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Capítulo 1

1

Valencia, España, 10 de febrero de 2022

Era casi medianoche. Había dejado su equipo informático procesando aquel juego de señales mientras salía a realizar su rutinaria carrera. Era su descanso, y su ánimo, después de todo el día buscando entre enrevesados algoritmos matemáticos y singulares ecuaciones. Sus cuarenta y dos años bien llevados le permitían mantener ese aire de maduro atractivo que dotaban a sus incipientes canas ese intangible valor de la experiencia. Sin ser un entusiasta del deporte, alternaba de forma saludable sus carreras por el viejo cauce del Turia, con un tiempo prudencial en el gimnasio. Esto le permitía mantener un estado de forma envidiable para su edad. Rigel era el líder de un ambicioso y eterno plan que pretendía registrar los recuerdos.

El utópico sueño que permitiría revivir las escenas de toda una vida estaba a punto de convertirse en realidad. KOS eran las siglas de aquel proyecto. Knowledge On Storage (almacenar el conocimiento). Lo que siempre habían sido los libros, esos almacenes portátiles de conocimiento, podía en poco tiempo completarse con el registro de la memoria y los sueños de las personas. Quizá hubiera que empezar a poner en duda ese antiguo axioma que dice que los libros son como las abejas, que llevan el polen del conocimiento de una inteligencia a otra. Muchos años de estudio a través de la complicada red de neuronas cerebral habían permitido llegar al punto de hacer realidad la posibilidad de extraer, de forma sencilla y discreta, gran parte de la información que almacenamos de forma inconsciente en ese guardián de recuerdos que es nuestra mente.

Rigel sabía que mañana sería un día importante. Había esperado algo más de tres años para dar con aquel hombre. Recorría mentalmente cada una de las preguntas que le haría, y soñaba con encontrar esa imagen que anhelaba desde su más tierna infancia. Una infancia muy dura, criado en la orfandad, sin unos padres a los que la muerte se había llevado consigo mucho antes de hora. Aquello del iKos, particularización del KOS para el mundo de la imagen (image Knowledge On Storage), le había carcomido desde su adolescencia. Siempre había deseado plasmar en imágenes la esencia de los momentos de su vida y acostumbraba a llevar su cámara Mikono porque como decía, nunca sabes cuándo va a aparecer ese momento mágico en tu vida.

Habían sido muchos años a la sombra de aquella leyenda. Nunca llegó a conocerlo, pero nadie hablaba mal de aquel magnífico aviador que con su viejo Spitfire1 derribó a más de cuarenta aviones alemanes cuando la batalla de Inglaterra libraba sus peores momentos para las fuerzas aliadas en la guerra mundial. Leyenda de la batalla, pero de escaso valor como alforja para ser papá. Rigel creció con la leyenda como espejo, pero con la carencia de un padre que le atendiera. Mañana podía, si todo iba bien, conocer algo más de él, aunque hiciera ya veintitrés años que murió.

De aquella infancia olvidada solo recordaba en alguno de sus recurrentes sueños la lejana figura de su madre, tristemente desaparecida cuando contaba tan solo con tres años. Rigel la vislumbraba como una figura angelical entre las piedras de un viejo puente derruido, que siempre lo llevaba al centro de sus más persistentes pesadillas.

2

Valencia, España, 17 de febrero de 2022

Venus era la perfecta mezcla entre Lisbeth Salander2 y Scarlett Johansson. De la primera tenía todo el carácter independiente y aventurero, y de la segunda la extrema belleza que respiraba por todos los poros de su piel. Su eterno carácter inconformista le había llevado a seguir estudiando tras conseguir su licenciatura en Periodismo y ejercer de reportera total en aquel noticiero. Ahora compaginaba sus estudios de diseño gráfico con esas ruedas de prensa que odiaba, en las que día sí y día también recibía las siempre pecaminosas insinuaciones del politicastro de turno. Pero ella sabía zafarse bien de tanto estúpido y se refugiaba en el estudio y tratamiento de la imagen, llegando a convertirse en una auténtica experta en la materia pese a su juventud.

Esa noche llegó a casa a eso de las diez de la noche, más pronto de lo habitual, abrió la nevera y sacó las sobras de la cena del día anterior. Comenzó su rutinario y aburrido recorrido televisivo mientras organizaba el innumerable montón de papeles que había subido del buzón de correos que parecía tener olvidado. Recibos de aquí y de allá, publicidad, nóminas del periódico, y la desesperante cantidad de panfletos inútiles que siempre tiraba directamente a la papelera sin apenas siquiera abrir algún sobre. Pero de entre toda esa maraña de papeles le llamó la atención uno anónimo. Un sobre de extraño aspecto, sin remite ni dirección. Como única marca de identificación estaba ese aparente código escrito a lápiz: 'KO-12Rtj5-123S'. La curiosidad venció al temor y lo abrió con cierta inquietud.

