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PREFACIO
ОглавлениеEsta novela no es fácil de catalogar. Es cierto que su contenido se arraiga en el género fantástico; pero el desarrollo de la acción produce, al leerla, la ansiedad típica de la narrativa de misterio. La conjunción de ambos efectos, el suceder imposible y la incertidumbre, ponen a prueba la entereza del lector. Para continuarla, deberá confiar incondicionalmente en las pistas que, aunque sutiles, el autor no omite sembrar sin pausa a lo largo de todo el relato.
Otra peculiaridad reside en la manera de contar la sucesión de acciones realizadas por los personajes. La narración es, en efecto, consignada desde dos puntos de vista; en realidad, dos mundos. Cada capítulo delimita un ocasionamiento empeñado por desafiar la percepción de la realidad. En el anverso de Andrómeda, la lógica formal asoma en fragmentos de conversaciones que mantienen los responsables de haber puesto en marcha, sin saberlo, los extrañísimos sucesos de la montaña. Tal el contrapunto entre los iniciados en la ceremonia invernal, y la banalidad de un jet-set citadino fastidiado por el asombro.
El relato incluye algo que podría considerarse innovador, en el caso de que se lo perciba. Los roles protagónicos no se limitan a la conducta –muchas veces enigmáticas–, de los personajes (Sibila, Krebs, Mervin, Penelóp, Eva y demás). Circunstancias como accidente, símbolos, como tren y sucedáneos (medios de elevación, telesillas o remontes para esquiadores) y terrores atávicos como la caída (como hecho real y hasta metafórico; la caída en desgracia), insisten en interceptar al argumento como emisarios de un destino aciago, tal vez para que el lector, al igual que los personajes, en ningún momento se descuide.
Así es como Giménez Noble propone una curiosa convivencia entre ciertos seres atravesados por el dolor y condenados a la fatalidad, y un universo de banalidades formales colonizado por aquella clase social de avezados navegantes de lo superficial en la vida.
Por eso, también el epílogo de esta novela acaece en una clave infrecuente. Sobre todo, porque es en ese sincicio de intereses creados que el lector atisbó apenas, y tras bambalinas, entre capítulo y capítulo, esa voz que lava las emociones y que es capaz de trasuntar indiferencia, donde más allá de la suerte de la montaña y sus veladores, se produce la redención más inesperada.
La de un personaje tan angélico como tangencial, que, aunque cabrón por apellido, se transforma en vencedor del dolor, la miseria y la ignorancia.
Margueritte Sepúlveda
Rouffiac-Tolosan, 2021