Читать книгу Ophiuchus. Las hijas olvidadas - F.J.S. Bustos - Страница 9
Febrero, Badajoz
ОглавлениеLa mañana estaba fría y húmeda. El fuerte viento no permitía que las nubes desataran aún la lluvia, y el continuo silbido se volvía desánimo.
—¡Mal día, amigo! —se lamentó el policía.
—Tienes razón, con lo bien que se tiene que estar en casa, tirado en el sofá, con la vieja manta de lana de mi abuela que, aunque pica un poco, abriga tanto que entras en calor en un periquete —suspiró el agente, pensativo, imaginándose la escena a la vez que se le marcaba una leve sonrisa de gozo en su cara.
—Así es, pero el trabajo es el trabajo —afirmó su compañero, convencido pero igualmente deseoso de que acabara su jornada.
—Bueno, vamos para la Catedral, a ver qué ha pasado, y mañana será otro día.
La gente se agrupaba en corros a los pies de la rígida y poderosa torre del campanario, cuchicheando y gesticulando en medio de un ambiente de incertidumbre y desasosiego.
Los dos hombres se abrieron paso lentamente hasta llegar a la Puerta de San Juan, puerta principal de lo que por su cercanía fronteriza parecía fortaleza más que iglesia. Tras cruzar el vestíbulo y el baptisterio, donde solo uno de ellos tomó agua de la pila bautismal, persignándose con rapidez mientras inclinaba la cabeza, se dirigieron al presbiterio.
Defendiendo la Capilla Mayor, la bella rejería imponía respeto. Frente al retablo, como entregado a un Jesús que repartía bendición debajo del altar entre ángeles, boca arriba yacía el cuerpo. Un viejo martillo adornaba su pecho. La cabeza destrozada aún sangraba, y resplandecía iluminada por la luz que emanaba de la madera policromada del sagrario.
La víctima había sido arrastrada, quizás aún viva, justo debajo de la enorme y majestuosa lámpara principal de ciento nueve brazos realizada en bronce macizo, y que extrañamente se encontraba encendida, como si se hubiera ofrecido cual trofeo al mismo sol.
¿No es mi palabra como fuego,
oráculo de Yavé,
como martillo que rompe la roca?