Tres fotos muy extrañas eran el único contenido que albergaba ese sobre amarillento. Las tres parecían haber sido tratadas con extraños filtros, pues tenían un aspecto nebuloso y una aparente falta de definición intencionada. En la primera de ellas se adivinaba la imagen de una mujer desconsolada, como si estuviera viviendo una escena desesperada y trágica. Pese a la falta de definición, el dolor extremo en su expresión era evidente. En la segunda, igualmente fantasmal, se veía un hombre vestido con indumentaria militar dando un fuerte apretón de manos al propio fotógrafo que estaba realizando la instantánea. La tercera era la más sombría y extraña, aunque era la que mejor definición tenía de las tres pese a su falta de luz. Parecía estar tomada en el interior de un pequeño y oscuro recinto. La imagen mostraba a unos hombres inspeccionando una escena cuyo centro era un antiguo sillón. Sentado sobre él había alguien cuyo rostro borroso era imposible adivinar.

Venus se quedó sorprendida y confusa, segura de que algún error habría hecho llegar a su buzón ese sobre de fotos. Pero una extraña sensación se apoderó de ella. ¿Cómo diablos había llegado precisamente al buzón de una experta en tratamiento de imágenes semejantes fotografías nada habituales?

3

Mallorca, España, 10 de enero de 2022

La pistola de Acrux Deneb no se había disparado accidentalmente. Eran tiempos de demostrar que la vida de una vulgar judía no causaba el más mínimo interés ni importancia para un trabajador de Mauthausen. Más cuando el desafío lo lanzaba ese dirigente de las SS venido directamente de la guarida en Baviera del Führer. Pero Acrux no era igual. Aquel episodio le había acompañado cada noche, cada mañana y cada instante de su vida. Podía limpiar aquellas cámaras del horror, pero accionar directamente el gatillo de la muerte le había cortado de cuajo la esperanza de un sueño tranquilo el resto de sus días. Ganó la confianza de aquellos diablos, pero aquella expresión de miedo y desesperación se había grabado a fuego en las celdas más activas de su memoria. Su actitud había cambiado desde que había decidido abandonar aquel infierno. Su continuo arrepentimiento, hizo que se hiciera la firme promesa de hacer lo que estuviera en su mano, para salvar la vida de al menos un preso, e intentar lavar la conciencia que tenía tras tanto brutal asesinato sin compasión. Era su particular penitencia por unos actos que habían segado la vida de tantas almas, y cambiado definitivamente la de otra, la del propio Acrux.

Hacía unos setenta años de los episodios que marcaron su mente, y no esperaba, que, a su avanzada edad, una llamada intrigante pudiera importunar su tranquila vida costera en esa playa española. Ahora, a sus noventa y dos años, conservaba aún un buen tono físico, aparentando una edad al menos diez años menor. Pese a su edad longeva, mantenía su mente clara y lúcida. La enorme cicatriz que le cruzaba la cara desde su ya remoto accidente de avión, cuando aún soñaba ser el nuevo Barón Rojo de la aviación alemana, era lo poco que le quedaba del recuerdo de su turbio pasado. Había conseguido ocultar durante muchos años su pasado cerca del mundo nazi dedicando su existencia a lo único que le permitía poner su mente en blanco. La confección de aquellas maquetas de aeromodelismo, en las que se había convertido en un auténtico experto, era ahora su única y principal actividad. En su pequeña y rústica tienda tenía maquetas de más de quinientos aviones realizados por él mismo de forma artesanal.

Pero esa llamada iba a cambiar lo poco que le quedaba del resto de su vida...

