Читать книгу Ophiuchus. Las hijas olvidadas - F.J.S. Bustos - Страница 12
Arderá sin apagarse
Оглавление—Jesús, ¿qué tal? Estoy con Antonio. Te voy a enviar una foto que han encontrado en el bolsillo de la tercera víctima.
Pepe, al igual que el resto de sus amigos, intentaba ayudar en la medida de lo posible, siempre desde su especialidad. Tenía una consulta privada en el centro de Sevilla tres días a la semana, y el resto lo pasaba visitando centros hospitalarios. La investigación psiquiatra y psicopatológica le habían llevado a realizar, no hacía mucho, un máster en psiquiatría forense.
De estatura media (pero el más bajo de sus amigos) y barrigudo, era de los cuatro el más extrovertido y entusiasta. Cuando comenzó la calvicie a eso de los treinta, decidió raparse la cabeza. Se había dejado bigote bien poblado, al igual que sus cejas gruesas y arqueadas, y llevaba gafas de montura negra, que ocultaban unos bellos ojos azules que le daban un aspecto intelectual. Estaba felizmente casado y tenía una hija de diez años, de la cual siempre estaba hablando.
Remitió vía Whatsapp el siguiente escrito:
«Por eso, así dice Yavé:
Mi ira y mi furor
se van a desatar sobre este lugar,
sobre hombre y animales,
árboles del campo y frutos de la tierra;
y arderá sin apagarse.
Por favor, cuando lo leas llámame».
Transcurridos unos veinte minutos, Jesús se percató del mensaje recibido.
Se hallaba en la ducha y había dejado su móvil cargando. Se preparó una taza muy caliente de menta poleo mezclada con manzanilla y se tiró en su sofá, con el albornoz desatado. Estaba solo. Únicamente le acompañaba Chopin con su Nocturne óp. 9 No. 2.
El pequeño pergamino estaba chamuscado, con agujeros diversos y muy arrugado. La ampliación de la fotografía le permitía leerlo con algo de dificultad.
—Me suena, pero no estoy seguro —pensó Jesús mientras escuchaba sus propias palabras.
Hizo una búsqueda por Google y, tras pasar las cinco o seis primeras páginas que le saltaron, se paró en seco en una sobre la Biblia. Jeremías 7:20. Pero no coincidía literalmente con lo que acababa de leer.
Se levantó bruscamente y fue a buscar su pequeña Biblia, que había encontrado no hacía mucho tiempo en uno de los numerosos cajones del gran salón, perdida durante más de cincuenta años. Era una primera edición de 1967, traducida de los textos originales por el equipo hispano-americano de la Casa de la Biblia, y cuyo final de impresión databa del día 25 de enero, festividad de la Conversión del Apóstol San Pablo. Estaba firmada por su padre, y fue un regalo para su madre, por lo que le tenía mucho aprecio.
Tanteó el índice hasta divisarla: 639. Pasó lentamente las páginas, de tacto suave, finas y amarillentas, hasta llegar a «El Templo. Idolatría». Lo volvió a leer en voz alta y, efectivamente, su intuición le daba la razón.
—Pepe, gracias, sabía que tenía que haber una nota, al igual que en el resto de asesinatos —escribió por Whatsapp a su amigo.
—¡Exacto! No era normal que de pronto cambiara. El perfil psicológico nos confirma nuestras suposiciones. Parece ser religioso. La venganza a través de Dios. Se está pagando con la misma moneda. Ojo por ojo, diente por diente. Lex talionis, la ley del talión. El castigo debe ser igual al crimen cometido. Existe una evidente relación profunda e íntima entre la víctima y su verdugo.