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Capítulo 7
La resistencia de las profundidades del alma ESQUEMAS FILOGENÉTICOS. RESISTENCIA DE LO INCONSCIENTE. LO DEMONÍACO. REPETICIÓN.
Оглавление(Entrevista de la Revista Moción, Año 2001. Fragmento)
“Moción: Siendo el psicoanálisis, el análisis de las resistencias, ¿cómo actúan las resistencias en el transcurso de una sesión?
Giménez Noble: Las resistencias están para impedirle –a la conciencia–, tomar contacto con lo reprimido, que debe permanecer ajeno a ella. En ese sentido, velan, a la conciencia (la restringen) y velan por ella (la protegen). Como dice Freud, los psicóticos hacen realidad lo que la neurosis apenas nos permite soñar. Se evidencia, así, no solamente la limitación psíquica –que las resistencias producen–, sino también, el papel estructurante que cumplen.
El dispositivo analítico –la sesión, en suma–, es producto de la exquisita intuición de Freud. La naturaleza de dicho ámbito produce los efectos necesarios para que la enfermedad sea asequible al análisis. La privación perceptual y motora obliga a las investiduras a acumularse en torno a las escasas ideas permeables a la conciencia. Se incrementa, así, la cualidad alucinatoria de dichos pensamientos: la transferencia. Con los afectos sucede otro tanto: también se ven aumentados: transferencia sobre la persona del analista. El rigor cronológico que la consciencia acostumbra imponerle a la memoria es desbaratado por la obediencia a la asociación libre. La misma resulta una versión dinámica del recordado “esquema del peine” del que se vale Freud –en la “Psicología de los Procesos Oníricos” de la {Traumdeutung}– para figurar los sistemas de almacenamiento mnémico. Así, el encuadre “arrasa” la pretensión temporal. Animado por estas facilitaciones, lo inconsciente manifiesta su pujanza. El yo, por su parte, se defiende a tomar contacto con lo reprimido, incrementando sus resistencias.
M.: Para no sufrir...
G.N.: Para no sufrir, pero –principalmente, creo– para asegurar la coherencia de su estructura. Las resistencias son un límite (en el sentido de impedimento) que –paradojalmente– protege al yo de asumir sus límites (en el sentido de impotencia). De ser relevadas, dejarían lugar a la conciencia de castración, lo cual impediría que la imagen de poder fálico del yo siga sosteniéndose a expensas de un basamento predominantemente narcisista.
M.: El análisis de una psiconeurosis resulta, en suma, el análisis del narcisismo... ¿Cómo se relaciona ésto con las resistencias? ¿Por qué las hay de diferentes clases?
G.N.: Es obvio que –por diferente que sea la modalidad de presentación de las resistencias, todas cumplen con una última única función. Si alguien justifica su modo de ser, es la defensa de esos rasgos de carácter lo que asegura su identidad. Es como ese conocido chiste del hombre que, antes de casarse, le informa a la futura esposa las actividades personales que despliega y piensa seguir cumpliendo –a pesar del matrimonio–, cada noche de la semana. “El lunes por la noche, juego tennis, el martes, happy hour con los muchachos de la oficina, el miércoles, noche de póker...”
M.: Y la novia dice: “Y yo te aviso que los jueves por la noche, en nuestra casa, se hace el amor. ¡Estés, o no estés!”
G.N.: ¿Te das cuenta? Describíamos una de las resistencias del yo, los rasgos de carácter o beneficio secundario, y a través de la asociación con el chiste surge claramente la finalidad narcisista. Si pensamos en otra de las resistencias del yo, la de represión –destinada a bloquear una laguna mnémica–, tampoco logramos acceder al objeto. Y cuando la inconducente vía del recuerdo es subrogada por conductas, reacciones, ocurrencias de pensamiento, malestar, alteraciones somáticas, aburrimiento, impaciencia, modificaciones del talante, todas ellas referidas al analista, es decir, cuando la neurosis es transferida sobre su persona, es durante dicha reanimación cuando estamos en las mejores condiciones para asegurar que esta resistencia de transferencia preserva de la incertidumbre que siempre depara el objeto.
M.: Hasta aquí, las resistencias del yo.
G.N.: Claro. Las que “fueron presentables en sociedad”.
M.: A ver...
G.N.: Quiero decir, las que el yo puede reconocer. Partes proscriptas, exiliadas u “obyectalizadas” que, de serles señaladas por el analista, tarde o temprano podrán resultarle consabidas.
M.: El análisis de un sueño, que conduce a un recuerdo, se emplaza la huella mnémica; es como si se recuperara algo extraviado.
G.N.: Exactamente. Análisis de las representaciones, de los retornos de lo reprimido por el yo, orientado por el principio de placer. Análisis finito, en suma. Análisis en el que el Diablo se aclara la garganta; todavía, ni siquiera ha empezado a cantar. Los analistas y las instituciones hemos creado una vasta fuente de recursos para evitar este enfrentamiento. Todos tienen en común una sola preocupación.
M.: Evitar que el análisis se desarrolle.