4

Valencia, España, 10 de enero de 2022

Etamin Mintaka había sabido trepar muy bien. Sin saber hacer prácticamente nada como experto, se había convertido en el presidente más joven del laboratorio más potente del mercado. La fortuna personal de Etamin Mintaka había crecido como la espuma y ya estaba en la lista Forbes como uno de los hombres más ricos del planeta. Minius Labs había revolucionado el sector farmacéutico gracias a sus avances en asuntos neurológicos y a la infinidad de accesorios desarrollados para el estudio del cerebro. Minius Labs había hecho olvidar prácticamente los viejos electrodos. La aplicación combinada de tecnologías híbridas de superconductores y sensores piezoeléctricos le había permitido en pocos años posicionarse como una de las empresas líderes del sector sanitario mundial. Etamin había estado siempre en el sitio adecuado. Desde su época de visitador médico, había sabido mover los hilos del dinero a su antojo, comprando los recursos necesarios para lograr sus objetivos. Recursos materiales y por supuesto humanos, mucho más baratos en ocasiones. La representación comercial, primero provincial, luego regional, más tarde nacional, y finalmente mundial, le habían encumbrado a una posición ideal como mano derecha del mismísimo Luyten Minius que, al morir en aquel terrible accidente de su avión privado, le había encumbrado a la dirección de una de las compañías más grandes del mundo.

Los escrúpulos no eran precisamente la cualidad más valorada de Etamin, y nada se interponía en su camino cuando estaba decidido a conseguir algo. Suele ayudar a alcanzar ese objetivo el tener una cantidad prácticamente ilimitada de dólares, y este era el caso de Minius Labs. KOS sería propiedad de Minius Labs, costase lo que costase. Era sin duda el proyecto que definitivamente le daría la supremacía mundial en el sector, y el coste de conseguirlo era barato, no más allá de diez personas. Etamin Mintaka sabía bien que todas las personas tienen un precio y especialmente los asesinos. Recuerdos y sueños debían ser controlados, para no tener ingratas sorpresas en el futuro. Las personas podían ser compradas, pero quizá no las memorias, y eso podía ser una gran amenaza para quien no había jugado demasiado limpio...

El dominio de la mente y del conocimiento era, sin duda, algo que no escaparía del poder de Minius Labs, o quizás incluso, por qué no, de Mintaka Labs. Demasiadas explicaciones para tomar decisiones le empezaban a hartar a Etamin. La creación de una nueva compañía más pequeña, que le permitiera controlar directamente ciertos asuntos, le rondaba hacía tiempo. Al fin y al cabo, él había participado en el nacimiento de aquella idea. ¿Qué sería de ese niñato de Rigel sin aquella beca que Etamin Mintaka le había conseguido hacía ya diecisiete años?

5

Inglaterra, 20 de diciembre de 1943

La pérdida de ambas piernas no había impedido a Sir Douglas Bader que le concedieran la DFC (Distinguished Flying Cross) y la DSO (Distinguished Service Order) por su actuación en la batalla de Inglaterra. Una de las razones de su éxito en combate era que, como la sangre no podía acumularse en sus piernas durante los G positivos3, no podía padecer de «visión negra», efecto que se producía en los pilotos al elevar el avión bruscamente aumentando la aceleración vertical y disminuyendo el riego de la sangre en el cerebro. Su vida era volar y muy lejos quedaba, concretamente hacía diez años, aquél accidente intentando hacer el «tonel» con su viejo Bulldog. No era un aparato preparado para ello y el bueno de Bader lo había pagado muy caro con sus piernas.

Pero aquel 20 de diciembre, sir Douglas acompañaba a las fuerzas norteamericanas, como tripulante experimentado, en el Ye Old Pub, un bombardero americano del tipo B-17F, para atacar la factoría de aviones alemanes en Bremen. Él mismo no estaba en la primera línea como piloto debido a las consecuencias de sus accidentes, pero su historial tan laureado le convertía en el mejor asesor que pudiera tener cualquier compañero. Su pasión por el aire le inyectaba en su sangre esa extraña superación poco explicable ante el miedo y el peligro.

Estaban teniendo éxito en el bombardeo de la factoría cuanto la artillería antiaérea alcanzó el aparato. El estruendo en el fuselaje fue ensordecedor. La sangre del artillero de cola, que fue totalmente acribillado por los cazas al tiempo que el aparato se separaba peligrosamente de la formación, se expandió por las paredes de todo el fuselaje, mostrando un panorama dantesco y desolador para todos sus compañeros, que esperaban ya su inmediato fin de forma prácticamente segura. El avión había sido dañado de tal manera que se mantenía a disposición de cualquier avión enemigo. Por si fuera poco, un tremendo agujero se había abierto en el cuerpo central de la aeronave, poniendo en peligro extremo a todos los tripulantes. De hecho, varios de ellos, incluido el mismo piloto Charlie Brown con el que Douglas había charlado unos minutos animosamente, habían sido heridos tras las ráfagas de las metrallas de los cazas. Todos esperaban los disparos de gracia que terminaran con sus vidas, pero inexplicablemente un caza alemán voló junto a su lado sin disparar sobre aquél pájaro de hierro moribundo en el que se había convertido el Ye Old Pub. Aquel vuelo angloamericano había conseguido salvar la vida de alguno de sus tripulantes gracias a la voluntad de un misterioso y desconocido enemigo que no quiso disparar…

