta, tenía la suficiente elegancia y cultura como para que su trabajo en televisión se clasificara en un apartado, el del “maestro de ceremonias”, por oposición a Kiko Ledgard, el “animador” por antonomasia. A las pocas semanas sus recurrentes palabras “¡tarea cumplida!”, pronunciadas con el entusiasmo de un locutor deportivo aunque nunca carentes de un toque de distinción, se convirtieron en frase célebre de la televisión. A medida que su desenvoltura y gestualidad televisiva fue evolucionando, el programa subió sus bonos y las tareas se hicieron más dramáticas. A fines de agosto una concursante tuvo que conseguir un gato negro de cola blanca, una docena de mellizos nacidos en 1934 y hacer una carambola de billar. Perdió con el taco. En noviembre, un pobre hombre tuvo que comparecer con un elefante en el set. En diciembre, el corredor Pitty Block llegó en un helicóptero y tuvo que afeitar un globo con una navaja. Cumplida la tarea, el cheque de Scala, para dar el remate altruista que redimiera de cualquier exceso materialista al programa y al célebre concursante, fue endosado a la viuda de un obrero. María Elena Rossell, Venus Perú 1959, cumplió una tarea proverbial: hallar una aguja en un enorme pajar apilado en el set. Cuando la halló, dio saltitos de alegría y donó el cheque a su terruño, el departamento de Piura.
Madalengoitia, alegrón y correctísimo, jamás pasado de la raya, ni siquiera aproximado a ella, manejaba con citas y nombres propios un amplio repertorio cultural. Era, entonces, el anfitrión ideal de Helene Curtis pregunta por 64 mil soles. La CBS había lanzado en 1955 este concurso de conocimientos —The $64.000 Question— que se convirtió en el más sintonizado concurso de la televisión norteamericana. La coartada del saber capitalizaba una audiencia que hizo de los concursantes auténticas estrellas autodidactas, labradas a punta de tesón y paporreteo. No importaba si sus temas eran escolásticos, rebuscados o banales como los parentescos entre los dioses griegos o las batallas de Napoleón, solo había que duplicar la recompensa a las respuestas correctas, de 1 a 64. En el Perú, primero en radio Panamericana, luego en canal 13, sucedió lo mismo. Bastaba un participante afanoso como Marina Derval o Eugenia Sessarego (años después, implicada en el crimen del magnate Luis Banchero), un conductor culto que hablara desde un simple podio y una cabina insonorizada donde el concursante sudara y pujara hasta dar con la respuesta precisa.
El atareado Madalengoitia, que había dejado la radio aunque sus programas de televisión se seguían transmitiendo por ella,28 completaba su agenda panamericana animando eventuales shows musicales como el pretensioso Musiphilips y conduciendo Pablo y sus amigos, talk-show que reunía a dos o tres invitados obligándolos a sostener una charla más formal que informal y a una demostración de sus habilidades. Dos “secretarias”, nombre que no hacía ningún favor a las féminas pero que sirvió a Pablo para diferenciar a sus asistentes de las simples modelos de otros programas, alternaban con él muy de vez en cuando y ayudaban a las celebridades a pararse frente al micro de un pequeño set. No solo interpretaciones musicales sino pequeñas secuencias teatrales (Linda Guzmán era invitada de rigor), números de baile y espectáculos casi circenses desfilaron en este primer espacio culturalista del canal 13. Entre los descubrimientos que Pablo agregaba al círculo de sus amigos se cuentan la cantante Maribel Freundt, el actor Alberto Goachet y el rockero Joe Danova. Pablo y sus amigos se transformó en La hora de Pablo (abril de 1964), debutando con una entrevista a Agustín Lara. Poco antes, Madalengoitia había participado en la primera temporada de Cámara Pilsen (véase, en este capítulo, el acápite “Ni elitistas ni populistas”) y había concluido el ciclo fílmico musical del recuerdo Aquellos tiempos (mayo de 1963). Varias tareas cumplidas.