G.N.: Que no llegue a las profundidades. En general, resulta de una convención inconsciente entre paciente y analista. Tiene fachada de “alta” o de “didáctico”, de reacción terapéutica negativa, o de ideología institucional. La letra chica de un contrato que ninguno de los dos está capacitado para leer.
M.: ¿Decís que los análisis de corta duración son una especie de... huida?
G.N.: Una represión. Sí. La represión es un intento de huida.
M.: Me parece que muchos no estarían de acuerdo...
G.N.: Porque no se analizan. El otro día me encontré con mi primera analista. Yo estaba con Gustavo Dupuy, y después le conté a él, recuerdos de ese análisis. Me vinieron a la memoria las interpretaciones, el rigor técnico, todo. Mi amigo comentó que esa psicóloga había sembrado muy bien, porque desde ese entonces (y él lo sabe) –hace más de treinta años–, mi análisis ha constituido la sustentación más constante y segura que he tenido.
M.: Antes hablabas del Diablo.
G.N.: Es la representación que eligió Freud para caracterizar a la compulsión de repetición. La representación demonio le sirvió en muchos momentos como ejemplo de acciones como el engaño, la traición, la dominación. Aunque la única vez que en su obra aparece como adjetivo, es para calificar a esa resistencia. Freud dice: “Hacemos la experiencia de que el yo sigue hallando dificultades para deshacer las represiones, aunque se formó el designio de resignar sus resistencias, y llamamos “reelaboración” {Durcharbeiten} a la fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio. [...] Tras cancelar la resistencia yoica, es preciso superar, todavía, el poder de la compulsión de repetición, la atracción de los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido; [...] la resistencia de lo inconsciente.” La página 149 del tomo XX fue escrita en julio de 1925: Freud había aceptado que el modelo de la neurosis era insuficiente para dar cuenta de los fenómenos clínicos. Y estaba barajando para dar de nuevo.
M.: En los Seminarios del Instituto de Psicoanálisis, vos dabas un ejemplo para figurar esa frase.
G.N.: Una forma metapsicológica de pensarlo, un modelo de funcionamiento. Asimilamos las resistencias del yo a tres diferentes clases de limaduras de hierro: más grandes o más afiladas, etc. Tres grupos diferentes, del mismo “material yoico”: hierro. Las arrojamos al azar sobre una mesa. En este acto, el azar suplanta lo accidental, el origen traumático de las resistencias. Debajo de la mesa hay un poderoso imán, llamémosle arquetipo reprimido, una especie de matriz del más allá, al margen del yo. Lo descripto contiene un poder dinámico: la atracción, vehiculizada por un factor económico: la compulsión de repetición del ello inconsciente. Así, la resistencia de lo inconsciente, avasalla las posiciones que hayan adoptado las resistencias del yo.
M.: Cuando arrojás las limaduras de hierro, las tires como las tires, siempre van a adoptar la misma forma... ¿Eso es lo que denominamos repetición?
G.N.: La transferencia, los rasgos de carácter y las represiones son revestimientos que modulan el poder de la compulsión de repetición. Estos conjuntos ligados consienten la interasociación y los desplazamientos. Pero en el núcleo mismo de lo inconsciente, lo que resiste es instinto puro, pulsión anobjetalizable, pujanza irrestricta, tendencia a la descarga. Dicho componente pulsional, la compulsión de repetición, sirve de “motor”, alimenta los retornos. Pero permanece inasociado de los conjuntos que moviliza. Como vos decías recién: si miramos a las limaduras según su textura, grosor, etcétera, percibimos tal resistencia del yo. Si atendemos a la estereotipia más o menos parecida con la que se ordena, reconocemos una repetición, que –por otra parte–, nunca es exactamente igual. Cuando Freud consigna que la compulsión de repetición gobierna el análisis de los neuróticos en una parte de su decurso, no está diciendo otra cosa. Se muestra a través de las máscaras del yo.
M.: ¿Y una vez analizadas las resistencias?
G.N.: Despojada de sus revestimientos formes, se revela como impersonalizable, proviene del ello inconsciente, y su poder se evidencia como imposible de domeñar.
La otra resistencia extra yoica, alude a la desinformación que el yo padece de sus crímenes. Esta inconsciencia de culpa es sustituida por avatares externos que perjudican al sujeto. En estos casos –y como relata Kafka excepcionalmente en “El proceso” o en “La colonia penitenciaria”– la responsabilidad no se consigue reconducir al yo: el hilo de Ariadna se ha cortado. Los padres desexualizados del superyó devienen destino.
Esta necesidad de castigo por la culpa edípica, también se consuma a fuerza de compulsión de repetición. Los {Schema} filogenéticos –parricidio, incesto, etcétera– encuentran, a través de la resistencia del superyó, buena oportunidad de hacer actual su poder ordenador.
M.: De acuerdo a lo que explicás, ¿Cuándo un paciente estaría en condiciones de ser dado de alta?
G.N.: Bueno, el alta es una resistencia...
M.: ¿Lo pensás así?
G.N.: Cumple con la definición que dio Freud, ¿no? Resistencia es todo lo que se opone al análisis.
