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4 de enero

Sin premura ni demora

“Así me ha dicho el Señor: ‘Estaré tranquilo y miraré desde mi morada, como el calor que vibra ante la luz, como una nube de rocío en el calor de la cosecha’ ” (Isaías 18:4, RVA 2015).

Para entender nuestro texto de hoy, es necesario leer los capítulos 18 y 19 del libro de Isaías, donde el profeta anuncia los juicios de Dios sobre Etiopía y Egipto. Al parecer, los etíopes habían enviado embajadores a Judá para enfrentar con éxito al poderoso ejército asirio, pero Dios no aprobaba tal alianza. De hecho, estaba condenada al fracaso. ¿Por qué Judá buscaba el apoyo humano, por poderoso que pareciera, en vez de confiar en el Dios de sus padres?

El dilema de Judá es el mismo que tú y yo confrontamos cuando atravesamos una crisis y nos parece que la ayuda de Dios no llega. Mientras tanto, sentimos que el mundo se nos viene encima y clamamos: “¿Dónde estás, Señor, cuando más te necesito?”

En medio de la crisis, ¿qué mensaje envió Dios a su pueblo por medio de Isaías? “Porque así me ha dicho el Señor: ‘Voy a mantenerme quieto, pero desde mi mansión estaré observando’ ” (Isa. 18:4; RVC, énfasis añadido).

¡Qué interesante! Mientras nerviosamente las naciones formaban alianzas aquí y allá para enfrentar a los asirios, el Señor le dice a su pueblo, por medio del profeta, algo así como: “¡No confundan silencio con inactividad! Ahora los asirios prevalecen, pero oportunamente recibirán su justa retribución”. Ese día de retribución llegó para los asirios, ¡y en qué forma! (ver Isa. 37:21-29).

El mensaje de Dios por medio de Isaías es también relevante hoy. Nos recuerda que, aunque por momentos este mundo parezca fuera de control, Dios continúa siendo el Soberano del universo. No confundamos su silencio con indiferencia porque, al igual que “las estrellas en la vasta órbita de su derrotero señalado, los propósitos de Dios no conocen premura ni demora” (El Deseado de todas las gentes, p. 23).

Por otra parte, si ahora mismo estás padeciendo bajo el peso de tus cargas, recuerda que en el momento oportuno Aquel que pareció demorar cuando Lázaro enfermó gravemente, acudirá en tu ayuda, y al final te dará más de lo que alguna vez pudiste imaginar. Mientras tanto, ¡sigue confiando en Dios! Como bien lo dice el himno: “Nunca desmayes, que en el afán Dios cuidará de ti”.

Padre celestial, ¡cuán reconfortante es saber que tus propósitos no conocen premura ni demora! Ayúdame a creer hoy y siempre que, además de velar mis pisadas, también tus planes se cumplirán oportunamente en mi vida.

Nuestro maravilloso Dios

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