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Bienvenida Permiso para el placer

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Cada día más, se entiende que el placer es nuestro derecho y que todas las mujeres somos dignas de otorgárnoslo cuando cada una así lo decida. Pero, durante mucho tiempo, el disfrute de la mujer no le importó a nadie: ni siquiera a nosotras mismas. Y en algunos casos, todavía hoy sigue estando mal visto.

En cambio, el placer masculino siempre estuvo socialmente aceptado. Los hombres tienen culturalmente aprobado el derecho a gozar. Y, además, la naturaleza les dio la posibilidad de conocerse más rápido, casi sin tener que proponérselo.

La primera gran diferencia entre ellos y nosotras es que sus genitales están más expuestos. Eso significa que se los miran desde pocos meses después de nacer, se los tocan, examinan sus cambios... Conocen su tamaño, sus sensaciones: el diálogo entre su pene y su cerebro está claramente establecido.

Nuestros genitales están allá abajo, lejos, ocultos, misteriosos. Por eso, muchas veces, no sabemos cómo nombrarlos. Ni siquiera sabemos cómo está conformada nuestra vulva, cómo es, de qué color, cómo se llaman las distintas partes y qué función cumplen para nuestro disfrute.

Las mujeres tenemos libertad sexual. Esto abarca el disfrute, el ejercicio y el desarrollo de nuestra identidad sexual. También, comprende la elección de tener o no hijos, cuándo y cuántos, y la decisión de en qué momento tenemos relaciones sexuales, cómo y con quién. Todas podemos buscar nuestro placer.

Todas, absolutamente todas las mujeres, tenemos la posibilidad de tener un orgasmo, es decir, de sentir el éxtasis. Todo nuestro cuerpo está provisto de miles y miles de terminaciones nerviosas que están allí para hacernos gozar y tener sensaciones: darnos escalofríos, estremecernos y disfrutar hasta llevarnos al máximo placer. ¿Saben qué es lo primero que debemos hacer? Darnos permiso.

El permiso para el placer femenino es un derecho que debería ser de lo más habitual, una experiencia que todas tengamos con frecuencia y que recorramos a lo largo de nuestra vida. Pero es difícil y, a veces, cuesta derribar la cantidad de prejuicios, preconceptos, reglamentaciones y prohibiciones que se nos imponen y que nos atribuimos a la hora del goce. No nos damos permiso para el placer. Aunque parezca mentira, a veces las personas más llenas de falsas creencias, de culpas, de prohibiciones y de mandatos en contra de nuestro disfrute somos nosotras mismas.

Por otro lado, siempre la vagina estuvo asociada al placer o se le dio el lugar de órgano sexual en equivalencia al pene de los hombres. Por ende, se centró la obtención del placer lógicamente en ese órgano. ¡Esto es un error!

Desde tiempos remotos hasta el día de hoy, el placer femenino se asocia con la penetración. En los libros de ciencia y de medicina no se habla del placer femenino ni de su órgano de placer más grande, que se llama clítoris.

A mediados el siglo XIX, la medicina hablaba de maleficios psiquiátricos, demencias prematuras, epilepsias, ceguera, desviaciones, alteraciones neurológicas, e incluso de la muerte temprana si alguien osaba tocar el clítoris. Hasta era recomendado extirparlo para evitar enfermedades.

Esto se mantuvo en auge hasta la mitad del siglo XX. Sí, leyeron bien, hasta 1950/60. Y aún en muchas culturas ese disfrute está mal visto, o incluso prohibido hasta la actualidad. De hecho, hay lugares en el mundo en los que es culturalmente aceptable mutilar el clítoris por diversas causas, entre ellas: quitar la posibilidad de gozar, castigar a la mujer por tener relaciones sexuales sin haberse casado o por ser infiel.

Tuvieron que pasar muchos años para que comenzáramos a hablar y a estudiar el placer femenino, su respuesta sexual, sus tiempos en el orgasmo, la excitación, su deseo. El placer femenino es nuestro derecho y toda mujer es digna de proveerse placer y otorgárselo cuando ella lo decida.

Las mujeres somos dignas de disfrute y de experimentar nuestra libertad sexual. Podemos vivir en consonancia con nuestra identidad y la orientación sexual que sintamos y queramos. Y modificarla cuando nos plazca. Somos libres de elegir con quién relacionarnos sexualmente, besarnos y amarnos.

Por lo tanto, mujeres, tenemos que saber que:

•Somos seres sexuales.

•La sexualidad se aprende, se transmite y se educa.

•Venimos de un mundo de creencias a derribar que nos privaron de placer.

•Nos debemos permitir el placer y somos dueñas de nuestro goce.

•Somos amas y señoras de nuestro tiempo, nuestros espacios y nuestro cuerpo.

•Tenemos derecho a nuestra propia intimidad y privacidad. Siempre.

•Somos bienvenidas a nuestro propio éxtasis de placer.

Querida amiga, ¡tu placer importa!

Empecemos a recorrer juntas estas páginas para que puedas reconectarte con tu deseo, con tus emociones, con tu cuerpo y con todo tu ser sexual. Es tiempo de que te des permiso para vivir intensamente el placer.

Sexo sentido

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