M.: Se podría objetar que no va a estar uno en análisis toda la vida...
G.N.: Bueno, depende... Uno trata de cuidarse, durante toda la vida. ¿Acaso no leés todo lo que podés, estudiás, etcétera? ¿Qué tendría de particular usufructuar el análisis como una función erótica más? Ahora, bien: desde el punto de vista teórico, los analistas que asumimos el cambio de paradigma…
M.: ¿A qué te referís?
G.N.: A la remodelación conceptual a partir de “Lo ominoso” y de “Más allá del principio de placer”. Te decía que, si aceptás que el modelo de la neurosis se le torna a Freud insuficiente para dar cuenta de los fenómenos clínicos, no te queda otra que asomarte con él a los horrores de la humanidad. A partir de 1920 dejás de verlo trabajar en su consultorio para dedicarse a hacer los deberes con nosotros. Nos explica que el mentado Oedipus complex no es más que un complejo de ¡ideas!; una mera contrainvestidura, la losa de la sepultura. Quien se atreva a levantarla devendrá protagonista de una tragedia. Perseguido por el instinto, la culpa lacerará su carne; porque en los Dominios Mas Allá de la Palabra, lo sexual siempre está manchado de sangre. Y un pequeño detalle: en esa clase de avatares, las pretendidas identidades yoicas paciente y analista, como pasaporte, no son válidas. Lo que te saca vivo de cada una de esas sesiones, es tu fe, el amor por la verdad: tu análisis. Análisis del ello, análisis interminable. Así, interminable, es como sentimos la vida mientras la vivimos.
M.: ¿Qué relación hay entre repetición y compulsión? ¿Y por qué compulsión de repetición?
G.N.: Lo importante del término es la presión pulsional inherente a la compulsión. Compulsión es lo que insiste, compulsión que… repite, indica, detecta el yo. La repetición es un indicio yoico en términos espaciales (identidad de percepción) y temporales (el reconocimiento de lo que ya sucedió otra vez). Es un patrimonio humano heredado de lo biológico47 y refleja una propiedad conservadora. Como si la naturaleza “impusiera” cierto ordenamiento48 y lo hiciera notar. Cuando yo era chico, veía que mi padre y mi abuelo materno, no perdían ocasión de pelearse. En Nochebuena, Año Nuevo, siempre se armaban despelotes. Yo no sabía por qué, pero estaba convencido de que eso iba a pasar.
M.: Por los celos…
G.N.: Seguramente, pero lo que quiero decir es que eso que mi consciencia 49 registraba en esas oportunidades, lo reconocía como un doblaje o conjunto de elementos de mi memoria: papá, abuelo, discusión, etcétera. Entonces, repetición alude a un acto psíquico del yo y testimonia la defensa ante el asedio pulsional. Compulsión, en cambio, proviene de la virtualidad del término pulsión. La compulsión no entraña intencionalidad alguna. No puede. No tiene cómo señalizar un destino. Su necesidad es solamente tender a la descarga.
M.: Por eso está mal hablar de una compulsión “a” la repetición.
G.N.: No es que esté mal. La difusión del término así distorsionado, descamina a entender la cuestión. Opera como resistencia.
M.: En tu opinión, los analistas, ¿compartimos esa resistencia?
G.N.: Por lo que he visto a lo largo de mi vida, sí. He escrito y presentado más de doscientos trabajos a lo largo de más de veinticinco años sobre el tema y, casi siempre, han sido ignorados, y cuando no, tolerados con una benevolencia sospechosa: “Este tipo… Siempre con el mismo tema…”
M.: Me imagino que eso te debe haber afectado.
G.N.: Me afectó y me afecta, sí. Pero positivamente. Renueva mi interés por el problema. Freud nos ha enseñado que es el enfrentamiento de las resistencias lo que mejor nos ilustra sobre lo que necesitamos aprehender y aprender. Y cuando el que sostenía esa resistencia acierta a cancelarla, es el mejor convencido.
M.: Te has referido mucho al instinto. ¿Cuál sería su relación con la pulsión?
G.N.: Para eso tendrás que leer el capítulo 9 de este libro, el cual habré de escribir gracias al estímulo de tu pregunta.”
47 “Desde su comienzo mismo, el ser vivo elemental no habría querido cambiar y, de mantenerse idénticas las condiciones [al no producirse influjos externos perturbadores y desviantes] habría repetido siempre el mismo curso de vida”. S. Freud (1920): Más allá del principio de placer, O.C., Vol. XVIII, AE, 1989, pp. 37 y 38.
48 Ibídem, p. 37: “vemos que el germen de un animal vivo está obligado a repetir –si bien de modo fugaz y compendiado– las estructuras de todas las formas de que el animal desciende, en vez de alcanzar de golpe su conformación definitiva por el camino más corto; y como sólo en mínima parte podemos explicar ese comportamiento en términos mecánicos, no nos es lícito desechar la explicación histórica”.
49 Lo que Freud llamó “elaboración secundaria” en el trabajo del sueño: elegir pensamientos que den cuenta de la imagen.