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Capítulo 6
Resumen de la hipótesis freudiana compulsión de repetición {Wiederholenzwang}

Primera aparición del término

Al instrumentar el encuadre definitivo, el incumplimiento de la regla de la asociación libre induce al creador del psicoanálisis a formular cierta hipótesis referida al paciente, sobre una actitud homosexual que se presenta como resistencia. Las asociaciones del paciente, que debieran aproximarse a lo reprimido, fallan, pero él no se apercibe de ello. Freud denominó a esa actitud {Wiederholenzwang} y Etcheverry la traduce como compulsión de repetición. Este silencio resulta una categoría de resistencia diferente a las representaciones y sus destinos; distinta a la condensación en la inervación somática, y discernible de las representaciones que cumplen función de contrainvestidura en la defensa de las formaciones obsesivas. Se trata de “una actitud”, un acto; pura insistencia pulsional carente de la traducción que exprese su sentido. Tal la enseñanza. En cuanto a la prevención, “tenemos que estar preparados para que el analizado se entregue a la compulsión de repetir…” 32

El paciente de Freud “no habla” –“calla y afirma que no se le ocurre nada [...] uno comprende, al fin, que esta es su manera de recordar”–,33 víctima de la compulsión de repetición, del {Zwang} de su carta a Fliess de 1886,34 de esa leyenda de Edipo que “captura una compulsión que todo el mundo reconoce por haberse dado cuenta de su existencia en sí mismo”. De guardar discreción se trata, de mantener reserva acerca de los significados edípicos. Es que lo inconsciente amordaza. Según el doble sentido antitético de las palabras, en lo que está callado, silencioso (del latín silens) hay un grito (clamor).35

De esa compulsión de repetición de lo inconsciente reprimido se destacan, en un primer momento, su carácter de resistencia en estrecha vinculación con la transferencia y su contrapartida técnica: la reelaboración. Dado que el trabajo de reelaboración corresponde al paciente, esta resistencia de lo reprimido contiene una contradicción: no es interpretable. A cambio, señaliza el camino para la investigación de un destino pulsional tan habitual como poco advertido hasta entonces; el {Agieren} o actuar repetitivo.

La reelaboración {Durcharbeiten}, por su parte, se convertiría nada menos que en la marca registrada del psicoanálisis: “la pieza del trabajo [...] que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo”.36 En las compulsiones de los obsesivos se advertía bien la tenacidad de las resistencias. En la obsesión, el complejo de Edipo invertido se imponía al vivenciar individual.37 Pero el psicoanálisis no estaba aún en condiciones de probar que lo que tan automáticamente defendían esas reiteraciones rituales era una aspiración edípica.38

Compulsión de repetición describe la necesidad pulsional que le impone al yo el esquema edípico. La repetición es el síntoma de ese avatar. El silencio, el olvido, el impulso irrefrenable, la regresión, el poder de la mítica pulsión ascencional, todo hablaba de lo mismo: desde lo inconsciente, un poder ordena los acontecimientos.

El fracaso con la anciana dama y su extravío en el Trastévere hicieron presente, en la conciencia de Freud, la compulsión de repetición. El contacto se había hecho a través del sentimiento de desvalimiento ya que, como hemos señalado antes, se siente “como ominoso justamente aquello capaz de recordar a la compulsión interior de repetición”.39

La definición más completa en el marco
de la primera tópica

La compulsión de repetición impera en lo inconsciente, “depende [...] de la naturaleza más íntima de las pulsiones; [...] [su] poder [...] doblega al principio de placer, confiere carácter demoníaco a ciertos aspectos de la vida anímica, se exterioriza [...] con mucha nitidez en las aspiraciones del niño pequeño y gobierna el psicoanálisis de los neuróticos en una parte de su decurso40. [El texto entre corchetes es mío].

“Es sólo el factor de la repetición no deliberada, lo que vuelve ominoso algo en sí mismo inofensivo y nos impone la idea de lo fatal, inevitable, donde –de ordinario– sólo habríamos hablado de ‘casualidad’” 41 (Nótese que el término inevitable deviene nexo entre la compulsión de repetición y lo ominoso). Explorar lo ominoso depara un descubrimiento que “Pulsión y destinos de pulsión” no había revelado: la actividad psíquica inconsciente está dominada por un automatismo o impulso de repetición {repetición compulsiva} “inherente, con toda probabilidad a la esencia (el destacado es mío) misma de las pulsiones, provisto de poderío suficiente para sobreponerse al principio de placer; un impulso que confiere a ciertas manifestaciones de la vida anímica un carácter demoníaco que se manifiesta con mucha nitidez en la tendencias del niño pequeño y que domina parte del curso que sigue el psicoanálisis del neurótico.” 42

La hegemonía del recuerdo anunciaba su fin. El olvido había fracasado en su papel curador; la represión no evitaba el sufrimiento y emplazaba a Freud a dar una explicación acerca de la reproducción que se conquistan “vivencias en todo sentido penosas del período sexual de la primera infancia”.43 La reaparición de vivencias displacenteras delataba el excesivo papel que, en la teoría de la represión, Freud le había permitido cobrar al principio de placer.