Pero la guerra continuó y el carácter inquieto y decidido de Douglas no le dejaba permanecer en la sombra. Así, de nuevo la muerte pasó por delante de Sir Bader unos meses más tarde al caer derribado en Francia. El Wing Commander de 3 escuadrones (145, 610, 666) de la RAF (Real Fuerza Aérea) británica, y el conocido como el piloto sin piernas, habían sido capturados. Pero Francia no era un sitio adecuado para ocultar a esa joya aliada recién capturada. El castillo de Colditz fue su destino durante unos días, pero poco tiempo podía durar oculta la verdadera identidad de aquella leyenda de los cielos británicos. En cuanto se supo que sir Bader había sido derribado, el mismo Mariscal Göring, ministro encargado de la Luftwaffe4 acudió en persona para indagar sobre la información que pudiera extraer de aquél teniente sin piernas que se había llevado por delante a tanto Messerchmitt15 en la batalla de Inglaterra. No se supo entonces, pero el ingenio y la capacidad de seducción de aquel hombre sin piernas consiguió sacar de quicio a Göring que decidió mandarlo directamente a Mauthausen en donde seguro le sacarían la información que tuviera, antes de pasar a juntarse con las cenizas judías del cielo austriaco.

6

Valencia, 8 de mayo de 1324

La ciudad de Valencia era un paraíso para la mafia de los mercaderes nocturnos de estraperlo. Toda mercancía que entraba en la ciudad debía ser registrada y meticulosamente auditada por la recién inaugurada Lonja de Mercaderes que vigilaba y rendía los tributos debidos. Pero como en todos los tiempos, tras la adopción de nuevas leyes, la mente humana busca las tretas más estrambóticas para saltarlas. Así, junto a cada puerta de la ciudad amurallada, se había arbitrado una suerte de pequeño ecosistema que comenzó únicamente menudeando con pequeños permisos de apertura para las puertas que dejaban la ciudad totalmente cerrada e inaccesible para aquellos comerciantes que no disponían de los permisos adecuados o llegaban a horas intempestivas. Pero con el tiempo, aquella pequeña y jerárquica organización trans—legal fue adquiriendo cada vez más y más poder. Don Diego de Losada, noble orfebre con un pequeño pero importante taller y mercader de la seda era un poderoso caballero, que había sabido granjearse la amistad tanto de los señores e hidalgos de la región, como de los oficiantes y profesionales de la zona. Aunque no existía aún el oficio de la Diplomacia, Diego de Losada hubiera sido el perfecto candidato para redactar sus principios, pues a base de ingenio, relaciones y conocimiento de las debilidades humanas, había sabido labrar las amistades más oportunas para estar informado de todos los movimientos e hilos que tejían las telarañas más ocultas de la ciudad.

Él mismo era el guardián y custodio de la llave de la puerta de los Judíos, que daba acceso al antiguo barrio judío de la ciudad. Era la puerta de entrada de los productos de la huerta a la pequeña urbe. Controlar el acceso de mercancías y negociar con los mercaderes era una tarea que le había llegado como por ensalmo al propio Diego, cuyo esporádico contacto con el mismísimo rey Alfonso IV, le había hecho caer en gracia ante la más alta sociedad de la época. Su taller era paso obligado para decorar y templar sobre armaduras los símbolos de linaje, así como los escudos de armas y asuntos similares.

Los bajos fondos también los conocía muy bien, pues tanto el negocio de la seda, como los reclamos de platería, le llevaba a bucear entre los suburbios en busca de los adecuados medios para colocar sus propias mercancías en los almacenes más económicos y seguros que podía encontrar en la ciudad.

Diego de Losada había sido llamado a capítulo por aquellos miembros del tribunal. No tenía clara la razón por la que aquellos hombres le reclamaban cuando él no tenía ningún problema de lindes territoriales relacionados con asuntos de aguas. Aquel Tribunal de las Aguas era una entidad muy prestigiosa y respetada desde los tiempos de los romanos, pero nada tenía que ver con los asuntos en los que don Diego de Losada trabajaba y gestionaba con esas dotes de diplomacia y astucia en las que se desenvolvía como pez en el agua.

KOS, grabado en las piedras

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