Читать книгу Nuestro maravilloso Dios - Fernando Zabala - Страница 18
Оглавление13 de enero
¿Qué podría dar yo hoy?
“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6).
Los apóstoles Pedro y Juan habían ido al Templo a orar, como a las tres de la tarde. Ahí encontraron a un hombre que era cojo de nacimiento, de unos cuarenta años (Hech. 4:22), “que era llevado y dejado cada día a la puerta del Templo que se llama la Hermosa, para que pidiera limosna” (3:2). ¿Qué mejor lugar para pedir limosna?
Cuando el cojo vio a los apóstoles entrar al Templo, les pidió una limosna. Entonces, Pedro, mirándolo fijamente, le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. ¿Qué ocurrió cuando el poderoso nombre de Jesús fue invocado? Dice la Escritura que “al instante [al hombre] se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, saltando y alabando a Dios” (vers. 7, 8).
Ni siquiera en sus mejores sueños cruzó por la mente de este hombre lo que ese día ocurriría en el Templo. Fue a pedir limosnas, pero en lugar de unos pocos centavitos, ¡pudo caminar! Nunca había podido entrar en el Templo; al menos, no caminando. Pero eso fue lo primero que hizo, “andando, saltando y alabando a Dios”.
¿Quién podía culparlo de expresar así el gozo que inundaba su corazón?
Hay en este pasaje de la Escritura una preciosa lección. ¿No podían los apóstoles, al igual que otros, dar a este pobre mendigo algunas moneditas? Claro que podían, pero no lo hicieron porque tenían para él un don más grande, más valioso y más sublime que cualquier otro: el don de la salud, otorgado en el poderoso nombre de Jesús.
La implicación es clara: hay poder inconfundible, insospechable, incomparable, en el nombre de Jesucristo. Él no es un Redentor muerto. ¡Es un Salvador vivo! Como bien lo dijo Pedro ese día: él es el Santo y Justo (Hech. 3:14), el Autor de la vida (vers. 15), el Mesías de la profecía (vers. 18). Lo fue ayer, y lo será hoy y siempre.
¿Qué podrías dar tú hoy? ¿Qué podría dar yo?
Hoy es un excelente día para hablar a alguien del poderoso nombre de Jesús de Nazaret, y todo lo que eso significa.
Amado Jesús, no tengo oro ni plata, pero tengo tu amor en mi corazón. ¡Ayúdame a compartirlo hoy con quienes me rodeen!