Читать книгу Águilas - Fló Guerin - Страница 19

Frontera

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Nuestro tren corre, casi vacío, hacia España. Cerbère es el último pueblo del lado francés, ahí nos bajaremos para cruzar la frontera a pie. Le cuento a Federica que Cerbère se llama también un perro mitológico que custodiaba el reino de los muertos. Sus tres cabezas representaban para los antiguos el pasado, el presente y el futuro, la juventud, la madurez y la vejez. Federica se deja caer sobre mi hombro. Arruga con las manos un bolsito de tela que contiene nuestros pasaportes y la autorización que tramitó su madre para que viajase sola, a Zaragoza, las pasadas Navidades. Sigue vigente. Le acaricio los dedos y artículo en su pelo: «Esto está hecho».

Cuando tiene miedo, Federica calla y esconde los ojos. Se encorva y mira al suelo. Yo echo una ojeada al costado, el vagón está vacío. Con tres dedos guío sus labios camino de mi boca, pero ella da un respingo, estira el cuello y mira a su alrededor. Se ríe un poco. Pretendo interponer mi anorak entre nosotras y el pasillo y la beso en la nuca donde sé que le puede, rozo la tela de sus vaqueros con el revés de la mano. Oímos un carraspeo. El revisor es viejo y seboso, su camisa está abierta, apesta a sudor. Nuestras caras se han puesto al rojo vivo, él nos mira con sorna y algo más, que huele a podrido. Una por una, le damos los billetes. Los revisa. Federica mira a sus pies, yo al cabecero del asiento de delante. Cuando se va, no hablamos, no nos miramos ni nos tocamos.

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