El carácter demoníaco designaría el grado de expropiación que es capaz de sufrir el yo ante el poder del ello. Lo sexual demoníaco es el servicio que el yo le hace a sus muertos al precio de su propia insatisfacción.

La compulsión que gobierna el análisis de los neuróticos durante una parte de su decurso no es otra que la que se ha puesto a favor del yo y de sus resistencias. En otras palabras; la represión le presta forma como transferencia de las representaciones-retornantes (padre del complejo de representaciones edípicas reprimidas). De cuño yoico, la forma de esta transferencia es mutable: la resistencia de represión disminuye en pos del incremento de la resistencia de transferencia, de idéntica naturaleza, pero más compleja, ya que, al establecer un vínculo con la situación analítica, reanima como actual (repetición), una represión que meramente debía ser recordada (representada): transferencia “actual” sobre la persona del analista (padre de la tragedia edípica). Analista mediante, la transferencia insiste en hacer comprensible lo incomprendido, formalizable a lo informe; tornar, en suma, palabra a la pulsión. En “Lo ominoso” ya citado, el calificativo de interior en cuanto a la compulsión de repetición sugiere que Freud ya estaba discriminando esta compulsión de repetición, reconociéndola más próxima a la función de causa, de la compulsión de repetición como exteriorización forzosa, vale decir, efecto de lo reprimido.

La definición última

“Tras cancelar la resistencia yoica, es preciso superar todavía el poder de la compulsión de repetición, la atracción de los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido; y nada habría que objetar si se quisiese designar ese factor como resistencia de lo inconsciente.”44

La aclaración de Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” vuelve nuestra atención sobre las represiones: “El factor fijador de la pulsión a la represión es la compulsión de repetición del ello inconsciente.”45 Se cae en la cuenta que este componente del ello ha estado activo desde la fundación misma de lo psíquico: en su organización, el yo inconsciente ha varado al ello en la fijación de las pulsiones. “Lo reprimido […] no es más que una parte del ello.”46 Las resistencias, cuyo continente yoico cumple la función dinámica de defender al yo del asedio de mociones pulsionales, son firmes hacia fuera y hacia el porvenir, pero expugnables desde adentro, desde un pasado actualizado en su fijación. Las “mociones que no pueden más que obedecer a la compulsión de repetición” son las que intervienen en los procesos de fijación reforzando las represiones, mientras que, otros contingentes pulsionales –dispensados de participar en los retornos de lo reprimido–, no es que no obedezcan, sino que los mismos no son tan “evidentes”. Deben considerarse “indetectables” hasta encontrar expresión impersonal en circunstancias generalmente aciagas; el avatar criminoso o el castigo ineludible.

32 S. Freud (1914): Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, II, O.C., Vol. XII, AE, 1989, p.153.

33 S. Freud (1914). Recordar, repetir y reelaborar. Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, II, O.C., Vol. XII, op. cit., p. 152.

34 S. Freud (1886). Cartas a Fliess, O.C., Vol. I, AE, 2006, carta 71, p. 307.

35 S. Freud (1910): El sentido antitético de las palabras primitivas, O.C., Vol. XI, AE, 1989, p. 149.

36 S. Freud (1914). Recordar, repetir y reelaborar. Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, II, O.C., Vol. XII, AE, 1989, p. 157.

37 S. Freud (1918[1914]): De la historia de una neurosis infantil, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 109.

38 S. Freud (1918[1914]): De la historia de una neurosis infantil, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 109.

39 S. Freud (1919): Lo ominoso, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 238.

40 Ibidem.

41 S. Freud (1919): Lo ominoso, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 237.

42 S. Freud (1919): Lo ominoso, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 238.

43 S. Freud (1923[1922]): Observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños, O.C., Vol. XIX, AE, 1979, p. 119.

44 S. Freud (1926): Inhibición, síntoma y angustia, O.C., Vol. XX, AE, 1989, p. 149

45 S. Freud (1926): Inhibición, síntoma y angustia, O.C., Vol. XX, AE, 1989, Apéndice A. «Represión» y «defensa».

46 S. Freud (1923): El yo y el ello, O.C., Vol. XIX, AE, 1979.

El enigma de la reelaboración

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